Los problemas de la campaña sojera no se limitan a una sequía histórica que dejará un rinde en un piso de 25 quintales por hectárea. La caída de la producción acumula un 30 por ciento de retroceso en una década. En ese mismo período, Brasil incrementó su producción y ganó lugar en el mercado internacional incluso en productos como la harina y el aceite.
La pérdida de competitividad nacional reconoce factores macroeconómicos como el atraso cambiario y la inestabilidad regulatoria. Y la falta de orientación en materia agroindustrial impone respuestas transitorias ante la aparición de los problemas. El anuncio del dólar Soja II es una nueva edición.
El gobierno espera ingresar entre 2.500 y 3.000 millones de dólares por las ventas y liquidación de una parte de las 12 millones de toneladas que están en poder de los productores. Se trata de la reserva de granos que se conservan como un resguardo de capital y para afrontar los gastos de las campañas subsiguientes.
El problema aparece cuando se proyecta la campaña que se inicia y lleva sembrada la mitad de lo esperable. Con una perspectiva de serias complicaciones, la reducción del porcentaje de siembra implicará un declive en los volúmenes de producción. Esto supone un menor stock futuro, por lo que es previsible que los productores adopten una posición más cautelosa.
El I, el II, ¿y el III?
En su debut, el tipo de cambio diferencial de 230 pesos permitió romper una racha vendedora que en dos meses le consumió alrededor de 1.000 millones de dólares al Banco Central. Los exportadores liquidaron 292 millones de dólares y el Banco Central compró 192 millones, el mayor volumen desde el dólar Soja I.
El lunes inaugural la cotización local de la soja llegó a los 80 mil pesos, un incremento del 18 por ciento respecto a los 68 mil que se venían pagando. El incentivo de precio que repercute en la intención vendedora de los productores manifiesta un problema nodal de la economía, que no pasa por una supuesta angurria agropecuaria.
El tipo de cambio y la falta de instrumentos disponibles en pesos son una combinación que induce a que los productores razonablemente prefieran guardar los granos en un escenario de extrema incertidumbre.
El dólar Soja I generó un récord de liquidaciones del complejo agroexportador por 8 mil millones de dólares, un 198 por ciento superior a septiembre de 2021 y el mayor registro histórico mensual. El Banco Central pudo reforzar reservas para cumplir las metas del FMI y mantener algo de calma cambiaria en el cierre de año.
De la expectativa de un probable dólar Soja III dependerá el resultado de esta segunda versión como en una profecía autocumplida. Los alcances de la medida son una señal de una realidad tensionada entre la principal fuente de ingresos nacionales y el precio de los alimentos de consumo masivo.
La suerte meteorológica
Pero los buenos augurios se atan a múltiples factores, algunos de ellos difícilmente controlables, como el clima. El futuro inmediato es subsidiario de la meteorología. Con una producción de soja en torno a los 40 millones de toneladas, la liquidación de divisas de 2023 estará en 33 mil millones de dólares, por debajo de los últimos dos años.
Llegar al segundo trimestre con una mayor certeza en torno a la cosecha gruesa que comenzará a ingresar en marzo-abril y un acuerdo de precios exitoso, más que un objetivo de la política económica es una necesidad de gobierno.
En septiembre, las operaciones del dólar Soja I rondaron los 13 millones de toneladas, un monto equivalente al stock actual. Para el dólar Soja II las cantidades serán inferiores, pero acarrean los mismos costos secundarios que tuvo la anterior versión. Para comprar los dólares, el Banco Central necesita emitir pesos, que luego deben ser absorbidos a través de instrumentos remunerados como las Leliqs.
Eso implica emitir alrededor de 690.000 millones, más del 5 por ciento del stock de pesos actual. La ventaja es que en diciembre las empresas desarman posiciones en dólares para adquirir pesos que les permitan pagar el medio aguinaldo y afrontar los mayores gastos de fin de año. Pero esta emisión indirecta sumará presiones inflacionarias.
A la vez, las dificultades de financiamiento en pesos obligan al Tesoro a convalidar tasas cada vez mayores y realizar nuevas intervenciones en el mercado de deuda a través de la compra de bonos para mantener su precio. Ese cuello de botella se vio en la última licitación en la que solo se logró renovar un 84 por ciento de los vencimientos y el 58 por ciento fue por una Lede con TNA del 89 por ciento.
Si bien el cierre del programa financiero anual sin emisión directa no es imposible, el principal desafío para el Tesoro estará en 2023, cuando a partir de mayo los vencimientos promedien el billón de pesos mensual. Y para frenar esas influencias sobre los precios necesita contar con dólares en las reservas. Esos dólares que solo puede aportar el campo.

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Hace periodismo desde los 16 años. Fue redactor del periódico agrario SURsuelo y trabajó en diversos medios regionales y nacionales. En Instagram: @lpaulinovich.
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