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Sociedad

Cuevas rosarinas: donde la crisis junta los ahorros con los negocios y los tiros

Las cuevas como lugares oscuros y tenebrosos poco tienen que ver con las oficinas grandes y luminosas que alojan las operaciones del amplio mundo del lavado de activos. También funcionan en comercios, agencias de turismo o de envío de dinero, inmobiliarias, joyerías, minimarkets, locales de tecnología o regalerías. Asimismo, hay varios tipos de clientes: desde los que acuden a cambiar 300 dólares hasta los que realizan operaciones millonarias. 

La vinculación con el comercio exterior y el acceso al mercado de cambios facilita la participación. Son los canales paralelos a la economía formal. Es difícil saber cuánto dinero circula por las cuevas rosarinas. Al tratarse de una actividad que por naturaleza está fuera de registro, sólo es posible acercarse por aproximación. En el mercado afirman que no hay más de seis grandes cuevas. Y, por debajo, se multiplican microemprendimientos y revendedores individuales. 

Lo que puede mirarse son los volúmenes de origen de los fondos. Según el presidente de la Corte Suprema de Santa Fe, Daniel Erbetta, el narcomenudeo genera ganancias por alrededor de 9 millones de dólares mensuales. Otra cifra son los 400 millones de dólares que, de acuerdo a Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara Argentina de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores de Cereales (Ciara-Cec), se pierden cada temporada por el contrabando de cereales. A su vez, Argentina es el cuarto país del mundo y el primero de la región en evasión impositiva: una resta del 9 por ciento del total de recaudación. 

El alto nivel de informalidad del sistema financiero argentino conecta con la ilegalidad de una parte de la economía. No es solamente dinero narco o del cereal en negro el que transita por las cuevas, también lo generado desde los márgenes donde se anda con una rueda en la ruta y otra en la banquina pasa por ahí. Los casos resonantes como los recientes allanamientos a un grupo de policías que actuaban como intermediarios de narcos y barrabravas ante una sociedad de bolsa en pleno centro rosarino, reactualizan la discusión por el tufo a impunidad que los rodea. Pero la historia de las cuevas tiene una extensión y un arraigo profundo.   

Las cuevas abastecen y aportan la ingeniería para la fuga del dinero y la recirculación de los fondos. “Si Argentina tuviera un sistema impositivo que fuera progresivo y no hubiera que buscar mayor competitividad por estas vías, salvo para las actividades delictivas no harían falta estas entidades”, dice una de las fuentes consultadas por Suma Política, un abogado que trabajó durante 5 años en una de las principales financieras locales. 

En la entidad en la que trabajaba —cuenta— vio empresarios, futbolistas, rugbiers y actores muy famosos dejando grandes cantidades de dinero. La cara oculta del sistema donde proliferan cueveros, captadores de clientes, arbolitos, intermediarios y actores más sofisticados que recurren a entidades de bolsa. En los últimos años, la cuestión del lavado de activos se volvió un mantra de buena parte de la clase política, el periodismo y la academia, como la causa primera desde la violencia narco hasta la restricción externa. El problema de la economía argentina queda entendido como una cuestión policial. Que demanda, ante todo, controles. 


El lavado en la agenda transnacional


El tema del lavado de activos tomó relevancia a partir del atentado a las Torres Gemelas del 2001. Con el terrorismo como la gran amenaza hemisférica Estados Unidos empezó a exigir acciones a los demás países y se construyó una agenda internacional con diferentes prescripciones de políticas de control y persecución según el Estado del que se tratara. 

Los gobiernos argentinos se debaten en su propia contradicción estatal: dejan hacer para que haya actividad, o controlan para que la cosa no se desmadre. El Ejecutivo tiene facultades para intervenir a través del Banco Central o la AFIP. También están la Unidad de Información Financiera (UIF), la Procuraduría contra la Criminalidad Económica (Procelac) y la Comisión Nacional de Valores (CNV). “Pero hay una complicidad forzosa porque al Estado se le complicó cuando actores marginales entraron a este negocio”, apunta el abogado.

La incidencia de las cuevas es importante pero no por el volumen de su operatoria. Su poder se crea al establecer el precio del dólar ilegal y, de esa forma, influir en todos los precios. Actualmente la recaudación del gobierno en general ronda el 30 por ciento del PBI. Según estimaciones privadas, si se blanquera toda la economía en negro, los ingresos fiscales aumentarían a 45 por ciento del PBI. La omisión estatal desembocó en una necesidad: el dinero ilegal sirve para mover la economía y generar fuentes de trabajo. 

Es común ligar estas operaciones a las inversiones inmobiliarias, concesionarias, restaurantes o consumos de alta gama, que llaman la atención por su magnitud e incompatibilidades. Menos espectaculares resultan las verdulerías, peluquerías y otros rubros menores que ofrecen informalidad y efectivo diario. Para observar de cerca esas situaciones es que el gobierno nacional planteó un convenio para la instalación de una delegación de la UIF en Rosario. A su vez, la ciudad fue la primera del país en conformar una agencia municipal dedicada al control de las inversiones, generando una oficina especializada con un sistema de alertas para analizar las relaciones entre los perfiles patrimoniales y la exteriorización de fondos detrás de los trámites de habilitación. Pero los municipios no cuentan con poder de policía y la agencia no hace más que concentrar el rol de denuncia. 


