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Política

Capricho, temeridad e impericia: el choque del gobierno en el Senado

Es arriesgado inferir o teorizar sobre la Argentina que viene; se trata de un gobierno que se mueve en la dimensión desconocida. Nunca hubo en la Casa Rosada un equipo de gobierno como el libertario. Por lo audaz, temerario e improvisado, y que, sin embargo, mantenga en casi 16 meses de gestión un poder político importante, el apoyo de empresarios, respaldo internacional, de las clases medias, corporaciones y sobre todo de dirigentes de partidos políticos aliados con peso institucional relevante en el territorio nacional: una parte de los gobernadores e intendentes.

Todo y nada puede suceder en el momento presente y futuro inmediato. Y se han subvertido las ecuaciones políticas tradicionales; si bien el rechazo al gobierno empieza a ser mayoritario, predomina la pasividad de una población agredida que no se percibe necesariamente agredida. La macroeconomía se tensiona, la actividad económica no remonta, la violencia simbólica y práctica crece desde el propio gobierno: el próximo martes habrá sesión en Diputados por el escándalo Libra que lo incluye de manera directa al presidente, el miércoles 9 una nueva movilización sindical acompañando a jubilados y el jueves 10 paro nacional de todas las centrales sindicales.

El “nunca antes” que define esta etapa política de la Argentina tuvo otro asombroso capítulo con el abrumador rechazo del Senado a la pretensión del gobierno nacional de colocar dos nuevos miembros en la Corte Suprema de Justicia. El rechazo se veía venir, como sucedió muchas veces en la historia cuando un pliego de un candidato es enviado y no consigue el apoyo necesario. Todos los presidentes anteriores a Milei (por caso, Cristina Kirchner o Mauricio Macri) retiraron los pliegos cuando supieron que no tenían el apoyo.

Milei, en cambio, aceleró con Ariel Lijo y Manuel García Mansilla, y los estrelló contra el muro, a toda velocidad. Catástrofe política, con consecuencias graves aún no mensuradas. Un García Mansilla que ya había asumido por decreto en la Corte, a estas horas está con un pie afuera.

Si se queda, como insólitamente le estarían recomendando desde la Casa Rosada, daña a todo el ecosistema cortesano, y si se va, subraya todavía más un error político del oficialismo, y propio, que no haría más que oscurecer a un gobierno en declive. Uno de los cortesanos, el santafesino Ricardo Lorenzetti, le soltó la mano a García Mansilla, pero con estilo: “Es una persona honorable” dijo en un medio de comunicación este viernes, “pero yo nunca hubiera aceptado que me designen por decreto”. Tic tac, jaque mate.

Como se anticipó desde esta columna, la suerte de los dos pretendidos cortesanos estaba echada en el Senado desde el mismo momento que el presidente se dejó deliberadamente una “ventana” de receso legislativo —última semana de febrero—, para llevar adelante un capricho que terminó mal: dictar el decreto con el nombramiento, aduciendo la excepcionalidad por el receso legislativo. Todo muy infantil.

El Congreso, a diferencia del siglo XIX, cuando se dictaron las constituciones de 1853 (y su reforma de 1960) funciona de corrido, y no sólo cinco meses como entonces, cuando la Argentina tenía 14 provincias y no 24 como hoy, y los viajes de los senadores a Buenos Aires se hacían dos veces al año y en carretas.

Como recordó en su discurso el último jueves 3 de abril en el Senado un impecable Martin Lousteau (UCR), “en 1860 había un solo ferrocarril funcionando en la Argentina, tenía 10 kilómetros, del actual teatro Colón a (barrio de) Flores”. Casi inmediatamente después se inauguró el primer ferrocarril de larga distancia en la Argentina, de Córdoba a Rosario.



Como nunca antes, Milei consiguió que, en una misma sesión, el Senado le rechace los pliegos por los escandalosos 51 a 20 (García Mansilla) y 43 a 27 (Lijo), cuando necesitaba dos tercios, pero al revés, a favor y no en contra.

Todo lució errático para la Casa Rosada en esta semana que termina; justo el día que el mundo estallaba por una decisión del presidente Trump de aplicar un proteccionismo sin precedentes, alterando gravemente el orden comercial incluida la Argentina, Milei se embarcó en un confuso viaje a Estados Unidos —sin obtener la deseada foto con Trump—, dejó a Victoria Villarruel a cargo del poder Ejecutivo y, a su vez, profundizó la debilidad oficialista en el Senado en una sesión decisiva: el tratamiento de los pliegos de los candidatos a cortesanos.

Después, con los números puestos de la sesión del jueves, llegaron desde la Casa Rosada ráfagas de metralla para su hasta acá aliado más cercano, Mauricio Macri. Es cierto que un par de senadores de su partido, entre ellos Luis Juez y Guadalupe Tagliaferri, no se plegaron a la táctica de vaciar la sesión, y dieron quórum. El cordobés ya había avisado que quería participar para rechazar a Lijo y votar a favor de García Mansilla, era posición tomada, y desde tiempo atrás. Otro tanto para la senadora Tagliaferri, por la Capital Federal, en realidad del PRO pero en la práctica socia política de Horacio Rodríguez Larreta, hoy un adversario político, incluso compitiendo contra el macrismo en las próximas elecciones legislativas de CABA el próximo 18 de mayo.

Tagliaferri, presidenta de la comisión de Acuerdos del Senado, había presidido todas las sesiones de comisión donde se recibieron a los candidatos, se les formularon preguntas y se escucharon sus defensas. No estuvo dispuesta a entregar su reputación a una estrategia libertaria que le queda muy lejana y dio quórum.

Y otro dato clave: el quórum se obtuvo muy rápidamente, a las 14.15 minutos, cuando en la tradición parlamentaria se espera normalmente media hora desde el horario de convocatoria, en este caso, las 14. Al momento de constituirse el quórum (hubo 38 sentados, incluidos dos radicales, el ex libertario por Formosa y 33 de los 34 peronistas), había otros senadores radicales rondando las bancas y a punto de sentarse.

Conclusión, el quórum hubiera sido en la práctica inexorable, con o sin la “ayuda” del PRO. Al gobierno, a través de Patricia Bullrich, le vino bien achacarle a Macri la “traición de irse con los kirchneristas”, y dar quórum, pero la estrategia política de la Casa Rosada estaba desfondada desde el primer momento y hacía agua por todos lados. El rechazo en la votación, abrumador, así lo demuestra.

Como en votaciones anteriores en el Senado, la particularidad santafesina se puso en evidencia: los representantes por la primera minoría, los radicales Carolina Losada y Eduardo Galaretto, votaron distinto. Losada votó contra los dos pliegos (como la mayoría de su bloque), pero Galaretto jugó la estrategia de la Casa Rosada, recomendada por el gobernador Maximiliano Pullaro, y votó a favor de los dos pliegos, aun exponiéndose a una derrota indecorosa. El sello UCR es siempre versátil, y como la perinola, puede caer con distintas caras hacia arriba, depende el día y el tema.

Marcelo Lewandowski, por su parte, se allanó a la estrategia del interbloque peronista, y rechazó ambos pliegos.


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