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Sociedad

A pesar del aumento, las jubilaciones siguen perdiendo frente a la inflación

El gobierno aumentó un 15,6 por ciento las jubilaciones, dio un bono de 10 mil pesos para haberes mínimos que decrece hasta convertirse en 7 mil para quienes cobran dos mínimas (107.245 pesos), y licuó una vez más a las jubilaciones a partir de esa cifra, que no recibirán el refuerzo, debiendo enfrentar la inflación con una caída del poder adquisitivo en los últimos tres años. Contando este último anuncio, en 2022, las jubilaciones y pensiones habrán incrementado 72,5 puntos porcentuales, 27 por debajo de las tres cifras de inflación que se esperan para fin de año. ¿Cómo zanjaron esa distancia en la presentación en sociedad del anuncio? Con un artificio comparativo que eleva a 107 puntos el aumento para el haber mínimo sin mencionar el achatamiento del resto de la pirámide. Más allá de cómo se quiera contar, el dato objetivo es que vienen perdiendo y que sin capacidad de reacción social, sólo aparecen en agendas públicas y políticas, cada tres meses, cuando anuncian el cambio en sus haberes,

Los nuevos valores regirán a partir del primer día de diciembre y hasta fines de febrero de 2023. La jubilación mínima que en septiembre era de 43.353 pasa a 50.124 pesos y la máxima de 291.722 a 337.298 pesos. Según la titular de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), Fernanda Raverta, un 84 por ciento del universo de jubilados recibirá algo de aumento. El universo está formado por unos 7,2 millones de adultos mayores, de los que la mayor parte cobra el haber mínimo y de ellos, el 84 por ciento requirió de moratoria por no tener aportes o que resultaban insuficientes. 

“Cuando asumimos en la gestión, las jubiladas y jubilados habían perdido 19,5 en sus haberes. Por eso, rápidamente asumimos el compromiso de trabajar para recuperar, no solo esos puntos perdidos, sino también la alegría y la capacidad de compra”, añadió la directora ejecutiva del organismo. La realidad indica que el nuevo valor de la jubilación mínima, sin contar el bono auxilio, representa un tercio de la canasta básica, mientras que los haberes medios perdieron 30 por ciento de su capacidad de compra en los últimos cincos años.

Los nuevos montos fueron anunciados por el ministro de Economía, Sergio Massa, y Raverta, en la sede de Anses, y frente a un grupo de jubilados a quienes aseguraron que ninguna jubilación quedará por debajo de los 60 mil pesos y que el haber mínimo le ganaría a la inflación al sumar 107 puntos porcentuales, contra los tres dígitos palpitados hasta el momento para 2022. Pero desbrozando el enunciado queda claro que el haber mínimo no es de 60 mil sino de 50.124 pesos, sobre el cual se calculará el medio aguinaldo. Y los 107 puntos por sobre la inflación también merecen un apunte: la cifra surge de comparar los 60.124 pesos (50.124 mínima +10 mil bono) con la mínima del año pasado sin contar el bono que también se dio en diciembre, operación algebraica que termina inflando el porcentual para presentarlo como ganándole a la inflación 2022. 

Porcentual más o menos, la buena noticia para el haber más bajo y hasta los 107.245 pesos, es que se benefician con el 15,52 de aumento más el bono por tres meses, pero es trago amargo para quienes cobren aunque sea un peso más que las dos mínimas señaladas. A partir de cifra, no habrá ningún refuerzo, como no lo hubo en los otros bonos que se dieron en el año; sólo tendrán el 15,62 por ciento de aumento de un haber ya deprimido por el ahora famoso congelamiento de la fórmula de movilidad que, apenas asumir, realizó el presidente Alberto Fernández. 

