La seguridad. No hay otro tema que desvele al gobernador Maximiliano Pullaro de cara a las elecciones de convencionales del 13 de abril. Ante el optimismo de los últimos tiempos, les advierte a sus cercanos que las bandas narcos “siguen ahí” y no descarta que intenten hacerse notar en la escena pública para perjudicar la elección del oficialismo. “Si pudieran hacerme perder, lo harían”, admite el gobernador que encabeza una lista de candidatos para reformar la Constitución de Santa Fe.
El tema lo obsesiona. Pullaro controla casi minuto a minuto la cantidad de hechos de violencia que se producen, sobre todo en Rosario. Hasta tiene una rutina de chequeo incluso por la noche, cuando duerme. Se despierta a la 1, a las 3 y a las 5 de la mañana para mirar su teléfono y verificar que todo sigue bajo control. Como si estuviera programado. Lo mismo hace antes de acostarse y es lo primero que ve cuando se levanta.
A pesar de tanta inquietud no se desesperó cuando el domingo último se encontraron restos óseos en tres contenedores de basura del centro de Rosario. Le escucharon decir que “estos tipos”, por los jefes narcos, no son tan sofisticados. Cree que si quisieran alterar el orden público lo harían como lo hicieron antes, baleando el frente de una escuela o la vidriera de algún negocio, para provocar estremecimiento social.
En la Casa Gris explican la disminución de la inseguridad por las medidas que vienen tomando de control de la calle: identificación de personas, patrullaje intenso y decisiones hacia el interior de las cárceles. Pero aceptan que todo es inestable, no hay batalla ganada por completo en este terreno, porque los capos narcos no son solamente los dos o tres más conocidos, sino más de cien, y no es tarea sencilla controlar las 24 horas a todos ellos, mientras permanecen recluidos en varias cárceles de todo el país.
Pullaro repite entre sus más cercanos que recién va a estar tranquilo cuando termine de desarrollar el plan de seguridad que comenzó con su gestión y que incluye la construcción de nuevas estaciones policiales, más cárceles (en los cuatro años harán más de 6500 celdas) y se instalen (esto sí pasará en pocos meses) nuevas cámaras de seguridad con inteligencia artificial para controlar el espacio público en Rosario. Pero tener un resultado más duradero demandará casi todo el tiempo del resto de su gestión. Entonces sí garantiza que Rosario no va a volver a pasar por lo que pasó.
Tiene claro el gobernador que el control sobre los homicidios y la violencia urbana no es algo que esté cerrado, aunque haya bajado de intensidad notablemente en el último año. Ni siquiera la reaparición de algunos números no tan buenos en enero (parecidos a los del mismo mes de 2024) le hizo perder la calma, después de analizar minuciosamente el origen de cada caso y llegar a la conclusión de que no eran parte de la misma historia de antes. Tampoco el triple crimen que se registró en febrero, que hizo volver a pensar en épocas pasadas. “Es que acá se cruzaron muchos límites y se mataron entre ellos. Quedaron cuentas pendientes de venganza”, se explica cada vez que algún caso nuevo parece poner en riesgo la reciente estabilidad.
El tema de la seguridad es clave para la gestión provincial, aunque también es paradójico. El actual gobernador no vivió con euforia cuando tuvo que hacerse cargo de la cartera más difícil durante la gestión de Miguel Lifschitz y renunciar para ello a una banca de diputado. Para colmo en las elecciones de 2019, el Frente Progresista —que gobernaba la provincia en una sociedad entre socialistas y radicales— perdió a manos del candidato único del PJ que prometía paz y orden. Cuatro años después, el actual gobernador ganó con la expectativa renovada sobre el mismo tema.
Cuando la calle se tranquiliza, el gobierno comprueba ahora que los éxitos en la gestión son efímeros. Cuando el gobernador camina y dialoga con la gente durante los actos, antes que reconocerle el mérito por la recuperación de la normalidad en las calles, algunos ya pasan de hoja y le reclaman por el aumento de las tarifas del agua o la energía. “Ya no me pide más por la seguridad”, les responde el gobernador a las mismas personas que hasta hace poco no hablaban de otro tema que la violencia, cada vez que lo cruzaban como candidato o en los primeros meses de gestión.
El gobierno sabe que en paralelo pueden aparecer otros temas de campaña que intenten golpear los buenos niveles de imagen que tiene. Uno que le recriminaron estos días, el gobernador lo asumió como un error y prometió corregirlo a futuro. Fue el decreto por el que se habilitó a tener licencias con goce de sueldo a los candidatos que tienen un cargo en el Estado, algo que no es voluntad de las actuales autoridades, sino que rige desde 1983 y está determinado por una ley. Pero que aparece injusto si se lo compara con los funcionarios que son candidatos y no van a tomar licencia, una cuestión de la que casi no se habla y que es transversal a varios partidos.

Los tiempos de la Corte
Otro de los temas centrales de la gestión Pullaro es la Corte Suprema de Santa Fe. Con la asunción como jueces del máximo tribunal de Margarita Zabalza y Jorge Baclini parece haber regresado la calma después de momentos de tensión institucional, pero el objetivo de renovación casi total sigue en pie.
Reafirman en el gobierno que los tres ministros que superan los 75 años y siguen en funciones —Rafael Gutiérrez, Roberto Falistocco y Eduardo Spuler—, más temprano que tarde deberán irse. En el acto formal de inicio del año judicial le anticiparon al gobernador que quieren charlar sobre el tema. “Parece que están interesados en hablar”, cuentan desde el Ejecutivo, después de que los intimara con los decretos de cese, algo que no es tan sencillo de implementar.
Pullaro dice tener buena relación con los tres cortesanos a los que invita cada tanto a retirarse, pero se mantiene firme en una idea: ya cumplieron su ciclo. Para el desenlace de la situación prefiere que sea “con el menor costo posible”. Sabe que tiene a mano el decreto de cese para los tres, pero prefiere por ahora esperar a que le presenten un plan ordenado de salidas, una suerte de sistema de postas.
El más inflexible para tomar esa decisión parece ser el que más veces fue presidente del Máximo Tribunal de Justicia de la provincia, Rafael Gutiérrez, que no sólo aspira a estirar los tiempos todo lo que se pueda, sino que además insinúa con otras pretensiones, como querer sugerir su propio reemplazo. Su esposa podría ser esa alternativa, Jaquelina Balangione, la misma que actualmente es candidata a convencional por una lista del PJ. Ya le dijeron que no, pero nunca se sabe.

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Periodista. Licenciado en Comunicación Social de la UNR. Ex jefe de Redacción de La Capital. Twitter: @DanielAbba_
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