“Un hombre común que dedicó su vida a la profesión de policía”, como se presenta en su perfil de Facebook, Víctor José Sarnaglia es quizá el único referente en pie para una institución tan desprovista de modelos y tan desorientada respecto a su misión como la policía de Santa Fe. Con una trayectoria que incluyó entre otros destinos la jefatura de la Tropa de Operaciones Especiales y la dirección de la Escuela de Cadetes hasta culminar en la jefatura de la fuerza, su punto de vista se vuelve particularmente significativo para el análisis de la seguridad en la provincia. Y su diagnóstico no es precisamente optimista: “Lo veo mal. Creo que va a empeorar”.
Sarnaglia renunció a la jefatura de policía de la provincia el 31 de agosto de 2020, en lo que significó el comienzo de una crisis de gobierno en el área de seguridad que todavía persiste. La dupla con el entonces ministro de Seguridad Marcelo Sain fue mezclar el agua y el aceite, y ahora le concede “el beneficio de la duda” a la gestión que encabeza Rubén Rimoldi pero no parece hacerse demasiadas ilusiones. “Según dicen el nuevo ministro [Rubén Rimoldi] estaba preparando un plan, que no conozco, no se ha publicado”, dice, y mientras tanto expone un aspecto poco considerado: la baja remuneración y la falta de motivaciones en el trabajo policial.
—¿Qué aspectos destacaría en el estado actual de la seguridad en Santa Fe?
—Tenemos dos problemas importantes. Uno es la policía, nuestra policía. Nos guste o no, es la policía que tenemos, está formada por vecinos de la provincia de Santa Fe. Y digo nuestra no por haber sido policía sino porque soy un vecino de la provincia. Nuestra policía no está funcionando como debería funcionar. El otro día Javkin lo dijo muy suavemente. El policía de base, el que atiende al público, gana 70 y pico mil pesos, menos que el beneficiario de un plan social. Y tenemos un problema con el Código Penal y con el MPA, el Ministerio Público de la Acusación, que juzga a los policías por lo que deberían ser y no por lo que son. Los policías no están preparados. La preparación que reciben es pobrísima. Partamos de la base de la infraestructura del ISEP [Instituto de Seguridad Pública, donde se forman los agentes]: el de Santa Fe estuvo sin gas y no tiene cloacas, al de Rosario lo tuvieron que cerrar durante unos días porque había sarna.
—¿A qué se refiere con que el MPA juzga a los policías por lo que deberían ser, piensa en alguna causa en particular?
—Por ejemplo, se los juzga como expertos en el uso de armas, cuando en la escuela de policía tiran cinco tiros. Se los juzga y se los condena por no haber obrado según las leyes cuando una decisión sobre el uso de armas se toma en diecinueve centésimas de segundo. Esto es estadística. ¿Alguna vez se va a juzgar a los tipos que debieron formar a los policías adecuadamente? En diecinueve centésimas de segundo no se puede recorrer toda la jurisprudencia del hecho. Eso aparte del tema de la corrupción, que atañe a la policía y a la sociedad. La definición de corrupción es la desnaturalización de algo: un médico que no cura, un juez que no hace justicia son corruptos aunque no se lleven un peso. Un día me preguntó Perotti cuál era el grado de corrupción de la policía. “El 98 por ciento”, le dije. “No puede ser para tanto”, me contestó. El policía que tiene miedo de actuar, porque sabe que no sabe, no se mete en líos, mira para otro lado y chifla. Eso también es corrupción. Ahora, ¿cuáles son las causas por las que mira para otro lado? Fijate si la policía no le importa nada a nadie: en la actual ley, el artículo que establece los derechos de los policías que debería haber reglamentado el Poder Ejecutivo en la época de Obeid sigue sin ser reglamentado. Desde el año 2006 a la fecha los policías no tienen los derechos reconocidos en cuanto a la atención médica, psicológica y jurídica, ni al plus por el final de carrera. ¿No hubo tiempo en todos estos años? ¡Noventa y nueve expedientes le mandé a Sain para tratar ese tema! [levanta la voz] ¿Cuántos trató? ¡Ninguno!
—¿Cómo llegó a la jefatura de policía de la provincia? ¿Perotti lo llamó?
—Sí [retoma el tono normal]. Perotti vino a mi casa. Yo lo conocía. Tuvimos varias charlas. Vino con su propio auto, cuando era candidato y cuando ya había sido electo.
