La decisión del gobierno de Estados Unidos de imponer aranceles del 25 % para las importaciones de acero y aluminio provocó un fuerte revuelo en el mercado global y encendió alertas en Argentina por el impacto que podría tener sobre dos sectores fuertemente concentrados de la economía, pero con gran encadenamiento productivo. Sin embargo, estos grandes nubarrones todavía no se transformaron en una tormenta para la industria local, y para algunos, podrían convertirse incluso en una oportunidad si las nuevas condiciones comerciales generan una baja de precios en el mercado doméstico.
“Esta decisión no afecta a ninguna estructura del complejo siderúrgico en Santa Fe”, afirmó el secretario de Industria provincial, Guillermo Beccani.
En alerta frente a este cambio en el comercio bilateral, el Ministerio de Desarrollo Productivo santafesino realizó un relevamiento entre las empresas del complejo siderúrgico y el encadenamiento productivo aguas abajo, es decir, aquellas que utilizan como insumos el acero y el aluminio.
Y aunque consideraron que el efecto indirecto es “difícil de predecir”, señalaron que “por ahora” la industria de la región no sintió esos cambios.
No es un dato menor teniendo en cuenta la composición de la matriz productiva santafesina, donde las industrias metalúrgica y metalmecánica son actores centrales.
Beccani explicó que en el caso de Acindar —del grupo indio Arcelor Mittal— dedicada a la fabricación de aceros largos para la construcción, el agro e industrias como la del petróleo, minería o automotriz, desde el año 2019 no le vende a Estados Unidos, mientras que Tenaris, que coloca en el mercado norteamericano tubos sin costura, exportó alrededor de 100 millones de dólares el último año, “no es un volumen que pueda tener un impacto en el mercado argentino”, dijo.
Aunque la primera está atravesando un proceso de crisis con suspensiones de personal y parada de planta, las razones son domésticas y obedecen al fuerte parate de la obra pública que provocó una retracción en la construcción y, por ende, de la demanda de acero. Y también, a otra cuestión menos coyuntural pero no por eso menos grave, como es la competencia de China que afecta a muchas empresas.
Diferente es el caso del aluminio. Las exportaciones hacia Estados Unidos tienen mayor peso y la suba de aranceles lo golpea más fuerte, pero también puede generar un reacomodamiento de precios en el mercado interno si la principal compañía no logra colocar sus excedentes.
A diferencia del acero, cuyos precios acompañaron la devaluación de diciembre de 2023 y cayeron en el orden del 25 %, según indicó Beccani, el aluminio fue inflexible a ese fenómeno. Por tratarse de un mercado altamente concentrado, los precios de ese insumo “estuvieron desde la devaluación un 40 por ciento por encima de los valores regionales”, agregó, haciendo una comparación con países vecinos como Paraguay, lo que impactó directamente sobre los costos de las empresas locales que se abastecen de ese insumo.
De este modo, si Aluar, el principal operador en Argentina, no logra colocar su excedente de producción generado por la política arancelaria de EE.UU. “una alternativa es que se produzca una baja de precios o un acomodamiento a la baja”, estimó Beccani, que, como consecuencia, podría traer un alivio a las empresas argentinas demandantes de este insumo y meter algo de aire en un mercado inflexible a la baja.
Aunque aún no se pueden cuantificar las pérdidas para la Argentina —pese a que las cámaras sectoriales realizaron estimaciones apuradas apenas se conoció la decisión de Trump— la medida mete ruido en la relación que el presidente Javier Milei busca consolidar con su par norteamericano, y vuelve a profundizar el desbalance histórico en el intercambio comercial entre ambos países.
“La balanza comercial con Estados Unidos mostró históricamente un saldo negativo para Argentina”, afirmó un informe de la Cámara de Comercio estadounidense en el país (Amcham), y precisó que en el periodo 2015-2023 el déficit anual promedio fue de aproximadamente 2.700 millones de dólares.
Sin embargo, “Argentina logró revertir la tendencia durante 2024 generando una balanza superavitaria en aproximadamente 302 millones”, precisó.
Ante lo cual planteó que “las nuevas políticas arancelarias del gobierno de Donald Trump generan preocupaciones en los sectores exportadores argentinos” y “si bien el comercio bilateral no ha sido todavía directamente afectado, estas medidas podrían representar una amenaza a un corto plazo”.

En el foco de la tormenta
El mapa comercial muestra que, de los dos productos sujetos a aranceles, el aluminio es el que sentiría el mayor efecto en Argentina. Las exportaciones nacionales de ese complejo hacia EE.UU. sumaron más de 600 millones de dólares en 2024, de los cuales 530 millones corresponden a Aluar, la única productora de aluminio del país.
Para la compañía el mercado norteamericano es clave ya que concentra el 40 % de sus ventas externas y fue por eso que su titular Javier Madanes Quintanilla puso el grito en el cielo cuando se formalizó la medida y le pidió urgente intervención al gobierno.
No es la primera vez que el Estado intercede directamente ante el país del Norte por este sector, lo hizo en 2018 cuando Mauricio Macri era presidente y también gobernaba Trump. En esa oportunidad Dante Sica, ministro de la Producción fue el encargado de llevar adelante las gestiones para lograr un cupo para acero y aluminio argentinos sin aranceles.
El gobierno estadounidense fijó en ese momento restricciones arancelarias haciendo foco en la seguridad nacional para el aluminio importado. Pero luego, Argentina logró restablecer un cupo de 180 mil toneladas anuales exentas.
Según datos de Amcham, en el primer semestre del año pasado, las exportaciones argentinas del complejo aluminio con destino a EE.UU. sumaron 249 millones de dólares, lo que representó un 8,6 % del total vendido a ese país.
