El dólar agro nació de las turbulencias y quedó condicionado por su origen. Tras 23 jornadas con saldo vendedor, recién el miércoles de la primera semana de su entrada en vigencia el Banco Central pudo volver a comprar dólares. Fue la peor racha negativa desde 2015.
El detalle de las economías regionales beneficiadas por el nuevo tipo de cambio —por fuera de la soja— no sirvió para desalentar una corrida al dólar que llevó al blue hasta los 500 pesos. Con una liquidación del agro menor a la esperada y un déficit comercial de 1.059 millones de dólares, el peor de los últimos cinco años, la pérdida de reservas abonó el pánico dolarizador.
Durante el remate del primer lote de soja de la campaña 2022/23 en la Bolsa de Comercio de Rosario, el presidente de la entidad, Miguel Simioni, le puso un número a la incertidumbre: el país dejará de cosechar 6,5 millones de hectáreas de soja, maíz, y trigo, un área similar a la mitad de la superficie de Santa Fe. En la provincia, la reducción equivale al departamento General López.
Esos son los motivos que están detrás de la búsqueda de un nuevo financiamiento por parte del FMI, una misión que se intensificó durante las últimas semanas de operaciones internas que hicieron volar al asesor presidencial Antonio Aracre y fogonearon un salto devaluatorio.
El Banco Central elevó la tasa de interés al 81 por ciento y dispuso una nueva restricción en el acceso a los dólares a tipo de cambio oficial con el objetivo de postergar el pago de 2.000 millones de dólares en fletes y servicios profesionales a empresas de las compañías importadoras. Aún así las presiones sobre el tipo de cambio se redoblaron.
La dependencia de un salvataje del FMI renueva las sensaciones de anteriores crisis. El primer trimestre de la autoridad monetaria cerró con un récord de ventas acumuladas en el mercado de cambios para el período por 3.000 millones de dólares. Sin el aporte del FMI las reservas hubieran caído 11.000 millones de dólares.
El coletazo santafesino
De acuerdo a lo señalado por la Federación Industrial de Santa Fe la falta de insumos importados, la menor actividad de la construcción y la retracción de líneas de crédito fueron determinantes para desalentar la actividad en febrero, que tuvo un retroceso del 9,2 por ciento interanual. En el primer bimestre se acumuló una caída del 2,3 por ciento.
Las ramas con mayor contribución al producto industrial santafesino tuvieron un resultado negativo respecto al mismo mes del año anterior. La actividad manufacturera de los sectores ligados a la producción agropecuaria fue la más afectada, fundamentalmente la molienda de cereales y oleaginosas, que cayó un 44 por ciento, la maquinaria agrícola, que retrocedió más del 2 por ciento, y la carne vacuna, que se hundió el 1,7 por ciento.
Con el derrumbe de la industrialización de la soja y la producción de aceite, en febrero el volumen de producción sectorial fue el menor de los últimos 9 años. Una tendencia similar afectó a la producción y exportación de biodiesel. Las muy bajas estimaciones de producción agrícola de la campaña 2022/23 agregan un componente poco alentador para el resto del año.
Las exportaciones con origen en Santa Fe alcanzaron en el 2022 un valor máximo histórico de 19.159 millones de dólares. Los principales destinos fueron India, con un 41,7 por ciento de participación provincial sobre el total de las ventas externas a ese país; Brasil, con el 12,3 por ciento del valor total nacional exportado, y Países Bajos con una participación provincial de 42,3 por ciento en el total exportado por la Argentina.
Retener o vender
En la previa del anuncio del dólar agro, los compradores fijaban en 70 mil pesos la tonelada. Con la soja en Rosario merodeando los 100 mil pesos, los incentivos a la venta son escasos. La mayor lentitud en las liquidaciones lo confirma.
En las anteriores ediciones, las mejoras del tipo de cambio rondaron el 40 por ciento. En eso se basan las expectativas puestas en un nivel en torno a los 110 mil pesos por tonelada. Esta vez la ventana temporal es más larga, lo que agrega un componente de paciencia para la comercialización en el marco de una campaña que aún no despeja el riesgo climático.
La situación de las reservas configura un escenario agónico, donde las devaluaciones parciales intentan generar una contención a las presiones que se multiplican desde el frente interno y externo. La tensión se concentra en las oficinas del Banco Central. Pero el FMI insiste con mayor ajuste fiscal y una devaluación sincera.
Según los datos oficiales, hay 30,7 millones de toneladas de soja sin precio, pero una cantidad significativa no está disponible. Si esa soja se vende y el Banco Central compra dólar, el problema es que eso implica mayor emisión. Por lo tanto, es más leña a la hoguera inflacionaria. Si el salvavidas del agro es riesgoso, el del FMI puede ocasionar el hundimiento político. El futuro del gobierno paladea el sabor ambiguo de esas esperanzas.

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Hace periodismo desde los 16 años. Fue redactor del periódico agrario SURsuelo y trabajó en diversos medios regionales y nacionales. En Instagram: @lpaulinovich.
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