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Informe

“No me dejen solo”: el pedido de “Pupito” condenado a perpetua

Un hombre de 27 años se dispone a escuchar la sentencia que va a atarlo a la cárcel durante varias décadas. Ha hecho cosas terribles. Organizó extorsiones a balazos contra comercios, gremios y empresas. Ordenó disparar en disputas por venta de drogas que causaron muertes, incluso de inocentes. Metió a familiares directos en el delito. Estuvo implicado en tantos actos criminales que llegó a ser investigado simultáneamente por diez fiscales. 

El juez que preside el tribunal le dice que le hará dos preguntas. Le señala primero que los delitos que le atribuyen son muchos y que los más graves suponen prisión perpetua. Le pregunta si comprende eso y si reconoce su culpa.   

“Sí señoría”, responde el acusado. 

La segunda pregunta da paso a una complejidad inesperada en esa audiencia del Centro de Justicia Penal de Rosario. Es cuando el juez le dice si quiere decir algo más. La respuesta, a un mes de ocurrida, tiene en conversación a una enorme cantidad de actores del sistema penal santafesino. Es la aceptación de que cada hecho que le atribuyen ocurrió tal como se lo imputaron. Pero es también un diagnóstico de cómo el Estado contribuyó para convertirlo en una máquina peligrosa para la sociedad. Finalmente es una pregunta angustiante. ¿Es aceptable que ese Estado que lo condena con justicia, pero que también lo transformó en parte en quien es, ahora lo olvide? ¿Puede hacer algo el Estado, ahora que quedará encerrado para toda la vida, para no dejarlo tan solo?

Difícil de digerir emocionalmente y políticamente incómoda de exponer en el presente, la pregunta que hizo Pupito Avalle ha colocado en conmoción a personas que trabajaron para condenarlo. Es una pregunta sobre si la persona que es sentenciada a décadas de encierro puede esperar algo de las instituciones. La respuesta más audible que viene de buena parte de la política y de la comunidad es que no tiene casi más derecho que a la sobrevivencia. 

Cristian Nicolás Avalle entró a la cárcel por un robo a los 20 años. En ese momento, cuando aún no había sido condenado, fue alojado con presos que lo doblaban en edad, confinados por homicidio o tráfico de drogas, delitos notoriamente más graves que los que a él le endilgaban. Todos los hechos que cometió a posterioridad fueron muy graves y los más representativos de la Rosario violenta. En todos fue instigador, en ninguno actuó de manera material, precisamente porque estaba en la cárcel. 

Lo que les dijo a los jueces Pablo Pinto, Hebe Marcogliese y Mariano Aliau es que esos presos profesionales y veteranos con los que lo pusieron a convivir cuando recién ingresaba a prisión lo perfeccionaron. Y que entró en un sistema de vida donde quería agradarlos, textualmente, para ser alguien en el hampa. Puede haber sido una especulación o una mentira. Que lo pusieron con delincuentes durísimos ni bien cayó preso no lo es. 


Entré por un robo calificado a un pabellón donde me metieron con gente con 30 o 40 años, todos por asesinato o por vender droga, y yo era primario. Y ahí me metieron y por caerle bien a gente de alguna banda u otra fallé. Pero también falló el sistema, porque me metieron siendo un pibe sin antecedentes en un lugar así.

Cuando le dijeron si deseaba agregar algo más, vía zoom desde la cárcel de Ezeiza, Pupito Avalle se dirigió al juez Pablo Pinto que le preguntaba. Esto es lo que respondió:

Sobre los hechos y el trabajo que hizo la fiscalía, asumo toda la responsabilidad que me están dando, y después de hacerle alguna petición, me gustaría pedirle disculpas a toda la gente que en algún momento le hice mal, pedirle disculpas a toda la sociedad por las cagadas que me mandé. Sé que hay cosas que son irreparables, máquina del tiempo no hay, marcha atrás no hay, y ahora me queda afrontar la realidad y asumir las consecuencias.