En marzo de 2020 se suspendió la fórmula del gobierno anterior (Mauricio Macri) y se dieron los reajustes a través de un decreto de necesidad y urgencia con índices decrecientes, de 11,56 por ciento para la jubilación mínima, hasta llegar a 3,7 para las demás jubilaciones. El mecanismo se presentó con el eufemismo de achatar la pirámide apelando a la solidaridad, pasando por alto los aportes realizados y que los achatados cobran con suerte el 65 por ciento del salario en actividad. Es decir con el ahorro de las jubilaciones deprimidas se financió el aumento hasta las dos mínimas. Ajuste que fue reconocido como tal por la exdiputada Fernanda Vallejos, en un audio que se viralizó, donde hablaba del presidente Fernández, no en los mejores términos. 

El aumento de los haberes de trabajadores, pensionados y beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo (AUH), unos 16 millones de personas, se calcula a través de la fórmula de movilidad, que en los últimos años fue cambiando, combinando distintos índices, ponderando inflación, salarios o tributos. No incluye a los jubilados y pensionados de regímenes especiales, como docentes, docentes universitarios, Luz y Fuerza, Poder Judicial, que disponen de índices propios.

Durante el gobierno de Macri, el cálculo se realizaba combinando inflación y la Remuneración imponible promedio de los trabajadores estables (RIPTE) en un 70 y 30 por ciento, respectivamente y con índices de seis meses anteriores. En 2021, Fernández anunció una nueva fórmula que Diputados aprobó después de 11 horas de debate y con un ajustado margen. La nueva ecuación, que rige en la actualidad, desacopló la inflación y puso un techo al cálculo para la recaudación, así el aumento se compone con un 50 por ciento por la recaudación tributaria que va a la Seguridad Social y la otra mitad por los aumentos salariales RIPTE o INDEC, de ambos el mayor, con índices de tres meses anteriores. 

En 2022, las jubilaciones y pensiones recibieron aumentos con los siguientes porcentuales: 12,28, 15 y 15,53, para marzo, junio y septiembre respectivamente, sumando 49,2, contra los 66,1 que sumó la inflación en el mismo período, Con el 15,6 por ciento anunciado y tomando de diciembre a diciembre, el aumento resulta de 72,5 puntos porcentuales.


De derecho previsional a subsidio


“¿No puede haber un dólar para jubilados, no ya para preservar las ganancias del sector sino para contrarrestar el estado de miseria en el que se encuentran?”. La ironía corrió por cuenta del Defensor de la Tercera Edad, Eugenio Semino, al anunciar que la última medición de la canasta básica que les corresponde es de 151.478 pesos, muy por encima de sus ingresos que se van hundiendo en cada movimiento del péndulo entre paritarias e inflación. Y dijo que el bono, no alcanza para tres paquetes de figuritas para los nietos, “con estos parches van cubriendo un dramatismo social cada vez más acendrado, que incluye a la salud”, señaló.

“Para estar mejor pareciera que los jubilados tienen que estar enfermos, porque cuando reclaman por el salario se le dice que reciben medicamentos gratis, pareciera que la enfermedad es la única representación social que se tiene del adulto mayor”, ironizó y agregó que los turnos para especialistas tardan meses, en Pami, la obra social a la que los jubilados aportan mensualmente. 

Semino, que preside la Sociedad Iberoamericana de Gerontología y Geriatría (SIGG), consideró oportuno analizar los últimos anuncios sobre la movilidad jubilatoria para desocultar el ajuste bajo sus pliegues. “La brecha entre esta canasta básica y los haberes va creciendo, lo que indica que en los últimos doce años es aún un tema pendiente de resolver, que la política no pudo resolver o no quiso hacerlo, salvo medidas esporádicas, pero la seguridad social si no se la mide en el largo plazo, carece de sentido”, argumentó.

“Los aumentos son arbitrarios, según el conteo de Caja, es decir lo que no afecte a otros intereses de Anses. Esto convirtió el derecho previsional en un subsidio, lejos de la proporcionalidad y equidad de que cada uno reciba según lo aportado, como ocurre en Alemania, Brasil, Portugal, Bolivia o Panamá”, citó a modo de ejemplo. Y apuntó sobre las distorsiones del sistema, como las que generan los 400 mil juicios permanentes por reajuste de haberes. En este mismo orden anotó a los regímenes especiales y a las trece provincias con institutos previsionales propios. 