—¿Qué le pidió el gobernador?
—Me pidió un plan. Lo hice, pero cuando apareció Sain lo dio por tierra. Sain primero me dijo que lo íbamos a llevar adelante, pero después se dedicó a otra cosa. Tengo mis serias sospechas de que para que se votara su proyecto de ley él prefería que todo anduviese mal y no trataba esas cosas mínimas. Por ejemplo, la asignación del 20 por ciento de las viviendas de los planes públicos. Fui a hablar con el secretario de Vivienda [Amado Zorzón], yo lo conocía de cuando era intendente de Malabrigo. “Genial Víctor, lo hacemos”, me dijo. Se necesitaba una resolución ministerial, nada más, porque la de Pullaro era nefasta. Le hicimos la propuesta a Sain, pero nunca la trató. Si a la policía entra más gente del norte, porque es malo el sistema, y los destinan a Rosario, tenemos que ofrecerle una vivienda al policía. Hay una ley que dice que el 20 por ciento de las viviendas de los planes públicos puede asignarse a policías y no se cumple. Como hay una ley que dice que a la policía no se le puede pagar en negro, y se le paga en negro desde la época de Bonfatti hasta hoy. Entonces, ¿cuáles son las motivaciones para trabajar en la policía? ¿Puede un policía, por lo que se espera de él, ganar menos de lo que gana un empleado de comercio por convenio colectivo de trabajo? ¿Alguien que no tiene derechos puede reconocer los derechos de los demás?
“Desde 2006 a la fecha los policías no tienen los derechos reconocidos en cuanto a la atención médica, psicológica y jurídica, ni al plus por el final de carrera. ¿No hubo tiempo en todos estos años?”
—La Policía Federal tiene una memoria institucional en la que se valoran figuras como las del comisario Juan Ángel Pirker, o más atrás en el tiempo el comisario Evaristo Meneses. ¿Faltan modelos en la policía de Santa Fe?
—Sí. Falta identidad, falta mística. Esa mística se ha quitado. Cuando se reformó el sistema de ascensos, donde el ministro decide quién asciende, sobre todo los jefes piensan que la persona a la que deben conformar es el ministro y no el vecino. Se ha hecho una policía del gobierno y no una policía del Estado. Una policía al servicio del gobierno. Como en Tostado hay pocos votos, Tostado tiene el 50 por ciento de la policía que tenía hace diez años. Cañada de Gómez tiene el 60 por ciento de la policía que tenía hace diez años. La solución no son más policías, más patrulleros. La solución son mejores policías. Los patrulleros no duran, se rompen, porque no hay peor chofer que un policía. El chofer policial no hace ningún curso específico y es el único empleado de la provincia que no cobra seguro de carnet. No hay partida presupuestaria. Entonces el chofer es un buen muchacho que sabe manejar. El único municipio donde los carnets para uso oficial de la policía son gratuitos es el de Reconquista, porque lo pedí al Concejo Deliberante cuando fui jefe de la Unidad Regional. Manejar un móvil policial es un problema, no es pasear con tu familia el domingo.
—¿Le parece que conviene volver al modelo antiguo de la policía?
—No, no, nunca hay que volver a nada. Hay una nueva sociedad, se necesita una nueva policía, repensar a la policía. Estuve a cargo del equipo de planeamiento de la Policía Metropolitana. Nos llevó dos años idear una policía para la ciudad de Buenos Aires, saber qué esperaban los vecinos y de ahí en más diseñar una policía. Cada barrio tiene su comisaría, que depende de una comisaría distrital. Más o menos lo que Pullaro quería hacer, pero en la ciudad de Buenos Aires la comisaría de barrio no se quitó. Al contrario, se fundamentó más porque la gente quería contacto con la comisaría de barrio. Yo soy un oficial de los años 80, 90, pero no me parece que haya que volver para atrás. Ahora, el cambio de escalafón de 2006 perjudicó al personal policial porque los suboficiales mayores que ganaban lo mismo que un comisario pasaron a ser subinspectores y ganan menos de la mitad. Me parece raro que por ley un policía de base deba tener dos años de curso y un oficial debería tener cuatro. La gente del FBI tiene dos cursos de cuatro meses y dos años de pasantía. En Francia, en España, un policía de base tiene nueve meses de capacitación y un oficial dos años. No digo que esté mal el nuestro, pero ¿cuál es el plan de la carrera? ¿Cuál es el modelo de policía, hay capacitadores adecuados en Santa Fe? Primero hay que establecer un modelo de policía y eso se llama política de Estado. Me han preguntado a mí y yo digo que no sé, porque el modelo lo tiene que definir el vecino. No dos o tres genios encerrados entre cuatro paredes, como fue el proyecto de Sain. ¿El vecino qué dice? Las reformas que se hicieron, las que pude seguir son la reforma de la Policía Nacional Francesa y la de la Policía Nacional Colombiana. La que más me gusta es la francesa, pero no cuaja con nuestra sociedad: es una policía civil, sindicalizada. Y hablamos de un policía de base que cobra 1.200 euros. La colombiana va más con la idiosincrasia argentina, una policía sumamente militarizada pero sumamente eficaz. La policía de Colombia es hoy un referente a nivel mundial.