Solo le voy a pedir que no me dejen solo en este trayecto de pena, que va a ser perpetua, sé que voy a tener que estar muchos años acá adentro, y de parte del Servicio Penitenciario Federal, hoy en día estoy muy mal. No vengo acá a hacerme la víctima o llorar la carta, porque sumo un montón de delitos, estoy asumiendo que me mandé mil cagadas, no niego nada de lo que dicen. Todo lo que se dijo hoy es verdad. Es como dicen los dos fiscales que hicieron todo ese trabajo y demostraron lo que yo hice.



Pupito Avalle es de Villa Gobernador Gálvez y estuvo vinculado a actores importantes de Los Monos como Leandro Pollo Vinardi y Ariel Guille Cantero. Le adjudicaron 43 hechos violentos como gerente de la empresa criminal que comandaba. Lo terminaron condenando por 27 entre los que están los asesinatos de Miguel Roulín, Ricardo Carrizo y Eros Rosales en atentados que causaron más heridos. Incluyeron extorsiones agravadas a vecinos, amedrentamiento a personas, disparos contra escuelas y también la balacera concretada contra Televisión Litoral en diciembre de 2022. Todos esos hechos que ordenó fueron a partir de su encierro en la cárcel de Ezeiza. 

La investigación que probó los delitos fue muy minuciosa. Decidió la balacera contra la UOCRA, contra el Sindicato de la Carne, analizó meterse en las elecciones de la comuna de Alvear, de apretar por plata a los recolectores de residuos. Buscaba dominar los sindicatos con el manejo de sus fuerzas de choque para imponerles el negocio de las viandas. Pagaba a los sicarios que terminaban con vidas.   


Yo nunca quise amedrentar a la sociedad ni nada de eso, pero acá apuntaron a muchos rosarinos, pero yo nunca maté a ningún taxista, colectivero o albañil. No justifico lo que hice, yo no soy Dios para quitarle la vida a nadie, pero hoy estoy sufriendo la coacción de los demás porque no quiero estar más acá, no quiero hacer nada más de esas cosas. Se puede fijar en el listado de visitas y paquetes, tengo una nena de 9 años que llegado a un punto, estando acá me doy cuenta de que por querer hablar o ganar un lugar en el centro del hampa o ser conocido, me metí y hoy estoy en un lugar que no tengo vuelta atrás.


Franco Carbone

Franco Carbone es uno de los dos fiscales que escuchaba a Avalle en la sala. Llevaba más de tres años investigándolo. Junto a una decena de colegas acorraló con evidencia a Pupito y no tuvo ninguna contemplación al solicitar la pena más severa. Pero las preguntas que hizo Pupito, lo reconoce con esas exactas palabras, lo interpelaron hasta lo más hondo.

“Lo he tenido en 200 audiencias. Leí las cosas que hacía en sus mensajes desgrabados, lo escuché estando intervenido, se enojó conmigo muchas veces, también me respetó. La evidencia contra él fue abrumadora por lo que es hasta sensato que haya admitido su autoría. Pero cuando nos habla traza una raya y nos hace preguntas sobre el futuro. Y sus preguntas valen aún si está guionado o haciendo un acting, algo que al haberlo escuchado me convence de que no fue así. Nos dice me encierran por muchos años y se me prohíbe todo, ¿qué van a hacer conmigo, qué esperan de mí, puedo tener alguna esperanza?”.

En su breve palabra final de aceptación de una condena que lo mantendrá encerrado de por vida, sin posibilidad de salida, Pupito imploró que lo trasladaran desde Ezeiza a una cárcel a Santa Fe, a la de condiciones más estrictas, como la que el gobierno provincial tiene en construcción y denomina “El Infierno”. Les dijo a los jueces:

Mi enfoque es de hoy hacia adelante. Pido que no me dejen solo. 

Hoy en día acá donde estoy, se me prohíbe todo. Se me prohíbe la escuela, el vínculo familiar, todo.

No pido que me saquen de mi lugar de preso de alto riesgo, sino que me saquen de esta gente, que tomen conocimiento y hagan una evaluación, y no me dejen solo. No me dejen solo porque quiero algún día reinsertarme.

