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Sociedad

Las tensiones de una época y los dilemas del oficio

Luis María Castellanos (Rosario, 1943 – Buenos Aires, 2005) ocupó puestos jerárquicos en las redacciones de semanarios y agencias periodísticas durante las décadas de 1970 y 1980. Su carrera entró en un cono de sombras después de ser denunciado ante la CONADEP y durante el juicio a las Juntas Militares como asesor del ex almirante Emilio Massera. A partir de entonces su nombre quedó asociado con la represión durante el terrorismo de Estado y con una progresiva sedimentación de rumores y comentarios que al cabo del tiempo conforman una especie de leyenda negra con múltiples efectos, entre ellos el de soslayar el apoyo de las grandes empresas periodísticas al golpe de 1976 y a la dictadura cívico-militar.

Poeta y militante de izquierda en la juventud, Castellanos fue también un periodista atípico. En mi opinión su historia no interesa por el anecdotario que lo congela con los rasgos de un cínico intratable, según una opinión corriente, o en los de un genio revulsivo, en el mejor de los casos. Lo significativo es la situación histórica que patentiza: los matices contradictorios que constituyen su figura, ocultos por el estigma e imposibles de observar desde una visión maniquea, traman tensiones de una época y dilemas del oficio. En particular, lo que surge a través de su trayectoria, y de ninguna manera porque represente un caso aislado o más o menos ejemplar, es la relación de empresas y periodistas con militares acusados por violaciones a los derechos humanos y con agentes de servicios de inteligencia.

Castellanos representa la figura opuesta de Rodolfo Walsh, el modelo de los periodistas argentinos. En bandos tan opuestos —pero con tantos lugares de cruce— como el de las víctimas y los victimarios durante la dictadura militar, sus memorias parecen rigurosamente antagónicas: uno es considerado un ejemplo de compromiso político y de rigor intelectual; el otro, denostado en tanto cómplice de los militares que secuestraron y asesinaron a miles de personas. Sin embargo, seguir a Castellanos significa internarse en una zona gris donde circularon periodistas, militares, espías y militantes revolucionarios y donde los bandos nunca estuvieron del todo claros. Como en “Tema del traidor y del héroe”, el cuento de Jorge Luis Borges, figuras que parecen antagónicas coinciden en secreto y se confunden en una trama reveladora del período que atravesaron.  En ese recorrido surgen oscuros protagonistas de aquellos años, como Víctor Lapegna, el líder del Partido Comunista Revolucionario en los 60 convertido en militante de Guardia de Hierro en los 70 y también asesor de Massera, o Luis Sobrino Aranda, el dirigente que tendió puentes entre el ex almirante y el peronismo y que se adjudicó la invención de la astrología política. Y también recurren las operaciones de prensa y campañas desestabilizadoras, en la estela que va del periódico Cambio para la democracia social al semanario El Informador Público.

En la investigación para este libro, editado por Eduvim, entrevisté a periodistas y a ex detenidos-desaparecidos y trabajé con diversos materiales de archivo, entre ellos la causa iniciada en 1997 por el robo de los papeles de Rodolfo Walsh. El título proviene de un tuit de Jorge Asís: “Luis María Castellanos, periodista superior y fronterizo que vivió en estado de sospecha”. 


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