Se terminó la unidad en la diversidad con la que el peronismo volvió al poder
Daniel Abba
Ya fue. Es casi imposible que se pueda mantener la sociedad interna que le permitió al peronismo llegar a gobernar Santa Fe después de 12 años. Los mismos dirigentes que se jactaron de lograr la unidad en la diversidad y que se vanagloriaron de haber roto el mito de que “lo que separa la interna la general no lo puede unir”, ya deben estar recalculando sus pasos.
¿Qué hará el gobernador Omar Perotti ahora que se rompió ya sin disimulo la convivencia dentro del justicialismo? Si mantiene al ministro Marcelo Sain, se queda sin poder articular, con altas y bajas como hasta ahora, el trabajo legislativo. Todo le va a costar más que en 2020. Tendrá por primera vez las dos cámaras en contra, y en una, sed de revancha, después de que su ministro fuera acusado de armar “carpetazos”.
El otro camino no es mejor. Si se desprende de uno de sus dos ministros estrella (el otro es el de Hacienda, Walter Agosto) queda desdibujado porque perdería una pulseada que alentó en silencio. Y nadie se imagina lo que diría Sain del gobernador si tuviera que enfrentar una eventual partida. Pero algo tendrá que hacer, la pelota ahora está del lado de Perotti.
No todos son tan pesimistas. “Lo mejor que nos puede pasar es que ya llega Navidad”, celebran módicamente en el peronismo, esperanzados en que baje la ola. Los más optimistas aventuran una salida: “A veces las soluciones aparecen cuando todo resulta inevitable”. Un puente en ese sentido puede ser que Traferri siempre se cuidó de mencionar a Perotti en las maniobras que adjudicó a Sain.
Podría decirse que el gobernador hoy está más debilitado que antes de esta movida en la que Traferri se vio involucrado. Aunque no lo haya pedido explícitamente, Perotti no logró el apoyo de los senadores de su partido que representan a ocho departamentos.
En la opinión pública, a él y al resto del peronismo no les va mejor. En las redes y los medios las opiniones coinciden en que la clase política se abroqueló para defender a uno de los suyos e impedir una investigación.
Tampoco los fiscales deben estar eufóricos. Llegaron al principio de esta primera definición con mucho empuje y, aunque ahora prometen seguir avanzando revelando pruebas contra Traferri en audiencias con otros implicados, no salieron bien parados. “Se los comió la ansiedad de Sain” coinciden los que siguieron de cerca el tema. Son los mismos que aseguran que en una causa penal “cuanto más secreto se tenga, mejor”. Opinan los entendidos que “si se reúnen todos los elementos de prueba, el desafuero cae por su propio peso, no hay que forzarlo”. Quedó claro que no es tan simple.
Una curiosidad fue el comportamiento del socialismo a la hora de explicar su posición sobre el pedido de desafuero del senador. Los referentes radicales del Frente Progresista en el Senado ni siquiera tuvieron que exponerse a votar a favor de Traferri, pero quedó claro que esa era su posición. Eso contrastó demasiado con lo que hicieron los representantes del socialismo en Diputados, firmando un comunicado a favor de la transparencia y en apoyo a los fiscales. “La política debe dar un claro mensaje sin poner ningún límite al accionar de la Justicia”, dijeron. Una posición en cada cámara. Lifschitz lo hizo.
Diferencias explícitas
¿Cómo se podrá volver a armar el rompecabezas del peronismo? Lo que implosionó estos días se venía insinuando, pero como el socialismo en otros tiempos, se disimulaba hacia afuera. Después del pedido de desafuero del senador Armando Traferri, todo se hizo explícito.
“Mafia o democracia”, fue la reacción del ministro Sain. ¿Quién tendrá que elegir entre esas opciones? Todas las miradas apuntan al gobernador, porque consideran que el que está al mando del Gobierno es quien tiene la mayor responsabilidad para lograr la unidad de los archipiélagos peronistas.
Nada más inoportuno en las vísperas de un año electoral y con un primer tramo de la gestión golpeado por la pandemia. Habrá que retocar el gabinete y elegir candidatos, probablemente sin la ayuda de las Paso.
Los mensajes de Traferri
El fin de las reciprocidades quedó expuesto en el extenso discurso que el senador Traferri dio desde el lugar donde se siente más cómodo, su banca de cuarto mandato en el Senado provincial. Apenas le dieron el aval para no ser imputado en una causa penal, empezó a “hacer justicia”.
Ahí quedaron en evidencia no las pruebas que le buscaban los fiscales, sino las diferencias que viene teniendo con el gobernador desde que el PJ ganó las elecciones. Tal vez las rispideces comenzaron con el armado del gabinete y la distribución de espacios de gobierno a los distintos sectores. En eso no es el único que reclama, pero fue el que más se involucró en la campaña.
Como recordó ahora Traferri: “los senadores, que teníamos asegurada la victoria, nos pusimos la fórmula Perotti-Rodenas al hombro, y nos hicimos cargo de todo”. No se privó de pasar una factura más personal: “San Lorenzo fue el mejor departamento que ganó Perotti en la provincia de Santa Fe”.
Y mandó el primer misil para descifrar con código político: “me da bronca escuchar las críticas de dirigentes que hoy están en el Gobierno y cuando estaba Binner le apuntaban a los peronistas para que los echen. Es una lástima que dirigentes que le hicieron la vida imposible a dirigentes peronistas estén cuestionando el trabajo de este senador y poniendo obstáculos a cada paso o hablando de connivencia con el Frente Progresista”, disparó.
