La mayor empresa tecnológica, Google, ha generado entre 60 y 120 mil puestos de trabajo (directos e indirectos) en el mundo, mientras que la automotriz General Motors, en su tiempo de esplendor, tuvo más de 600 mil trabajadores. “Trabajar hasta morir”, en un planeta con trabajo decreciente. Así imaginan el mundo Elon Musk (dueño de X) y Javier Milei, que este fin de semana lo volverá a visitar en Estados Unidos, la tercera reunión del presidente argentino en 10 meses con el magnate sudafricano nacionalizado estadounidense. El tecno capitalismo de plataformas vino a reconfigurar las relaciones laborales, desde ya, y más en profundidad, a la política.
La participación abierta y comprobada de Musk en el intento fallido de golpe de Estado a Bolivia en 2019, alimentando la violencia golpista tras la derrota de Bolsonaro que le costó un grave conflicto de la Corte Suprema de Brasil con la red X, y, entre otras acciones, la financiación a los recientes ataques terroristas urbanos con pretensión de frustrar el proceso electoral de Venezuela (fines de julio de 2024), revelan un nuevo orden de la violencia mundial.
Ya no son, necesariamente, los marines ni los servicios de inteligencia estatales del país del norte los que “orientan” las democracias latinoamericanas. Los nuevos magnates del mundo privado, aunque formados a la sombra de la tecnología estatal, se encargan directamente de intervenir con mano de obra privada.
Se sabe, trabajo hay poco, y la degradación post pandemia, sobre todo entre los jóvenes, hace lo suyo.
Aunque ya desde, al menos, 2012, la derecha radicalizada argentina empezó a expresarse en las calles del país con el recordado “Argentina sin Cristina”, en las marchas por la Avenida 9 de Julio (la más numerosa, noviembre de 2012), con Milei llegado al poder la escalada de violencia narrativa y política, ahora desde la Casa Rosada, sube cada día un nuevo escalón.
Justo en la semana donde se conoció que la mega inversión la empresa malaya “Petronas” no vendría a la Argentina, un sorprendente spot publicitario sobre el “virus del peronismo kirchnerista” pone en escena una nueva provocación a todo el sistema democrático y abre interrogantes sobre un plan político que acrecienta su agresividad en la misma medida que declinan las condiciones de vida de al menos el 70 por ciento de la población argentina.
Cristina Kirchner, Fito Páez, Néstor Kirchner, Roberto Baradel, Sergio Massa y Florencia Peña, entre otros, son los representantes de un virus presuntamente mortal, deshumanizado y a destruir. El spot, créase o no, es oficial del gobierno argentino: septiembre de 2024. “Ku – K 12”, el nombre elegido, no casualmente el número 12, el año de inicio de esta saga de violencia que incluyó decenas de acciones callejeras siempre con Cristina Kirchner en la mira. Para desembocar en el punto culminante, el 1º de septiembre de 2022, y el intento de asesinato fallido, que un sector de la justicia federal se encargó, hasta ahora, de no investigar a sus responsables ideológicos.
Entre el asombro, el miedo y la pasividad, el sistema de representación política de los casi 11 millones de votos del partido derrotado en el balotaje de noviembre pasado, aún no atinan a reaccionar de un modo consistente. Sólo atisbos. Axel Kicillof defiende su gestión en la provincia de Buenos Aires y se proyecta hacia adelante, aunque permanecen sordos enfrentamientos con la organización más fiel a Cristina Kirchner, La Cámpora.
Este último viernes, el gobernador bonaerense llegó al barrio de Congreso e hizo un acto en defensa de la Universidad Nacional de las Madres de Plaza de Mayo –desfinanciada y violentamente atacada por la Casa Rosada-, y siete horas más tarde, Máximo Kirchner, se relanzó en La Plata con la consigna “Armar de nuevo”. El presidente del PJ de la provincia de Buenos Aires, mientras despidió para siempre del peronismo a los fallidos Alberto Fernández y Daniel Scioli, sostuvo que “el problema son los dirigentes (peronistas) con miedo”, y agregó: “Dicen que ahora va tronar el escarmiento, pero el pueblo ya hizo tronar el escarmiento cuando perdimos 56 a 44 (balotaje)”.
Máximo y Axel se superponen en actos y no se mencionan, pero se aluden elípticamente. Cristina Kirchner, por su parte, subió a Kicillof al escenario en su última aparición pública en el conurbano bonaerense (en el partido de Merlo). ¿Qué conflicto perdura en esa tríada, Cristina, Axel y Máximo? El peronismo, en un tiempo de debilidad profunda, no tendría ningún destino sin previamente acomodar a los propios, empujando exactamente para el mismo lado.
Así como se ha resquebrajado un modelo de estatalismo peronista kirchnerista, con exceso de paternalismo, y lleno de mañas, ventajitas e incluso corrupciones, el colapso del modelo nacional popular de acumulación y asociación donde los votos y la organización principal los pone el kirchnerismo, pero los candidatos son Scioli, Alberto Fernández y Sergio Massa, es total.
Tal vez por eso, en las últimas horas, el referente principal peronista del Senado, José Mayans, salió directamente a pedir la presidencia del PJ nacional para Cristina Kirchner. El peronismo más tibio, oscilante, que se pasó dos décadas desconfiando del “peronómetro” kirchnerista, con la ola mileísta, luce en su peor momento. En 2025 será estar del lado de Milei o contra Milei. Al peronismo, los intentos de “deskirchnerizar” lo han llevado a las cercanías de Milei. El gobernador de Tucumán, Osvaldo Jaldo, o los senadores por Corrientes y Entre Ríos (Camau Espínola y Edgardo Kueider), que accedieron a sus cargos con los votos del entonces Frente de Todos, y el asombroso Daniel Scioli, entre otros, son algunos ejemplos.
Aunque parezca una película policial de misterio, en un mundo distópico, el devenir de la Argentina no es ficción, es pura realidad. Más temprano o más tarde, los hombres y mujeres de a pie, se presume, ordenaran este lío.