Sonia Martorano hace una pausa. Son las 19 de uno de los primeros días de junio. Se sienta, no sabemos si en un sillón, una silla, frente a un escritorio o una mesa, toma un té y manda un mensaje a través de WhatsApp. Hace apenas unos minutos habló, para este artículo, de la capacidad de las mujeres de hacer muchas cosas a la vez: ocuparse de los hijos, la cocina y el trabajo. A ella le tocan otras tareas simultáneas. Está al frente del Ministerio de Salud de Santa Fe en medio de una pandemia, gestiona camas de terapia intensiva al límite y un plan de vacunación sin precedentes.
No se sabe tampoco si la ministra usa lentes. Si escribe con las dos manos, rápido, acostumbrada, o va lento, letra por letra. Pero mientras tiene frente suyo las cifras de Covid 19 de ese día (1.074 casos en Rosario, 3.417 en toda la provincia), piensa y teclea: “Me preguntaste x una mujer que admirara y no te contesté. A mi madre. A ella admiro. Con 87 años sigue siendo mi gurú y mi guía. La más actual y pionera. A ella, sin dudas”. Y cierra la oración mandando un beso y dos corazones rojos.
Nunca estuvo en los planes de Sonia Martorano ocupar cargos políticos. Mucho menos ser ministra de Salud de la Provincia. Entró a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) a los 17 y reconoce ahora que a esa edad “era muy difícil saber qué ibas a hacer el resto de tu vida”. Eligió medicina como una carrera más de las tradicionales, tal vez porque fue a la que le encontró un costado “más humanístico”. Se especializó en neonatología y pasó por lo que ella define como “trincheras”, esto es, las guardias, las terapias, las urgencias en niños, niñas y adolescentes. También se dedicó a la gestión pública y privada, fue la primera presidenta mujer de un Colegio de Médicos del país y en 2019 aceptó formar parte del equipo técnico del Ministerio de Salud de Santa Fe, comandado en ese momento por Carlos Parola.
“Lo dudé pero por algún motivo acepté. Lejos estaba la pandemia, por supuesto”, dice a Suma Política por teléfono y se ríe fuerte. “Estaba muy cómoda, rodeada de afectos, con gente que me respetaba y que yo había formado. Eran lugares desde donde podía colaborar con mis colegas y también con la gente. Cuando vino esta propuesta, al principio dije que no, después que bueno. Las cosas se fueron dando de un modo muy raro porque empezó la pandemia siendo yo secretaria de Salud. Lideramos las compras y toda la preparación para lo que se venía, todo era una cosa loquísima, y en el medio, renuncia el ministro. Así que… no era un lugar que yo hubiera imaginado estar pero bueno, las cosas se fueron dando”.
Sostener y cuidar
Sonia Martorano tiene 62. Nació, se crió, estudió y vivió siempre en Rosario. Es divorciada y tiene dos hijos mellizos de 35 años. Uno vive en España, en Palma de Mallorca, otro en Rosario. De ese hijo tiene dos nietos, de dos y cinco años, de los que elige hablar más de una vez. “Son mi luz, mi vida”, dice. “Son quizás quienes más me acompañan y quienes más entienden el momento que transcurre. Y casi te diría que el más grande es el que más entiende de política, de todo esto”.
La familia siempre fue el sostén de la ministra. Antes de la pandemia, pasaba mucho tiempo con sus nietos. Ahora se terminó esa época. “Yo estoy muy expuesta y a veces no los veo lo que quisiera porque me preocupa. En este momento de tanta circulación del virus, mi preocupación es llevar yo el virus. No los veo tanto como quisiera, así que estoy esperando que este momento tan duro pase”. Martorano sabe que lo que dice es lógico y que se repite en todas las familias. Su objetivo es cuidar también a los suyos y por el tono de voz se deduce uno de sus mayores logros en estos últimos meses: “Cuando yo me enfermé no contagié a nadie”. Y repite: “A nadie”. “Me aislé enseguida porque me la vi venir. Cuando me hisopé pensaba que iba a dar negativo. Pero no. Y no contagié”, reitera.
