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Política

Marcelo Ciavatti, cura de Cáritas: “El Estado no consigue bajar a las bases para darle transparencia a los planes”

Siempre me pregunté cómo es posible que Cáritas, que tiene presencia en todo el país y hace miles de trabajos, no tiene el acceso a los planes que tienen otros grupos”, dice el salesiano Marcelo Ciavatti, al frente de esta organización humanitaria de la iglesia católica en el barrio Santa Lucía. Un enclave de pobreza entre la avenida de Circunvalación, las vías del ferrocarril, la autopista a Córdoba y bulevar 27 de Febrero. Pandemia mediante y por su trayectoria, la institución recibió 2.500 planes Potenciar Trabajo para todo el país, de los cuales Rosario recibió unos 150 que se distribuyeron entre unos 14 barrios, entre ellos la barriada del sacerdote de la orden de Don Bosco. 

“El Estado generó estos planes de transformación y de trabajo pero no consigue bajar a las bases para darle transparencia, para acompañar su aplicación que es difusa”, sostiene el sacerdote, que aclara que frente a la realidad social cada vez más difícil y la pandemia, desde Potenciar Trabajo se hizo un acuerdo con Cáritas, que tiene comedores de distribución de alimentos en distintos puntos del país, para que integrara personas de la comunidad, encargadas de servicios complementarios a los comedores. La tarea a realizar era el cuidado de personas. “Recibimos estas herramientas pero eran migajas comparadas con las que se otorgan a otras organizaciones”, enfatiza el sacerdote. 

En el Santa Lucía, Cáritas funciona en una casita donada que se convirtió en centro de talleres y producción de alimentos después de completar los cursos de bromatología. Ciavatti está orgulloso de la actividad en la que confluyen unos 40 voluntarios, junto a un pequeño grupo de Potenciar Trabajo que le adjudicaron, y entre 20 y 30 personas que a través de Aprender Haciendo, del programa provincial Santa Fe Más, coordinan 12 talleres.

A los cursos de capacitación de panadería, albañilería, peluquería, mosaiquismo, carpintería, entre otros, en Santa Lucía sumaron un área que consideran indispensable para el vecindario. Se trata de los cursos de cuidado de personas, niños, adolescentes, abuelos y madres primerizas. “Tenemos el gimnasio con siete disciplinas, abrimos dos centros de niños, con todas actividades para los chicos cocineritos, arte, deportes, tenemos un grupo de animadores callejeros que vamos a los barrios”, describe a Suma Política, y comenta que varias personas del barrio que tienen Potenciar Trabajo con otras organizaciones sociales, pidieron que les pasen el plan a Cáritas porque “dijeron que no querían estar en una organización donde recibían algo y no hacían nada”.



“Esto significa que la gente no es vaga, quiere trabajar y cuando ve una obra buena, a favor del bien común, se suma, con el don que tienen porque quieren transformar su territorio”, explica. Y lamenta no disponer de mayor número de estas herramientas en el barrio ya que desde Cáritas garantizarían el acompañamiento. “Vos podés hacer los planes pero el tema es cómo y quién los baja al barrio, quién controla, quién dirige a los grupos, o les llama la atención si no trabajan, lo que muchas veces fracasa es el acompañamiento, no la herramienta”.  

Según Ciavatti, los planes pueden pasar de una organización a otra a través de Anses “pero ahora está todo en crisis, todo cerrado, no hay cambio, ni alta ni baja,  está todo congelado y no podés activar ninguna corrección al sistema”, comenta. Y ubica la situación en el marco de las negociaciones con el FMI. “En lugar de tener miedo de defender estas herramientas porque te dicen que se está gastando mucho dinero público en lo social, habría que responder: no te metás con mi pueblo, yo sé lo que gasto para lo social, hay que tener lengua para defender eso”, sostuvo. 

“La propia palabra planes ha sido ensuciada. La herramienta en sí también puede haber sido mal utilizada por algunos. Estas herramientas tienen una finalidad: primero ayudar al ciudadano a que no muera, porque está en agonía, todos los que se ríen de esto se ríen de panza llena, pero quien sufre hambre, no tiene acceso a la escuela, tiene frío, esos necesitan un salvavidas”, advierte. 

“La segunda importancia de esta herramienta es sostener a quien puede caminar por sí mismo, a quienes las circunstancias pauperizaron, destruyendo fuentes de trabajo o  pequeñas iniciativas, sus trabajos secundarios o en negro a quienes no entraron en el sistema, el plan los ayudada a caminar”, sostiene. Y agrega una tercera etapa, que “se da cuando se sale del plan de emergencia básica para asociarse a otros y ser de nuevo un ciudadano autónomo que por sus propias manos, industriocidad y capacidad, consigue nuevamente tomar las riendas de su hogar con dignidad y sale del salvavidas”.

“Ese es el verdadero proceso de los planes, ahora con tanta población necesitada se pudo haber hecho la instrumentación de los mismos. Y esta instumentación puede tener varias vertientes; una es el puntero que recibe, da altas y bajas y por ese servicio se queda con algo de la persona a la cual él instauró en el sistema. Eso existe”, dice el sacerdote. 

Pero hay otra instancia, la que surge cuando se advierte que la cantidad de gente que en los barrios puede quedar sujeta al clientelismo y entonces surgen otros mediadores, los del sistema político. “Estamos hablando del control poblacional político y en este caso hay una detormación de los planes”, advierte. 

El salesiano tampoco pasa por alto que los intendentes suelen utilizar los planes como mano de obra barata, que las organizaciones llevan personas de un barrio a trabajar a otros lugares y que suele aplicarse un descuento en los planes para sostener el traslado de la gente en las movilizaciones. “No es que no se trabaja, sino que para aplicar estas herramientas faltan guías”, enfatiza. 

“Vuelvo a repetir que la herramienta necesita supervisión para que sea aplicada y produzca el efecto esperado, eso es lo importante, a veces la herramienta no está errada sino que careció de quien la pueda aplicar con racionalidad”. Y dijo que cuando viene el juego de poder, surgen las disputas de propiedad de las personas a través de los  planes. 

Ciavatti, que llegó al Santa Lucía después de misionar 22 años en Angola, en plena guerra civil del país africano, sostiene que el Estado está totalmente ausente en los barrios y “los planes son herramientas magníficas que en el territorio se vuelven difusos”. El acompañamiento pondría en evidencia más de una inconsistencia, por ejemplo pedirle que se digitalicen a personas que no saben generar claves ni emitir una factura.  

“Si tuviéramos quinientas o doscientas de estas herramientas transformaríamos Santa Lucía”, concluye el cura, que “ama el barrio y su gente que lucha, se cae y se levanta, que tiene sueños y esperanzas” y que por sus calles olvidadas no ve pasar combis anaranjadas llevando niños a la escuela o los clubes, sino las combis blancas del Servicio Penitenciario. Esa es la realidad que le duele y quiere transformar con esas “herramientas”, como les dice a los planes. 


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