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Dólar Soja IV: una medida para llegar a las elecciones, no para ganarlas

En medio de las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y ante una fuerte presión sobre las reservas internacionales, el gobierno nacional decidió avanzar en una nueva edición del dólar Soja a 340 pesos. El objetivo es paliar los efectos de la sequía en el plano interno y la incertidumbre creciente a nivel internacional con la interrupción por parte de Rusia del acuerdo del Mar Negro, que permitía la salida segura de la producción de Ucrania y repercutirá en el mercado internacional de granos y el precio de los alimentos.

El ministro de Economía y precandidato presidencial de Unión por la Patria, Sergio Massa, pidió reconocer la coyuntura en la que se tomaron las últimas medidas. Ese contexto marca que el gobierno debió recurrir al endeudamiento con China para cumplir con los compromisos asumidos ante el FMI y, a la vez, utilizar los yuanes para contener los dólares paralelos. 

Ni siquiera desde el sector agropecuario respaldaron la iniciativa. Más bien ocurrió lo contrario, ya que el tipo de cambio más alto trae como contrapartida un aumento de los costos en medio del calendario de pagos de alquileres, por lo que afecta directamente al 70 por ciento de la producción. 

En la ronda de debate que se realizó en el predio de la Sociedad Rural junto a Javier Milei, Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y Juan Schiaretti, mientras que los precandidatos opositores afirmaban su voluntad de quitar retenciones, abrir el cepo y devaluar, sin explicar de qué manera hacerlo sostenible, el ministro procuró calmar los ánimos ruralistas sin dañar la relación con la Unión Industrial Argentina, que también manifestó su malestar por la restricción de importaciones.   


La competitividad menos tentadora


La primera edición del dólar Soja se aplicó en setiembre de 2022, tras un turbulento julio, apenas iniciada la gestión de Massa en Economía. El programa destinado a los exportadores de soja y productos derivados disponía que quienes vendieran su producción antes del 30 de ese mes podían liquidar los dólares a 200 pesos, una mejora del 43 por ciento respecto al dólar oficial a la fecha. 

La segunda versión llegó en diciembre pasado con un tipo de cambio de 230 pesos por cada dólar, una diferencia del 41 por ciento respecto al dólar oficial. 

La última edición fue en abril de este año y rigió hasta el 31 de mayo. Esta vez fue ampliado a las economías regionales, que recibieron un plazo de vigencia más extenso, hasta el 31 de agosto. La cotización fue de 300 pesos por dólar, un 40 por ciento por encima del oficial. 

La versión que mejores resultados obtuvo fue la primera, cuando los productores vendieron 16,2 millones de toneladas, el 22 por ciento del total de ventas registrado en 2022. Durante el dólar Soja II, las operaciones se redujeron a 7,4 millones de toneladas. Y con el dólar Soja III se alcanzaron 11,3 millones de toneladas. Considerando el promedio de operaciones diarias, las ventas fueron decreciendo:  de 633 mil toneladas diarias del dólar Soja I se pasó a 225 mil toneladas en la segunda versión y 217 mil toneladas en la tercera. 

El avance del ritmo de devaluación oficial y de los dólares paralelos le quita competitividad diariamente a la mejora ofrecida y esa diferencia marca el impacto mayor al inicio por el lado de costos, cuando se fijan los pagos de alquileres. Por eso las ventas de las primeras jornadas son determinantes para el éxito de la medida. 



Un paso previo a las PASO


Las ventas en las dos primeras ediciones fueron suficientes para que el gobierno cumpliera con las metas fiscales y de acumulación de reservas del FMI. El “adelanto” del primer trimestre del 2023 que permitió cerrar el balance del 2022, implicó que este año comenzara con dificultades hasta incumplir las metas del programa y generar las actuales tensiones por un nuevo crédito.

La aplicación de un tipo de cambio diferencial por una ventana temporal acotada y con el único objetivo de capturar dólares para cumplir con los compromisos externos tiene una serie de contraindicaciones que resultaron decisivas.

Para comprar los dólares que los exportadores vuelcan al mercado el gobierno necesita pesos. Esa emisión monetaria le da un empujón a la inflación. Al mismo tiempo, el mercado cambiario alimenta las expectativas por menores ventas a futuro, dado el adelantamiento de las operaciones de los productores. 

En las ediciones del 2022, la recaudación extra derivada de las mayores exportaciones apuntaló el cumplimiento del objetivo de reducir el déficit fiscal por debajo del 2,5 por ciento del PBI. Sin embargo en 2023 fue diferente: por efecto de la sequía la recaudación por derechos de exportación cayó 7,3 por ciento real entre mayo y junio respecto al año pasado. 

El Banco Central logró retener sólo el 28 por ciento de los dólares, bastante menos que en las anteriores ediciones, cuando captó el 65 y el 75 por ciento del total de dólares liquidados. En las primeras jornadas de la nueva edición, se captó el 50 por ciento de los dólares liquidados. 

Pero con cada uno de los dólares Soja, el patrimonio de la entidad monetaria profundiza su deterioro al aumentar los pasivos con la emisión de Leliqs que sirven para absorber el excedente de pesos y la compra de dólares a un precio mayor al que después los vendería. 

En definitiva, cuanto más efectivo sea el nuevo dólar soja, en el horizonte se dibujará con mayor intensidad un escenario de menores ingresos futuros. En 2022 la liquidación del agro en el primer bimestre fue de 4.932 millones de dólares. En 2023, cayó a 1.575 millones de dólares, en parte por las ventas adelantadas a diciembre pasado. De esa forma, el problema no se resuelve, sencillamente se posterga para el segundo semestre, cuando ya se hayan definido las candidaturas tras las PASO. 


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