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Sociedad

Rosario, desinformación y aprendizajes en la era de la viralización

La escena puede parecer, de antemano, simpática. Es el 11 de setiembre del 2015. Varios medios de distribución nacional anuncian el nacimiento del segundo hijo de Messi. Dicen que se llama Benjamín. Pero un tuit de Matías, hermano del futbolista, asegura: “Quiero dejar dos cosas en claro, primero que el hijo de Leo no se va a llamar Benjamín como dicen los medios, y segundo todavía no nació”. Desde un medio rosarino se busca un título para contrastar la información errónea: “El hijo de Messi todavía no nació”. Y el título es una paradoja, ¿desde cuándo un no nacimiento puede ser noticia?

La explosión de las redes sociales aceleró el proceso de circulación de información. Audios de WhatsApp de dudosa procedencia, fotos adulteradas, rumores instalados en el último momento de Twitter, campañas orquestadas al calor de los comentarios de Facebook. La licuadora de las redes socio-comerciales con su potencia centrífuga ha puesto en jaque a los medios de comunicación. Desconcertados o atónitos, periodistas y medios asistimos al final de un supuesto prestigio generado por obtener una primicia. 

Es el fin de la era de una carrera voraz por llegar primeros a un acontecimiento y poder contarlo antes que nadie. Asumir el final de esta etapa nos interpela en repensar los criterios de calidad periodística en una era signada por la desinformación. ¿Qué contamos?, ¿cuándo lo contamos?, ¿cómo chequeamos? Son interrogantes que deberían revalidar los procesos de curaduría ante una avalancha de datos que se expanden entre la viralización y las operaciones políticas.  

El fenómeno no es nuevo. A través de la historia siempre hubo una tecnología en cada época para expandir falsedades y propaganda. Pero, la revolución digital aceleró los procesos. La desintermediación comunicativa elimina los intermediarios tradicionales poniendo en el centro del proceso a las audiencias otorgándole la posibilidad de un contacto directo entre información y receptor a través de la web. Cada usuario es, de alguna manera, un medio de comunicación en sí mismo. 


Un escrache mediático seguido de muerte


Un audio de WhatsApp que comenzó a circular en la ciudad de Rosario el 12 de octubre de 2018 narraba cómo una joven habría “sido drogada” en un colectivo urbano por Javier Messina, entonces conocido como “Dios Punk”, luego de tocar un ejemplar de la revista de ese músico callejero. “Fue en la parada de Pellegrini y Alem, cerca de la facultad, hablé con la policía ya y me dijeron que estaba cazando así chicas y que avise, así que difundan si quieren este mensaje, para cuidarnos entre todas, y que tengan cuidado”, detallaba el audio que al poco tiempo era acompañado con una foto de Messina. Se afirmaba que el músico había secuestrado a una joven. El Dios Punk comenzó a ser acosado y agredido cada vez que alguien lo reconocía en algún espacio público. Su propio padre lo denunció en la Comisaría 2ª con el fin de protegerlo de un linchamiento. Fue detenido y la noticia, también con una fotografía, se difundió por las redes: “Lo agarraron”. Los medios de comunicación de Rosario publicaron la información no chequeada, y ésta circuló a un ritmo vertiginoso con la imagen del rostro del músico sin esfumar. La condena social fue un hecho aún cuando los médicos constataron que la chica del colectivo no había sido drogada. Casi un año más tarde Javier Messina se suicidó.


A través de la historia siempre hubo una tecnología en cada época para expandir falsedades y propaganda. Pero la revolución digital aceleró los procesos

Recientemente los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación estuvieron en Rosario para participar de un amplio debate sobre la problemática del narcotráfico. La noche anterior se difundieron en WhatsApp y Twitter mensajes y audios que advertían sobre posibles ataques en universidades y comercios. Nada de eso ocurrió. La hipótesis más fuerte fue que se intentó generar terror y pánico. En esta oportunidad, los medios brindaron la información con contexto. 


La desinformación y el contexto


“La desinformación puede definirse como la difusión intencionada de información no rigurosa que busca minar la confianza pública, distorsionar los hechos, transmitir una determinada forma de percibir la realidad y explotar vulnerabilidades con el objetivo de desestabilizar”, define Julia Alicia Olmo y Romero en su trabajo Desinformación: concepto y perspectivas. En este marco, se abren al menos dos líneas de trabajo y reflexión. Por un lado, cómo fortalecer procesos de chequeo de información en los medios de comunicación, y por otro, de qué manera generar conciencia ciudadana en la responsabilidad individual a la hora de generar, compartir y distribuir información en las redes.  

Una investigación del Foro de Periodismo Argentino y Thomson Media con financiamiento de la Unión Europea, mostró que sólo tres de sesenta medios digitales argentinos tienen una política de corrección de errores. Con el objetivo de que este debate llegue a las aulas de escuelas primarias y secundarias FOPEA también desarrolló la Colección Educativa: Medios, periodismo y procesos de desinformación, con materiales didácticos sobre la información como derecho fundamental en la vida democrática y las prácticas cotidianas de acceso y uso de la información.  

La creación de equipos específicos, la formación profesional y la generación de estándares de chequeo son piezas clave que la práctica debe asumir como una meta en el corto plazo. Pero la desinformación trasciende el periodismo. Será rol de los estados instrumentar en los procesos de enseñanza la formación de una ciudadanía comprometida socialmente en un fenómeno que atenta con la libertad de expresión y la democracia. 


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