La loca de la enfermedad
Una noticia en algún diario: ese es el primer recuerdo que la ministra de Salud tiene del Coronavirus. Fue en el verano de 2020 y la provincia estaba con el foco puesto en el dengue. Apenas se le cruzó el tema. Todo cambió en febrero. “Ahí la vi fea”, describe con simpleza la ministra. “Fue un latigazo. Fue de verdad preguntarse che, ¿esto viene? Y fue cosa de empezar a decir mejor compremos, mejor preparémonos”.
Martorano relata el panorama de comienzos de pandemia más de una vez. Apenas comenzaba el cambio de gestión en la provincia. Se estaban conformando los equipos de trabajo. Y, asegura ella, no había ni barbijos. “Fue todo un tema lograr que me escucharan”, recuerda, otra vez riéndose. Dice que en los pasillos de gobernación era más bien “la loca que decía que se viene una enfermedad” y arriesga, un poco en chiste, otro poco en serio, que le hicieron caso para no escucharla más. Comenzaron por aquellos días con reuniones con la Asociación Médica, el Colegio de Médicos, de Enfermería, la Municipalidad, todos los sanatorios privados. “Pasábamos un power point, contábamos lo que se podía venir y ellos nos miraban”, cuenta otra vez riendo. “De ahí en más fueron reuniones. Primero diciendo que se nos venía. Después llegó. Y en marzo fue el confinamiento y lo que ya conocemos. Yo entiendo muchas críticas a esa cuarentena, pero fue perfecta porque no estábamos preparados. Necesitábamos tiempo para preparar camas, hacer compras. Antes hubiera sido un desastre”.
“Llegó la primera ola y la pasamos, estuvimos preparados. Pero también nos preparamos para una probable segunda ola que nunca pensamos que iba a ser tan dramática como la que estamos viviendo. Nunca. Este momento es dramático”, sostiene, con seriedad. “¡Es tan letal lo que estamos viviendo! ¡Es tan tremendo! El virus está atacando gente joven, es muy agresivo, muy contagioso, no hay cama que alcance porque los pacientes están 21 días internados. Hoy el gran cuello de botella es ese, la cama de terapia. Es una situación dramática”.
“Llegó la primera ola y la pasamos, estuvimos preparados. Pero también nos preparamos para una probable segunda ola que nunca pensamos que iba a ser tan dramática”
Sonia Martorano no tiene redes sociales. Fue su propia decisión y lo nombra como una característica que la define. No tiene redes ni las lee. “No quiero entrar en esa porque tengo mucho trabajo por hacer. Está la vida de la gente en juego”, dice y se refiere sobre todo a las críticas que ella considera infundadas y también a las que las plataformas y aplicaciones intensifican. La ministra tampoco piensa en la alta repercusión que tiene su imagen que todos los días está en la radio, en la televisión, en las conferencias oficiales. No quiere caer en la cuenta de que es la voz de las restricciones, de las estadísticas, de las malas noticias, a veces también de las buenas. “Ni lo pienso. Ni siquiera en la repercusión política. Yo manejo todo como médica porque soy médica entonces pienso lo que le sirve a la gente para salir de esta situación en la que está inmersa Rosario, pero también el país y el mundo”, asegura. “Yo soy la misma. Sigo siendo Sonia”.
En la trinchera
Martorano ingresó a la carrera de Medicina en 1976. Arrancó con el golpe militar y reconoce las complejidades de su cursado. Sin embargo, recuerda esos años con alegría. “Me fue sencillo estudiar. Siempre terminaba en diciembre. Rendía todo y quedaba libre hasta marzo, abril, así que no me costó, fue una época muy agradable y divertida. Yo venía de una escuela católica, Adoratrices, eramos mujeres nomás. ¡Imaginate que la facultad fue una revelación!”, ríe.
