El mensaje del presidente de la Sociedad Rural, Nicolás Pino, durante la inauguración de la Exposición Rural fue conciso y contundente. El referente de la entidad gremial del agro más tradicional de la Argentina dejó manifiesto el apoyo condicional del campo. Tras cinco años de ausencias presidenciales en la feria, Javier Milei lo escuchó y respondió con un pedido de paciencia.
Al campo, como fue sintetizado en una serie de consignas, le interesa menos un nuevo salto devaluatorio que una baja de impuestos. La idea del atraso cambiario insoportable parece más ligada a los intereses de otros sectores con una larga historia de rivalidades con el agro, como el de los hidrocarburos. Para el sector agropecuario, la necesidad principal pasa por recomponer las condiciones internas de previsibilidad.
Pero se vuelve difícil sostener esos objetivos con una soja que a nivel internacional alcanza en términos reales los valores mínimos en 20 años. Durante su discurso en la Rural, el presidente Milei anunció medidas que incluyen la desburocratización y eliminación de retenciones en rubros vinculados directamente a la actividad ganadera, corazón productivo de la Sociedad Rural. Es algo, pero poco.
El objetivo de llevar el dólar contado con liquidación a la zona de los 1.100 pesos a través de ventas en el mercado cambiario para hacerlo confluir con la baja del impuesto PAIS al 7,5 por ciento es sumamente exigente en un período del año donde el ingreso por exportaciones disminuye y cuando la regularización del pago de importaciones quita fuerzas al principal factor que explicó la acumulación de reservas durante los primeros seis meses.
Si bien la balanza comercial continuó arrojando valores positivos, si se considera el turismo y el pago de intereses, en junio el balance cambiario registró un déficit de 223 millones de dólares. Es una primera señal de la exigencia que requiere el horizonte trazado desde Economía. La apuesta es que un aumento de ingresos por Ganancias y Bienes Personales ofrezca un margen para la compra de dólares.
En ese contexto, el rol del campo se vuelve protagónico, aunque no tanto como el del FMI, el BID, la CAF y el Banco Mundial, a los que en el año se le pagó neto 4.625 millones de dólares en concepto de capital. Los economistas y representantes de grupos de interés vestidos de analistas, resaltan la animosidad cautelosa de los productores que no venden sus granos generando mayores presiones sobre las reservas internacionales.
Pero si se observan los datos del macroentorno, es comprensible la prudencia. Con la prolongación de la guerra entre Rusia y Ucrania, que compromete la seguridad de los abastecimientos a nivel mundial, y una decisión del gran demandante, China, de incrementar sus stocks de reservas a niveles desconocidos, dado el hermetismo del régimen, la realidad supone un escenario poco fiable para los precios de las commodities.
A ese marco hay que sumarle los resultados de Brasil y Estados Unidos, los cuales ostentan una situación regulatoria que les permiten una flexibilidad y capacidad de respuesta muy superior a la nacional. Los 34 millones de toneladas de soja y 28 millones de toneladas de maíz que restan exportar adquieren otra dimensión. Las reservas de granos en posesión de productores no son valores fugados, sino activos que forman parte del patrimonio nacional.
Una devaluación golpearía los bolsillos de los asalariados, impactaría en las importaciones y eliminaría el superávit, una pieza clave del programa del gobierno. En ese marco, la centralidad está en las restricciones cambiarias. Sin embargo, el cepo está compuesto por múltiples regulaciones que requieren de una precisión máxima para evitar avalanchas y corridas.
Que la espera se hace larga es indudable a partir de las declamaciones insistentes y una intensa divulgación de los potenciales beneficios de una corrección del tipo de cambio, aún por parte de aquellos que, en un contexto con semejanzas, hace 2 años, lo consideraban una extorsión de los grupos concentrados para saquear los salarios.
Esas particularidades son las que permiten observar con mayor claridad la Exposición Rural, al ser un evento de trascendencia nacional y con una amplia cobertura. Con más atención dedicada a las internas entre el presidente y la vicepresidenta, Victoria Villarruel, la situación real del sector productivo se luce por su ausencia en las expresiones más difundidas.
Los sesudos diagnósticos generalmente suelen estar sesgados por intenciones encubiertas que responden a uno u otro sector comprometido. El contrabando ideológico es habitual en la opinión pública. Y al estar los centros de irradiación nacional domiciliados en la Ciudad de Buenos Aires, donde proliferan asesores de empresas petroleras, industriales o financieras, cuyos intereses y pretensiones suelen divergir de los del sector agroindustrial, el campo es una de las víctimas principales.
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Hace periodismo desde los 16 años. Fue redactor del periódico agrario SURsuelo y trabajó en diversos medios regionales y nacionales. En Instagram: @lpaulinovich.
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