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Política

Pullaro le sacó 20 puntos a la oposición y quedó a las puertas de la mayoría en la Convención Constituyente

La noche de la elección no todos los festejos son iguales, pero siempre hay que simular alegría. Maximiliano Pullaro podrá celebrar que ganó con su lista en todos los departamentos de la provincia, que no perdió en ninguna ciudad o pueblo santafesino, que va a quedar a dos o tres bancas de controlar la mayoría (probablemente consiga 33) en la convención que va a reformar la Constitución Provincial y le habilitará la posibilidad de la reelección como gobernador. 

Aunque le arruinó un poco la fiesta que la coalición que lidera haya tenido un enorme traspié en Rosario, donde no sólo perdió el convencional por el departamento (no pudo trasladar su arrastre al senador Ciro Seisas), sino que además esa alianza entre partidos quedó en el tercer puesto en las PASO para elegir concejales en junio.

El intendente Pablo Javkin por algo habló separado de los que podían exhibir alguna victoria. Sus dos candidatos perdieron: Seisas, porque fue a quien llevó desde un estudio de televisión a la política —primero como concejal y después como senador provincial— y Carolina Labayrú, una funcionaria a la que entronizó al frente de la principal nómina del oficialismo para el Concejo. 



En la campaña quedó claro que el intendente se puso al lado de esa única postulación, en desmedro de las otras nueve propuestas que suman en Unidos. Por ahora prometió una revancha cuando se realicen los comicios generales para renovar 13 bancas. “Que el resto se preocupe para junio”, advirtió.

Pullaro también podrá confrontar el resultado electoral con el gobierno nacional, al que doblegó a nivel provincial, al igual que al resto de la oposición que se presentó fragmentada, y a la que le sacó una ventaja de unos veinte puntos. “Duplicamos al segundo”, resaltó. En ese pelotón se ubican La Libertad Avanza, el peronismo dividido y Amalia Granata, que quedó cuarta, pero en una especie de triple empate entre segundos.

Otro gran ganador de la elección en su doble condición de candidato a convencional y a concejal fue Juan Monteverde, el referente de Ciudad Futura que representó a la lista oficial del peronismo. Llegó a estos comicios con el objetivo firme de convertirse en intendente de Rosario en 2027, pero de golpe se encontró con que en su primera campaña provincial de apenas 40 días se transformó en segunda fuerza política en Santa Fe, compitiendo nada menos que contra el gobernador en funciones.

De su propósito principal le queda otra medalla: en la sumatoria del resto de las listas que fueron en su interna en la ciudad se erige como primer espacio político, adelante de La Libertad Avanza y del oficialismo que gobierna la Intendencia, que quedó en tercer lugar.

Monteverde no se anduvo con vueltas a la hora de celebrar: “Hoy le ganamos en Rosario al intendente, al gobernador y al presidente de la Nación”. Y nada de eso puede discutirse a la luz de los números, en unos comicios que amagaron con deserción histórica y terminaron en un promedio de asistencia apenas inferior al de las últimas elecciones, alrededor del 55 %.



El peronismo liderado en una alianza por Monteverde se proyecta así como uno de los competidores más serios no sólo para la elección de concejales del 29 de junio (donde deberá enfrentar a LLA y al oficialismo municipal), sino también para el 2027, aunque dos años es demasiado tiempo para proyectar.

Lo mismo le pasa a Juan Pedro Aleart, que podría instalarse en la misma línea de largada al resultar con su lista única de concejales segundo en Rosario -a nivel individual fue el más votado- y haber vencido para convencional departamental a su ex compañero de la pantalla de Canal 3. Su suerte aparece demasiado atada a los éxitos y fracasos del gobierno nacional, devaluación, cepo y otras desventuras de la economía incluidas. Ya pasó una vez que un candidato de sesgo liberal se perfilaba dos años antes para la Intendencia y se quedó en las vísperas. Después ganó Javkin.

En el presente, La Libertad Avanza también tiene algo para festejar, tal vez menos de lo que esperaba a nivel provincial. Aunque en los chats del gobierno ya se preveía que en Santa Fe al partido del gobierno nacional le iba a ir mal frente a Pullaro. Por algo casi no hubo presencias estelares del oficialismo en la provincia. Algo que puede cambiar para la elección de diputados en octubre de este año.