Se recibió a los 23 y durante 25 años trabajó en el sistema público y privado, sobre todo como neonatóloga. “Conozco mucho el trabajo de trinchera, conozco mucho lo que es la guardia, lo que es la noche, la urgencia, la derivación. Y todo trabajando con bebés. Incluso hice terapia pediátrica. Así que esa parte, la terapista, está muy, muy metida en mi”. Martorano dejó esa primera línea de fuego para trabajar en gestión. En el último tiempo se desempeñó en el Sanatorio Centro y en el Hospital Provincial de Rosario. También trabajó en una prepaga, AMR salud, y fue presidenta de la mutual de los médicos. “Y algo muy importante en mi vida es que de 2012 a 2018 fui presidenta del Colegio de Médicos de la segunda circunscripción de la provincia, una entidad que nuclea 12.500 profesionales. Y fui la primera mujer en ocupar ese cargo en el país. ¡Mirá vos! ¡Qué horror!”, remarca con una carcajada ya característica. Para Sonia, ese cargo fue abrir una puerta que ya no se cerró. La lista que se impuso nuevamente en el Colegio de Médicos fue de paridad y llevó nuevamente a una mujer, Ángela Prigione. “Eso marca algo, ¿no?”, dice con orgullo. También, enumera, fue presidenta de la Asociación de Neonatología de Rosario. Dice que nunca fue militante política pero que siempre hizo política desde su cargos: en cada asociación, colegio o lista que acompañó.
“Fui caminando por todos los senderos, pero siempre muy cercana a la guardia, a la trinchera, al hospital y al sector privado también. En todos los lugares me sentí muy cómoda. A esta edad yo ya estaba muy cómoda y alguien me ofreció ser secretaria de Salud”, relata y parece que se trata de un cuento que está llegando al nudo, un cuento que todavía no tiene final. “Yo acepté, era algo que nunca había incursionado. Lo mío era totalmente técnico y lo tomé como una transición. Pero luego comenzó la pandemia, el ministro renunció y yo no pude no asumir ese compromiso y desafío”.
“Mi rutina es horrible”
Cada vez que llega a su casa, Martorano se prepara un té y trata de “bajar un poquito”. Mira las noticias, ve qué está ocurriendo. Dice que en estos tiempos ha intentado mirar alguna serie y alguna película. También que le gusta leer: Milan Kundera, Leonardo Padura, Andrea Camilleri. Se entusiasma con éste último autor y con su serie de libros más famosa: la que tiene como protagonista al comisario Montalbano. La ministra, sin embargo, sabe que no puede hablar de otra cosa. Entonces corta la enumeración, dice “pero bueno”, como forma de explicar que no pudo ni leer, ni mirar nada en estos meses, y resume: “Estoy abocada a acompañar a los equipos”.
“Lo mío era totalmente técnico y lo tomé como una transición. Pero luego comenzó la pandemia, el ministro renunció y yo no pude no asumir ese compromiso y desafío”
La entrevista con Sonia Martorano transcurre en dos veces. Primero a principios de junio, después a fin del mismo mes. Las dos veces atiende a Suma Política a las 19, mientras se prepara un té y chequea números. “Acá estoy mirando, a ver si tengo el registro de hoy…”, dice de nuevo, en los últimos días de junio. Tanto como la infusión, Martorano repite cierto esquema de rutina. A las 7 recibe los datos de la ocupación de camas y en base a eso empieza a trabajar en derivaciones o movimientos de pacientes. En el ínterin, se ocupa de relevar las carpas y los puntos de hisopados y testeos; y al mediodía chequean vacunación: qué llega, las edades a vacunar, cuántos faltan, cómo avanzan en los distintos departamentos. También se ocupa de controlar que existan insumos tanto el sistema de salud público como el privado.
La ministra intenta hacer algunas cosas desde su casa porque, asegura, “las hace más tranquila”, pero nunca se queda en un solo lugar. Sea trabajando en Rosario o en Santa Fe, asegura que está poco en su casa y que todos los días intenta recorrer algo, “hacer territorio”, y estar en lo otro que sucede además de la pandemia. Inauguraciones o anuncios, por ejemplo. “El día es muy largo, nunca sé cuando termina. Son días híper complicados. A todo lo que hacemos, sumale las dos o tres horas por día que respondés algún que otro pedido de informes”, remarca a este medio. Después vuelve a reírse y dice, sin dejar en claro cuán en chiste: “Mi rutina es horrible. Yo tenía una vida hermosa”.