Yo trabajé, fui una persona de bien. Entré por un robo calificado a un pabellón donde me metieron con gente con 30 o 40 años, todos por asesinato o por vender droga, y yo era primario. Y ahí me metieron y por caerle bien a gente de alguna banda u otra fallé. Pero también falló el sistema, porque me metieron siendo un pibe sin antecedentes en un lugar así.

No me quiero justificar. Lo que hice ya lo hice. Solo les pido que no me dejen solo.

Les habló directamente a los jueces del tribunal para decirles que la palabra de ellos es despreciada e ignorada por las autoridades de la cárcel federal de Ezeiza. Se dirigió al juez Pinto:

Yo a ustedes no los conocía, pero usted resolvió un pronto despacho mío ahora, me doy cuenta por el apellido, igual que la doctora Castelli o Postma, y ustedes son ilustrados, estudiaron, merecen respeto. Y acá donde yo estoy no le dan bola a nada de lo que dicen ustedes, sean médicos, jueces, no les dan bola, y no importa si viene una familia o nadie.

Acá dicen que ustedes no entienden nada. 

Yo hoy asumo una prisión perpetua provincial. La última discusión que tuve con el jefe de día de acá, consta en un acta y todo, porque cada vez que me sacan me hacen firmar, y ahí se me manifestó que ponga los planteos que tengo. Y los planteos contra el gobierno de Santa Fe, y el jefe de día me manifestó que el gobierno de Santa Fe es un gobierno corrupto y no tiene injerencia con el Servicio Penitenciario Federal.

Yo no creo que los gobernantes de Santa Fe sean corruptos, yo los respeto, por eso asumo la perpetua, pero acá no los respetan ni valoran su trabajo.

Hoy, con 27 años, llevando siete años preso, les pido que no me dejen solo, nada más. 

Después pedirle perdón a la sociedad por todo lo que hice.

Tras más de una década de una violencia desaforada en Rosario la expresión de Pupito queda acechada por la emocionalidad lógica de los que la sufrieron de manera directa e indirecta. Su accionar no queda impune sino que es castigado con el mayor rigor de la ley. El planteo que instala es incómodo de escuchar pero tiene un amparo. Como dicen los mismos que lo acusaron no pide nada que esté fuera de la ley. Pide la posibilidad de no quedar confinado exclusivamente a respirar hasta que se muera. 

Las preguntas que hace tienen que ver con los límites del castigo legal. El catedrático italiano Massimo Pavarini, especializado en Derecho Penitenciario, dice que toda pena legal contiene un núcleo que implica infligir dolor, sufrimiento y privación a una persona por el daño que ha causado. Lo que pregunta Pupito a las instituciones, dicen dentro mismo del Ministerio Público de la Acusación donde impulsaron su condena, es si ese dolor debe ser infinito. Es una pregunta universal a las instituciones sobre la dignidad humana. 

Pavarini se movía muy cerca de los jueces. Decía que el castigo penal tiene una legitimidad frágil: aunque el Derecho Penal intente justificarse apelando a la seguridad o a la defensa social, esas justificaciones chocan siempre con el principio ético de la modernidad occidental: nadie debería ser instrumentalizado ni reducido a un medio para proteger a otros. Hoy eso embiste con un discurso político que no intenta disimular que la sanción implica aislar al que mereció una pena, hacerlo tener miedo y no justificar la sanción en ningún argumento que proyecte algo para el castigado: ni resocialización, ni reinserción, ni reintegración. 

Esto es algo que Avalle, que organizó delitos tremendos contra las personas, capta muy bien cuando tiene su palabra final ante los jueces. Su habla es un desafío al mismo Estado que lo encerró con presos muy peligrosos cuando recién entraba a prisión. La interrogación en pie para la sociedad y las instituciones es qué hacer con las preguntas fuertes que deja Pupito. Cómo analizan los mismos fiscales que lograron su sentencia, si merecen algo de reflexión o si no deben ser contestadas porque lo condenaron a perpetua. 


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