—¿Cómo ve la actuación de las fuerzas federales en la provincia?
—Las fuerzas federales son para una crisis. No conocen el código de procedimiento de la provincia. Cuando empecé a recibir la ayuda de Gendarmería, siendo yo jefe de policía, pude convencer al jefe de Santa Fe aunque no al de Rosario para poner en cada patrulla de ellos un sumariante nuestro. Tenían cierto temor de actuar, por el desconocimiento del código de procedimiento. Para la foto, el tema de las fuerzas federales es bárbaro. Ahora, ¿qué cambió? ¿La gente de Rosario se siente más segura? ¿Hay más detenidos, menos homicidios, más secuestro de armas? No se pueden esperar resultados en dos meses, le doy al nuevo ministro el beneficio de la duda. La esperanza está buena pero se necesita efectividad y Rimoldi no puede cambiar la situación de un día para el otro y menos si la policía no tiene el más mínimo incentivo.
—¿Cómo puede evolucionar la situación?
—Primero se necesitan liderazgos, no administración. Segundo, reconocer los derechos de los policías. La comisaría del barrio tiene que funcionar, hay que diseñarla de acuerdo a lo que necesitamos.
—Pero está muy deteriorada la relación de la policía con la comunidad.
—Y con los jefes. La policía está guacha. Está bien que hay corruptos, y vamos a darles duro. Pero tenemos que trabajar con la policía, no contra la policía. Se puede hacer, el tema es que haya gestos de que se puede hacer. Esos gestos los tienen que dar el ministro, el jefe de policía, el fiscal general y los fiscales regionales. Hay que hacer que la policía se acerque a la comunidad, pero también la comunidad tiene que acercarse a la policía. Necesitamos un cambio paradigmático. Tenemos 22 mil policías y podemos poner 44 mil, pero si son como los que tenemos no va a cambiar nada. Hace veinticinco años que estamos con el verso “más policías, más patrulleros”. Si querés números, te doy números: el armamento que tienen las Tropas de Operaciones Especiales, la fuerza de élite de la provincia, es el mismo que me dieron a mí el 23 de febrero de 1990, y entonces ya era usado. Todas las licitaciones para la compra de armas por una razón u otra fracasaron. El gobierno dio 50 mil pesos en dos cuotas al personal para comprar uniformes. Primero, no van a comprar uniforme porque necesitan la plata para comer. Segundo, con esa plata no compran la mitad de lo que necesitan para el uniforme.
—¿No lo volvieron a convocar desde el gobierno provincial?
—No. Y no quiero perder la libertad de decir lo que quiero. Espero una nueva gestión, no sé de quién, no tengo banderías políticas. Se necesita una política de Estado entre el Poder Ejecutivo que por lo menos reglamente los derechos de los policías y pague bien, y el Poder Legislativo. Como la policía son cien mil votos, con los retirados y los familiares, parece que ahora hay una desesperación por sacar leyes policiales. Pero, ¿cuál es la política? Para saberlo tienen que interpretar qué espera el vecino. ¿Qué policía quiere el vecino? Es tan mala la política de seguridad en la provincia de Santa Fe que salís a la calle y mirás y hay patrulleros del color que se te ocurra: unos tienen estrellitas, otros están pintados de negro, otros de azul. Eso te habla a las claras de que cada uno hace lo que quiere. El futuro está en los jóvenes, los que entran hoy y van a ser policías. No creo en volver al pasado. No creo en este presente.