El mes de junio no sólo fue un mes de pico y crisis sanitaria. Sino que se le sumó también la crisis política. Un enfermero denunció que a principios de año varias personas recibieron en el Hospital Eva Perón de Granadero Baigorria la vacuna contra el coronavirus sin que les correspondiera el turno. Los privilegios denunciados llegaron a los distintos poderes del Estado mientras se espera, todavía, una respuesta oficial tanto del Ministerio de Salud como de la Fiscalía. Sonia Martorano prefiere no mencionar el tema, aunque inevitablemente sale en la charla. “La investigación está fuera del Ministerio de Salud directamente, está en Fiscalía de Estado, como corresponde, para dar transparencia. Hay que ver qué ocurrió, no me gusta hacer juicios de valor. Habrá hechos aislados y hay una labor terrible. Pero no hay vacunatorio VIP ni nada por el estilo”, sostiene la ministra. Y en ese sentido, acompañó la creación de un consejo que fiscalice la campaña de vacunación. “Todo lo que sea transparentar es perfecto. Esto es mucho trabajo y es importante que se sumen a ser parte, porque somos pocos y hay que evitar una cacería de brujas”.
“Hay que ver qué ocurrió, no me gusta hacer juicios de valor. Habrá hechos aislados y hay una labor terrible. Pero no hay vacunatorio VIP ni nada por el estilo”
Uniendo los dos puntos en el tiempo que hacen a esta nota, Martorano asegura: “En junio hubo días que fueron interminables”. Y recuerda: “Eran las 3 de la mañana y estábamos en contacto viendo la ubicación de camas porque el sistema estaba saturado. Fue una época de muchos casos y camas de terapias ocupadas; días en los que tenés que tener la cabeza muy fría, muy fría para poder tomar decisiones claras. Por eso me duele tanto lo que ocurrió. Estamos en una crisis que creo que nadie está dimensionando en la provincia, en el país y en el mundo. Es muy complejo. Y la situación política más lo complejizó. En eso yo no me meto, sólo miro lo sanitario”. Su gran orgullo, además de no haber contagiado a nadie de Covid, fue, asegura, no haber politizado nunca la vacunación.
Un horizonte cercano y poco claro
En el verano de 2021, cuando la pandemia dio un respiro y la vida recuperó algunos tonos de normalidad, el Ministerio de Salud de la provincia tuvo la tarea de armar un mega operativo jamás pensado: vacunar decenas de miles de personas por día. “Nos mirábamos, y era imposible”, recuerda y habla como un tsunami: tuvieron que armar, organizar, diseñar y ver experiencias mundiales. Tuvieron que buscar personal, formar a esas personas, aprender la logística, comprar freezers. “Y cuando recién estuvo armándose y encaminándose, se nos vino la segunda ola”.
La primera vez que Martorano dialogó con Suma Política se mostró expectante por el comienzo de la vacunación de menores de 60 con comorbilidades. Mientras se cierra esta nota, una campaña recorre las redes. “Si te estás vacunando en estos días, y naciste entre 1975 y 1980, podés ser uno de los nietos o nietas que buscamos”, dicen las Abuelas de Plaza de Mayo. En Rosario, las y los usuarios de Twitter lanzan un guiño generacional: les empiezan a llegar los turnos a las y los que bailaron en Stadium o Código K, indicando que las personas entre 40 y 45 años, sin comorbilidades ni factores de riesgo, ya están recibiendo su turno para recibir su primera dosis contra el Covid 19.
“La campaña de vacunación se aceleró de la mano de la llegada de vacunas. Eso fue muy, muy importante”, remarca la ministra. No hay fórmulas secretas: las dosis llegan y se aplican lo antes posible. Al momento de dialogar con este medio, la provincia había recibido 1.631.500 dosis de vacunas y el 93 por ciento ya habían sido aplicadas. La llegada masiva implicó reorganizar vacunatorios, sumar y agrandar espacios, y aumentar horarios de atención: ahora es de lunes a lunes, de 8.30 a 20, y se inocula a más de 35 mil personas por día. “Es importante de la mano de que no tenemos muchas más cosas para hacer frente a esta pandemia. Se reforzó el sistema de salud, se aumentaron las camas, y de a poco una va notando que se va saliendo de la segunda ola. Todo de la mano de eso: vacunar, vacunar y vacunar”.