Además, dijo que hay una pregunta ineludible pero que se evita: ¿cómo construimos un sistema previsional insustentable para el propio Estado y que, al mismo tiempo, es insuficiente para cubrir las necesidades mínimas de sus beneficiarios? En su opinión, hay que discutir cómo se financia este sistema, algo que debió hacerse cuando se modificó, teniendo en cuenta que si se beneficia a los jubilados, esto redunda en un beneficio para toda la economía, puesto que el dinero que se les otorga vuelve a circular mediante el consumo, como hacen “en decenas de países reales que dejaron de creer en los superhéroes”. 



Nada que celebrar


“Con el concepto de achatar la curva se le está dando una movilidad inferior a los haberes medios y altos”, dijo el economista y especialista en temas previsionales en su labor periodística Ismael Bermúdez. Y señaló que por ese concepto las jubilaciones medias y altas tuvieron una pérdida mayor que las del haber mínimo. A 60 meses de los últimos cambios de movilidad, cuando en 2020 se congeló la fórmula exceptuando a los regímenes especiales, no hay nada para celebrar, aseguró. De una exhaustiva comparación del tema entre los gobiernos de Macri y Fernández, concluyó que con el primero la caída fue de 19 puntos, y con el gobierno actual rondará el 30 por ciento cuando termine el año, perdiendo en cada caso en forma distinta, los haberes mínimos y medios. 


Atrasos imperdonables


“En este estado de cosas, con la inflación actual, cualquier atraso que haya con la jubilación es imperdonable”, enfatizó el abogado especializado en derecho previsional Adrián Tróccoli. Y dijo que la metodología empleada para calcular los aumentos genera rezago, porque mide y paga con tres meses de atraso, además de paritarias con cifras que no se trasladan a los jubilados, mientras que la inflación no para. 

“Sumo dato técnico que me preocupa mucho: parte del resultado de los aumentos salariales se trasladan con tres meses de atraso a las jubilaciones, se mide en junio y se paga en septiembre, entonces los jubilados, respecto de los trabajadores ya de movida vienen con tres meses de atraso, y eso es mucho porque tres meses hoy en Argentina es 23 por ciento de inflación”, comentó. Además, consideró al recurso de los bonos para la mínima como “terriblemente injusto porque no es para todos, y quienes aportaron al sistema puede que no lo reciban”.

Según Tróccoli, en apelar a la solidaridad para justificar el achatar la curva, “hay una batalla lingüística, la solidaridad del sistema jubilatorio tiene sentido pura y exclusivamente como solidaridad intergeneracional, eso significa que cuando estoy trabajando, estoy siendo solidario con los ya jubilados, no cobro de mi aporte, le estoy pagando a otro y ahí está mi solidaridad porque cuando me jubile, otros serán solidarios conmigo”, aseguró


Los perdedores de siempre


Sin paritarias ni mesa de negociación donde terciar, menos aún movilizaciones y ni pensar en cortes de calle, al momento del pan dulce y la sidra, el aumento habrá desaparecido como agua entre los dedos. Esto sin perder de vista que el Fondo Monetario Internacional (FMI) tiene al Sistema Integrado Previsional Argentino entre sus sueños de ajuste, algo que se puede realizar de dos maneras: como hicieron Domingo Cavallo y Patricia Bullrich, rebajando el haber un 13 por ciento, en 2001, además de reducir y eliminar aportes patronales desfinanciando el sistema, o dar aumentos por debajo de la inflación.


Anses


La Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses) administra la seguridad social (45,1 puntos del Presupuesto) y controla un pilar contributivo, el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), además de otro pilar semi o no contributivo. El SIPA, que administra los fondos jubilatorios, incluye regímenes especiales, diferenciales, provinciales o profesionales, además de reglas temporales como las moratorias. Se financia con aportes y contribuciones sobre los salarios y con impuestos asignados al régimen previsional y transferencias del Tesoro nacional.


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