La situación del acero es diferente, ya que las exportaciones de ese complejo, concentradas en Tenaris, sumaron unos 100 millones de dólares, fundamentalmente en tubos sin costura destinados a la industria petrolera estadounidense.
“Hay una gran integración productiva entre el sector siderúrgico de ambos países, la industria norteamericana solicitó a la Argentina productos de acero que son insumos para su proceso productivo. Somos un proveedor confiable y representamos solo el 0,20 por ciento de la producción mundial”, planteó la Cámara Argentina del Acero frente a la decisión de Trump.
Recordó también que desde que se impuso la sección 232 de la Ley de Expansión Comercial estadodunidense, en el marco de la cual la Argentina negoció en 2018 una cuota de importaciones de 180.000 toneladas de productos de acero por año, “la industria argentina cumplió estrictamente con los volúmenes acordados”.
Ese mismo argumento fue el que planteó Aluar apenas se conoció la imposición de los aranceles. “Las exportaciones de aluminio argentino a Estados Unidos, lejos de representar algún tipo de amenaza para la seguridad nacional de ese país, más bien por el contrario brindan un sustento confiable y permanente en un insumo clave de la industria norteamericana”, expresó en un comunicado.
Sin embargo, pese a las quejas en público y las negociaciones en privado, el gobierno norteamericano siguió firme con esta decisión de política comercial para darle impulso a su industria.
Pero, además, deslizó que podría ir más allá y aplicar aranceles recíprocos contra todos sus socios comerciales, lo que implicaría gravar sus compras con tasas equivalentes a las que éstos imponen a las exportaciones provenientes de Estados Unidos.
“Estamos entre los países más riesgosos ante esto dado que actualmente nuestro país aplica un arancel promedio ponderado del 6,2 % a los bienes provenientes de EE.UU. en relación al 2,5 % promedio que ellos aplican a los bienes importados desde Argentina”, dijo el economista Maximiliano Gutiérrez, responsable de la sección internacional de Ieral.
Un informe del banco internacional Goldman Sachs que citó Amcham indica que en la categoría de metales los aranceles de Argentina a Estados Unidos están en el 13,7 % y a la inversa el porcentaje apenas es del 0,2 %. Equilibrar esa balanza sería un nuevo golpe, “pero la relación Milei-Trump puede jugar un papel clave”, agregó Gutiérrez.

Poco oportuno
En este escenario, la política doméstica no ayuda. Mientras a los sectores del acero y el aluminio se les complica el frente externo, la política del gobierno libertario de Milei —de abrir la economía en un mundo que comienza a transitar una guerra comercial reeditando el eje occidente oriente y cierra fronteras— le suma otra complejidad: afecta la competitividad de la industria doméstica, que es la principal demandante de estos insumos, y que ya viene muy golpeada.
Esa fue la alerta que se encendió en la última Expoagro, donde se concentraron las principales empresas de maquinaria agrícola, que, si bien expresaron su optimismo por un repunte de las ventas, también alertaron por los costos de los insumos —en este caso el acero— y la apertura de las importaciones de bienes de capital que golpearía de lleno a este sector.
“Las fábricas el año pasado trabajamos con algunas horas menos, repusimos a fin de año y ahora estamos con turnos normales, pero no están todas las ventas como quisiéramos”, dijo Enrique Bertini, presidente de la Cámara de Fabricantes de Maquinaria Agrícola (Cafma).
La Asociación de Industriales Metalúrgicos (Adimra) también se había entusiasmado con este leve cambio de tendencia. Los números de la entidad mostraban un crecimiento del 1,2 % en el primer mes del año, tras doce meses de descenso acumulado que llegó al 12,1 %, pero el incremento de aranceles les oscureció el horizonte.
“Independientemente de las discusiones ideológicas y técnicas, coyunturalmente abrirse en este mundo es una muy mala idea”, dijo el economista Emanuel Alvarez Agis, porque “para que el comercio internacional sea justo todos tenemos que jugar con las mismas reglas”, planteó.
“Si alguien está subiendo tarifas, aranceles y tratando de bloquear todo lo que venga de China y en Argentina nos hacemos fans del libre comercio, el timing es desafortunado”, planteó.
En medio de un río tan revuelto, también los industriales pequeños y medianos terciaron en la disputa. No sólo apuntan al nivel de precios del aluminio y el acero en el mercado interno, sino a los costos de intermediación por escala. “No es lo mismo lo que paga una gran empresa de maquinaria que llega directamente a comprarle la chapa a Ternium (la unidad de Techint que fabrica aceros planos) que aquellas que tenemos que pasar por distribuidores o representantes de la firma, donde pagamos entre un 15 y 20 por ciento más”, se quejó un industrial consultado sobre el tema.
También las cámaras sectoriales y los gobiernos provinciales —entre ellos Santa Fe— siguen presionando para que quede sin efecto la medida oficial que habilita la importación de bienes de capital usado, entre ellos maquinaria agrícola. De esa manera, también permitiría fortalecer la recuperación que empezó a experimentar ese sector y, como un tiro por elevación, mantendría más firme la demanda de acero.
En el caso del aluminio, más ligado a la actividad de la construcción, está más atado a la evolución de la macroeconomía y aún no muestra signos de una recuperación vigorosa.
“Estamos rompiendo récords de importación de bienes de capital”, advirtió Alvarez Agis y precisó que no se trata de un proceso virtuoso ligado a inversiones, sino a lo que llamó “una desustitución de importaciones”, es decir “la torta de la economía argentina es chica, pero además los ingredientes son cada vez más importados”, alertó.
“El mundo tiene muchos productos de saldo y trata de colocarlos en distintos países. Algunos cierran mercados como Estados Unidos mientras que Argentina se abre”, dijo, y en este contexto no es una buena noticia para los industriales locales.