El crimen y el tipo de cambio


Entre el asesinato de un niño en Los Pumitas en medio de una disputa narco, la compra idiosincrática de dólares ante la inflación imparable, las inversiones que alimentan el sueño de gran ciudad y la inestabilidad macroeconómica, hay algo más que coincidencias y simultaneidades. Las actividades ilegales se manejan con la racionalidad de cualquier otro negocio. El narcotráfico y las actividades ligadas al uso de la violencia son también un problema de productividad y competitividad. La secuencia que va de los delivery barriales hasta las oficinas del microcentro toca una serie de fragilidades comunitarias. 

Esta complejidad expresa un escenario repleto de ambigüedades. Las cuevas se fueron ampliando y diversificando en un universo que involucra los búnkeres y deliverys, los arbolitos virtuales, los mostradores camuflados, los agentes de la Aduana, las empresas importadoras, los comerciantes, los ahorristas y las financieras legalmente constituidas o las empresas de turismo. No sólo ofrecen operatoria con dólares. También realizan descuentos de cheques, ventas de criptomonedas o transferencias por mecanismos no regulados. 

En el mundo del financiamiento privado el principal instrumento son los descuentos de cheques que utilizan las empresas para sus necesidades corrientes. El intento de darle profundidad al mercado de capitales se obstruye con un Estado que demanda la mayor parte del financiamiento y desplaza al sector privado. Esto no implica que las empresas abandonen sus necesidades, sino que incentiva otras fuentes al paralelo de los circuitos legales.   

Algunas cuevas son digitales: un contacto telefónico que a través de WhatsApp ofrece cotidianamente el dólar blue y coordina transacciones. Algunos de esos vendedores son empleados de empresas que utilizan sus relaciones para generar un ingreso extra. Otros son simples oportunistas que aprovechan los espacios que les deja una realidad económica desorbitada. 

“Yo me manejo con el ahorrista, el que quiere comprar dólares porque le sobran pesos. Son montos chicos, que no hacen la diferencia. Los que compran volúmenes grandes son los que mueven el amperímetro. Pero con esos yo no me meto”, cuenta uno de los vendedores que usa su acceso a financieras como una changa de suplemento. 

El submundo del delito económico y la inestabilidad se fue robusteciendo con el estancamiento económico y la incertidumbre. Desde el 2011 el dólar como protección solo pudo ser enfrentado con restricciones de acceso a la divisa. Esas medidas fueron levantadas durante la primera etapa del gobierno de Mauricio Macri, suplidas por el endeudamiento externo. Hasta que ese flujo se cortó abruptamente y se desató la corrida financiera. 

Todos los días, apenas se inicia la actividad, el cuevero digital envía un mensaje a una lista de contactos informando el valor. “Con los que yo me manejo no miran tanto el precio. Van a comprar dólares igual, porque lo hacen como ahorro y saben que, a la larga, el dólar siempre sube”, explica. 



El revés de la trama


Un relevamiento realizado por el Centro de Administración Tributaria de la UBA detectó como causas de la evasión la incertidumbre, inseguridad y falta de confianza derivadas de la compleja estructura tributaria. Esto incluye la duplicidad de impuestos en los distintos niveles de gobierno y el bajo grado de devolución de servicios por parte del Estado. El 60 por ciento de los encuestados dijo sentirse obligado a evadir para ser competitivos en el mercado. 

Las vías de comunicación entre el delito y la brecha tienen un tránsito congestionado. Una de esos caminos fueron las Sociedades de Acciones Simplificadas, una herramienta jurídica dispuesta en 2017 que apuntó a la simplificación de trámites y flexibilización tributaria, pero también sirvió para firmas fantasmas surgidas con las exportaciones de carne a China o para que algunas bandas pudieran lavar al menos 1.200 millones de pesos a través de 40 firmas truchas. 

Además de la complicidad policial para la concreción de los hechos delictivos, esas tramas incluyen a funcionarios de los organismos estatales ligados a la administración fiscal y agentes del poder judicial que brindan protección y cobertura. La cocaína y las armas son el vértice del sistema que facilita la incorporación del dinero al circuito legal, donde el protagonismo pasa a ser de operadores financieros, prestamistas, abogados, contadores y escribanos.

El cálculo rápido indica que hay por lo menos 450 mil millones de dólares fuera del sistema. El submundo de la ilegalidad se alimenta de restricciones cambiarias y financieras en una economía con un piso del 40 por ciento de informalidad y en la que el consumo interno que moviliza más del 70 por ciento del producto depende en algún grado de insumos importados. Así parecería que el problema no son las cuevas, sino el desorden a la intemperie. En la Argentina, más nocivo que el dinero que ingresa al sistema es el dinero que sale por la inestabilidad endémica. 

Las influencias occidentales con énfasis en la persecución del lavado de activos se detienen poco en las particularidades de la escena nacional donde las cuevas son el punto de encuentro de los conflictos del vecino que compra dólares con el resto mensual, el empresario imposibilitado de planificar al que le urge el financiamiento y el operador del narcotráfico que convierte el excedente de pesos obtenido por la venta al menudeo y los negocios de la violencia.


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