Nadie viajó desde Capital Federal a celebrar la primera victoria del sello LLA en el país. Fue en Rosario, de la mano de Aleart. Fue Romina Diez la que tomó la palabra la noche de los festejos, más que para comentar los resultados para pronosticar que “en dos años el próximo intendente de Rosario será liberal”. Se refería a Aleart, quien reforzó esa idea con un deseo más genérico: “Rosario va dejando atrás las ideas socialistas después de 35 años y se abraza a las ideas de la libertad”. Cerró con un saludo a lo Milei y no revalidó de inmediato su tempranera postulación.

Nicolás Mayoraz, al frente de la lista provincial de LLA, no pudo mostrar el mismo desempeño que Aleart en Rosario. “Estamos peleando el segundo lugar”, dijo cuando ya parecía claro que ese orden en la grilla le correspondía a alguien con un perfil ideológico opuesto al suyo, Juan Monteverde, por apenas un punto. Le quedará la satisfacción de haberse posicionado por encima de Granata, también por muy poco.

Nadie mencionó que además del departamento Rosario, LLA también se impuso en Belgrano, con lo que tendrá dos convencionales de ese origen, más los que le toquen por el reparto provincial. Unidos se quedó con 13, la misma cantidad que ya había cosechado en la elección de senadores del 2023, el piso de los que planeaba conseguir. 

No le salió bien al gobernador la jugada de convencer al intendente de San Lorenzo, Leonardo Raimundo, a competir con Armando Traferri, el histórico senador por ese departamento, que se quedó con la banca de constituyente por casi 3 puntos.

Amalia Granata, si bien quedó cuarta, se impuso a dos peronistas, uno de ellos el último candidato a gobernador del PJ. Marcelo Lewandowski, a pesar de que exhibía tres campañas provinciales recientes, no apareció en la disputa por los primeros lugares y perdió lo que en la previa parecía un duelo parejo contra Monteverde.

El quinto lugar lo dejó sin demasiadas explicaciones, aunque las intentó, aludiendo a la baja cantidad de votantes y lo complejo de una elección que no estaba clara. Volvió a insistir con la idea de “volver a enamorar al electorado” cuando le preguntaron si se arrepentía de haber ido por afuera del PJ. “Nadie puede alegrarse con estos resultados”, admitió, aunque más que hablar de sí mismo se refería al resto de las fuerzas políticas.

Con todo, el senador nacional podrá ingresar cuatro convencionales a la asamblea reformadora, algo que no era el centro de sus objetivos políticos de reconstrucción del peronismo, pero que no lo deja con las manos vacías.

El otro que sufrió una decepción en sus expectativas fue Roberto Sukerman, que quedó relegado y muy lejos del piso para entrar al reparto electoral. Tampoco llegaron Claudia Balagué ni la representante de la izquierda. Sí se metió en la discusión la Locomotora Alejandra Oliveras que sumará dos representantes. Podrían formar parte de lo que desde el oficialismo provincial denominan acuerdos o esquemas de posibles alianzas.

Al gobernador Pullaro podrán achacarle que no sacó tanto como esperaba, aunque siempre públicamente habló de un piso de 30 puntos (consiguió 34/35). Se le podrá rebatir que obtuvo menos de la mitad de los votos que cuando fue electo gobernador hace menos de un año y medio. La respuesta fue dada antes: no es la misma elección, y las gestiones desgastan.

Fiel a su estilo, Granata le replicó que al haber sacado el 35 % de los votos, “a un año de haber asumido, más de la mitad de la provincia ya no lo quiere”.

Felipe Michlig (electo convencional claramente por su departamento), y con quien Granata se había peleado en una asamblea legislativa, le recordó que ella y LLA son los grandes perdedores de esta elección al salir tercero y cuarto. 

Más conciliador, fue el gobernador quien tendió algunos puentes al sostener que “tener la mayoría no nos da la razón”, y contrastó el modelo Santa Fe con la gestión del gobierno nacional, donde su nombre se empieza a ver con algún resalte.

“En Santa Fe se escucha y se debate”, pareció ser el mensaje al resto de la República. Y a Granata le destinó otras palabras: “No es agrediendo que se muestra que somos mejores”.

Un discurso de humildad en la victoria que podría garantizarle los acuerdos que todavía le faltan para una convención más ajustada de lo que se preveía.


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