Las estrategias se modifican permanentemente. Sea por la cantidad de dosis disponibles como por la llegada de nuevas cepas, como sucede en este momento. La cepa delta comparte el horizonte con la llegada de vacunas que completen esquemas. Las dos variantes modifican los objetivos, para bien o para mal. Así, el Ministerio ya anunció que tanto como se continuará con la aplicación de primeras dosis, también se destinarán AstraZeneca para segundas dosis. “Tenemos vacunado a un buen número, casi el 75 por ciento de los anotados y estamos yendo a buscar a quienes no se anotaron, buscando a quienes tienen menor accesibilidad. Pero de la mano de esto que te digo, solamente el 25 por ciento tiene esquema completo, así que lo que estamos haciendo ahora es trabajar en completarlos. El ritmo es fuerte, pero necesitamos siempre que lleguen dosis porque es lo único que nos va a impedir o al menos morigerar esta tercera ola que se nos viene de la mano de la cepa delta. Las mutaciones te ponen todo en duda”, dice Martorano.
La vacunación completa permitirá evitar las formas graves de la enfermedad. No va evitar los contagios y en eso la ministra es clara: el virus va a seguir circulando. “Vemos que va mutando, va cambiando, y entonces se va haciendo diferente, más resistente, más contagioso y más agresivo. No va camino a la extinción”, remarca. “Esperamos llegar lo más rápidamente posible a la mayor cantidad de gente en simultáneo y en poco tiempo para poder afrontar estos brotes que vamos a seguir teniendo, porque el virus está circulando y seguirá haciéndolo de la mano de que la gente viaja al exterior. Hay que avanzar para impedir las formas graves y la mortalidad. Si vos me preguntas qué es lo que veo para el futuro, no sé mucho, pero sí vamos a tener que seguir cuidándonos”.
“Vemos que [el virus] va mutando, va cambiando, y entonces se va haciendo diferente, más resistente, más contagioso y más agresivo. No va camino a la extinción”
La gestión de una pandemia en este momento es de un claroscuro permanente, entre la llegada de vacunas y las terapias intensivas que siguen con altos niveles de ocupación. “Tenés en la cabeza muy buenas noticias y también que puede ser que esta noche no tenga camas”, explica. La clave, dice, es tener la mente “hiper fría”, apuntar a la templanza, a tener otros proyectos. “Estamos trabajando también en lo que es gestión de riesgo y seguridad del paciente, que antes de la pandemia era prioridad para la Organización Mundial de la Salud. Si no, nos agotamos en una pandemia, que hoy nos lleva puestos, no hay duda, pero una gestión no se puede definir por eso solamente. Trabajamos también en el proyecto de los Mil Días, que ya era un proyecto antes que sea nacional, y apuntamos a cuando esto pase. Porque va a pasar y hay que dejar gestión para la gente”.
La otra clave para Martorano es aceptar que la pandemia irrumpió. “Primero la afrontamos como pudimos, y de a poco nos organizamos cada vez más”, dice y recorre distintos momentos. Dice que los hay tragicómicos y hasta graciosos. Pero sobre todo durísimos. “Yo aprendí a mirar siempre para adelante, nunca a los costados. Y para atrás, sólo para aprender. Le digo siempre a mi equipo que esto no nos pasa a nosotros, le pasa al mundo. Y por eso damos lo mejor de cada uno. Estamos en el ruedo y quien desde un escritorio nos cuenta cómo hacer… me encantaría que venga”.
Pese a las dificultades para hablar del futuro, la fabricación local de vacunas en el laboratorio Richmond hace que la voz de la ministra tenga un tono de esperanza. Habla del año que viene como un momento “de otro plan, otra situación” y eso viene de la mano de la producción local. “Hoy el gran tema es que la vacuna es un insumo solicitado por el mundo entero a la vez. En Argentina se está vacunando en un momento en donde el mundo entero las está solicitando y donde los países con mayores recursos hicieron compras para el próximo año, sin tener en cuenta que nadie se salva solo, que si no se vacuna en el mundo entero, queda un reservorio. Debemos ser más solidarios e intentar que todo el mundo pueda vacunarse. Confiamos en ello, en que aquellos países que tengan dosis extra colaboren con los países que menos vacunas tienen. Es la única manera que esto pueda generar inmunidad en el mundo entero, entero”, concluye.