Aun cuando las cosas salen como se esperaba, no hay tranquilidad. La resolución que el lunes 19 a la noche emitió el Banco Central desanduvo políticamente lo logrado durante setiembre. Antes de culminar el período del dólar soja y horas después de que su presidente, Miguel Pesce, fuera ratificado en el cargo, la entidad monetaria anunció que prohibía el acceso a los dólares financieros a quienes vendieron en el marco del régimen especial.
La inmediata repercusión negativa, que incluyó al secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, obligó al Banco Central a publicar un nuevo comunicado minutos después explicando que la medida se restringía a la cerealeras. El desorden ya estaba hecho.
La disposición firmada por Pesce agregó un costo político a una medida que venía cumpliendo sus objetivos. La novedad llegó a la par del índice de inflación de agosto, que tocó el 7 por ciento. En las primeras semanas del tipo de cambio diferencial para la soja se registraron 5,7 millones de toneladas operadas y el Banco Central pudo acumular 2 mil millones de dólares netos en medio mes.
Ya hubo chispazos previos cuando la entidad monetaria incrementó la tasa de interés para el financiamiento de aquellos productores que mantengan más del 5 por ciento de su stock de soja. En esa oportunidad Bahillo también se mostró disconforme y planteó que llevaría sugerencias a las autoridades del Banco Central.
El costo monetario
El dólar soja permite recomponer reservas y brindar mayor tranquilidad a corto plazo, pero tiene contraindicaciones con efectos negativos en el mediano plazo. La falta de precisión en el anunció elevó los costos de alimentación de animales y preanuncia una velocidad sostenida en la inflación de los alimentos. La soja es la moneda del país agroindustrial y un error puede desencadenar un problema enorme.
Por lo tanto, la inflación mayor a la esperada hará que la velocidad de las devaluaciones diarias se incremente. Este es un factor que induce comportamientos conservadores en la etapa de comercialización. El Banco Central respondió con una suba de 550 puntos básicos de la tasa de interés para darle atractivo a los instrumentos de ahorro en pesos.
La soja es la moneda del país agroindustrial y un error puede desencadenar un problema enorme
El efecto directo es sobre el costo de financiamiento y el freno a la actividad. Pero la suba de tasas y la compra de dólares implican además el pago de 500 mil millones de pesos mensuales en intereses de las Leliqs y Pases y la impresión del 10 por ciento de la base monetaria en ocho jornadas.
La compra de divisas y el pago de intereses explican gran parte de la emisión monetaria del Banco Central. El crecimiento de la emisión monetaria por el pago de intereses creció 33 por ciento real respecto a junio y otro 23 por ciento real en agosto.
Es la serpiente que se muerde la cola. El Banco Central imprimió para sostener el precio de los títulos del Tesoro en las corridas de junio y julio, y la esterilización de esa masa monetaria implica remuneraciones diarias a los bancos con pesos que se suman a la emisión necesaria para la compra de los dólares sojeros.
El costo productivo
Si en el resto del mes ingresan otros 2.500 millones de dólares y el Banco Central captura el 61 por ciento, las reservas netas podrían alcanzar los 5 mil millones de dólares. Con el agregado de los fondos girados por el BID, la meta de 6.421 millones de dólares acordadas con el FMI no es una quimera.
Sin embargo, al costo monetario se suma el costro productivo. La escasez de lluvias y las heladas tardías son una amenaza para toda la campaña. Más del 25 por ciento de los lotes implantados en la región triguera presentan condiciones de regulares a malas. Las expectativas parten de un 20 por ciento de menor rinde y llegan a escenarios totalmente pesimistas.
Si la cosecha fina anda tan mal, se hará más soja de primera. Es decir, se perderán circuitos de rotación y se modificarán los plazos y niveles de reposición con repercusiones sobre el estado del suelo. Son costos que se notan poco en lo inmediato, pero tiene implicancias sumamente graves a largo plazo.
Según la Guía Estratégica para el Agro la campaña gruesa comenzará con el peor escenario en 27 años. La Bolsa de Comercio de Rosario indica que la zona sur de Santa Fe presenta el estado más crítico con una media de lluvias inferior a los 5 milímetros. La mirada puesta en el precio internacional pierde la real dimensión del espectro productivo local y deja de lado los costos operativos, de reparación de maquinarias, comercialización, flete, movilidad, impuestos o personal.
El replanteo productivo se choca de lleno con la mayor liquidez obtenida por las ventas de soja. Con un panorama de semejante incertidumbre y con márgenes de rentabilidad en retroceso, para enfrentar cualquier inconveniente, contar con el grano siempre es un refugio más prometedor.
La extrema delicadeza de la situación tiene como única esperanza las lluvias salvadoras. En caso contrario, el objetivo será atravesar la seca hasta fin de año y aguardar un 2023 con mejores condiciones. La viabilidad del presupuesto anunciado recientemente dependerá del factor climático. No es mucho el patriotismo que se puede exigir en un contexto tan desfavorable.
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Hace periodismo desde los 16 años. Fue redactor del periódico agrario SURsuelo y trabajó en diversos medios regionales y nacionales. En Instagram: @lpaulinovich.
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