A Sain también le hizo reproches políticos, no sólo como “jefe de espionaje” que arma carpetazos: “si lo salen a defender José Corral o Roy López Molina, eso no es el peronismo”, aseguró.
Rescató a Agustín Rossi, cuando se refirió al armado original que después le permitió a Omar Perotti ganar las elecciones. El senador por San Lorenzo recordó en su discurso en la Cámara que fue él quien la fue a buscar a Alejandra Rodenas para que integrara la fórmula como vicegobernadora. Y hasta se permitió un detalle doméstico: “Primero fui a hablar con su marido, para ver si estaba de acuerdo. Porque meterse en política es tirar la honra a los perros. Es someterse a calumnias, operaciones y descalificaciones. Por eso la familia tiene que apoyar”.
Cuando asumió Perotti empezaron las diferencias y hasta hubo un intento de dividir el bloque de 12 senadores, algo que finalmente se concretó casi un año después con un agregado. Ahora el bloque de los senadores justicialistas está partido en tres: seis con Traferri, cuatro afines a Peroti y dos que van y vienen.
En un tramo de su exposición en el Senado, Traferri destacó que a pesar de su compromiso con la campaña de Perotti, y el armado de esa construcción política, no reclamó espacios en el gobierno ni en las listas de diputados provinciales. Ahí tal vez empezaron los problemas, cuando se quedaron esperando alguna invitaciòn.
Ahora están enfrentados como nunca. El ministro de Seguridad es la espada del gobernador para marcarle la cancha al Senado. “No quiere ir al pie siempre”, comentan por lo bajo desde Gobernación y descreen de los discursos que destacan la negociación y el consenso porque “nos salen bien caros”, deslizan.
Pasando facturas
Por el lado del senador, ya empezó el pase de facturas, apenas se sintió respaldado por sus pares. Sólo cuatro le votaron en contra, los justicialistas afines a Perotti que armaron bloque aparte. Al resto hasta les concedió el paraguas protector de la Legislatura para que ni tuvieran que exponerse en una votación nominal que nadie pidió.
Llevó 2 minutos rechazar sobre tablas el desafuero de Traferri. Y ni siquiera hubo discursos para fundamentar cada postura. Además del senador de San Lorenzo se abstuvieron dos radicales, entre ellos Enrico, que un día antes había insinuado que iba a votar en contra del pedido porque lo de los fiscales era insuficiente.
A sus ex compañeros de banca Traferri en el Senado los nombró apenas inició su largo discurso: “Muchos fueron dirigentes de un verano, fueron y vinieron, y fueron leales en algún tiempo por conveniencia. Esas lealtades los hacían participar en uno u otro partido. Pero yo nací y voy a morir peronista”, desafió.
También recordó sus primeros pasos, en la vida y en la política. “Si somos mejores, por qué no nos presentamos” dijo por el año 84 y recordó que cuando lo eligieron por primera vez sospechó que fue por casualidad. Hoy rescata que “lo más difícil en política es mantenerse. Para eso hay que tener conducta, hay que tener palabra, hay que ser consecuente con lo que se dice”.
En este punto reivindica su rol de negociador y tejedor de acuerdos, algo que probablemente en el 2021 empezará a faltarle al gobierno de Perotti. La primera señal en ese sentido ya se vio con el pase a un segundo cuarto intermedio del proyecto de ley tributaria, donde hay que acordar diferencias con el bloque del Frente Progresista. Iba a ser esta semana, pero se postergó para las vísperas de Navidad. Parece que alguien empezó a desentenderse de ese tema.
“Aprendí a negociar con los indígenas, con los piqueteros”, se ufana Traferri que en 2003 armó una liga de intendentes cuando, como ahora, había una gran dispersión dentro del partido. Entonces, ese trabajo previo permitió que Jorge Obeid llegara a la gobernación. “No me costó nada. Porque mi objetivo era que el justicialismo gane la provincia de Santa Fe”, recuerda para dar cuenta de su renunciamiento a la vicegobernación para cederle el espacio en la fórmula a María Eugenia Bielsa.
Por si no estaba claro se encargó de decir que “no quiero volver al primer Senado que integré, que era levantamanos’”, y evocó una situación similar a la que tuvo que afrontar ahora: “un juez le pidió el desafuero al senador (radical) Felipe Michlig porque a Reutemann no le gustaba lo que decía desde su banca”.
“No vine acá de juez o de fiscal, vine a defender la política, la institucionalidad. Y eso que peleábamos con Felipe Michlig, una vez estuvimos a punto de irnos a las manos. Pero nunca dejamos de priorizar la institucionalidad y la política”.
En el 2017 las expectativas del peronismo eran muy pocas. “Y teníamos un solo candidato”, dice hoy Traferri, reprochando a “los dirigentes que se encargaron de desprestigiar a Agustín Rossi, en lugar de preguntarse por qué el peronismo está como está”.
Ese fue el germen de esto. Se propusieron armar otra opción, y aquella derrota (el PJ salió segundo pero sumó 500 mil votos) se considera en el peronismo como un hito en la recuperación de la gobernación. Demostraron que podían trabajar juntos quienes venían de distintos sectores. Ahora esa armonía se rompió en pedazos y la oposición, que pensaba que sólo un gran frente antiperonista podía llevarlos a la victoria, respira aliviada. De cara al 2021, todos tienen que superar antes una pelea interna.
La exposición completa de Traferri
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