“La inflación del año próximo puede ser del 25 por ciento, no hay motivo para que eso no suceda mientras que no haya ningún accidente”, calculó y sorprendió Gabriel Rubinstein, ex viceministro de Sergio Massa (2022/ 2023). En una semana en la que el gobierno descorchó champán por lo que considera sus logros, el corazón de la macroeconomía pasó a liderar la agenda y a quedar bajo análisis de propios y extraños. ¿Robustez o burbuja? ¿Para todos o para un sector? El binomio superávit fiscal/déficit cero, además de bajar la inflación se viene consolidando como crédito político del oficialismo en vista a las legislativas del próximo año. “Pero tiene un punto débil, la falta de dólares”, advirtió el economista.
—Cuando asumió Javier Milei, precedido por las promesas de motosierra sin anestesia, hubo pronósticos de pocos meses de gestión. Economistas del mismo manantial liberal le advertían errores. Pero hoy la macro está festejando. ¿Qué pasó?
—Un plan macroeconómico que se basó en un fuerte ajuste fiscal que se mantuvo en el tiempo y logró dominar el dólar y la brecha cambiaria, que son dos elementos importantes para la estabilidad macro. Al hacer eso las cosas comenzaron a mejorar, la inflación fue bajando, con la inflación más baja los salarios que tenían cierta demora comenzaron a recuperar algo y entonces se encontró un piso a la recesión. Ahí ya hay un rebote, aunque sea modesto pero es un rebote en muchos lugares. A esto hay que agregar que el blanqueo fue muy exitoso, entraron 20 mil millones de dólares en efectivo, mucho de los cuales van a quedar en la economía; todo eso permitió bajar también el riesgo país y esto abre mejores perspectivas de financiamiento. Las cosas van saliendo bien.
—Las medidas que acaba de enumerar ¿eran absolutamente necesarias en esa profundidad? ¿cualquiera que hubiese asumido en diciembre 2023 hubiera hecho lo mismo o había otros caminos para estabilizar la macro?
—El ajuste fiscal era necesario porque si no, no se puede comenzar a ordenar la macroeconomía. El año pasado se había dificultado hacerlo, primero y mucho por la sequía, un poco también por el año electoral. El camino era el equilibrio fiscal, de hecho Massa presentó un presupuesto para el 2024 con un uno por ciento de déficit, pero pidiéndole a los diputados que por favor tomen las medidas para uno por ciento de superávit. Si hubiera ganado Patricia Bullrich seguro que también hubiera ido al equilibrio fiscal, por lo menos al equilibrio primario o al superávit primario, esa es la parte más importante. Después cómo y cuánto, qué impuestos sí o que impuestos no, qué gastos sí o qué gastos no, seguramente hubiera sido todo bastante diferente, pero la esencia del ajuste se hubiera mantenido. Y también la necesidad de bajar la brecha cambiaria, pero la devaluación era necesaria; algunos piensan que la hubieran llevado a 600 ó 650, otros a 800, eso es ya un poco hilar más finito, pero una devaluación del tipo de cambio oficial importante era necesaria; esas dos cosas se hubieran hecho, después también en cuanto a la intervención en el contado con liquidación para que baje la brecha. Todas estas cosas son el corazón de la estabilidad macroeconómica, y todos lo hubieran hecho; en el caso de Milei se le fue la mano con la recesión. La inflación que hubo fue producto de que muchas empresas remarcaron pensando que el dólar se iba a 2.000 o 3.000 y para mí Milei tuvo responsabilidad en eso, porque dijo que iba a dolarizar y para los mercados dolarizar sin dólares significaba mucha devaluación, mucho temor. En la campaña, Milei alentaba que el dólar subiera, después cuando estuvo en el gobierno buscó hacer lo contrario, que el dólar bajara, pero mientras no fue gobierno buscó que el dólar subiera, eso terminó en una recesión porque los precios quedaron muy altos y los salarios no pudieron acompañar, esto hizo que el salario real cayera, cayó el consumo y eso generó la recesión que tuvimos de noviembre hasta abril, aproximadamente.
—¿Era necesario que el ajuste tuviera una profundidad selectiva priorizando el gasto social, por ejemplo, el 0,5 por ciento del PBI, aportado por jubilados, tal como lo anunció el propio ministro Luis Caputo? Los sablazos fueron a determinados sectores sin tocar a otros.
—No, seguramente no así. Todas las cosas tienen alternativas. Este gobierno por ejemplo bajó impuestos a los bienes personales y tal vez otro gobierno no lo hubiera hecho. Subió el Impuesto País, tal vez otro gobierno lo subía más, esas cosas admiten formas diferentes, exenciones impositivas, regímenes tributarios, como el de Tierra del Fuego, impuesto a las Ganancias a los jueces, bienes personales a los bienes rurales. Si hubiera habido discusiones en el Congreso hubieran morigerado el impacto, en principio a las jubilaciones, entonces estas cosas admiten alternativas que tampoco son tantas ni tan brutales ni dramáticas, pero se podría haber hecho algo diferente. Lo que pasa es que lo hicieron más a lo bruto y tienen el mérito de haberlo hecho rápido, hicieron lo que tenían a mano para hacerlo rápido, eso conspira contra la posibilidad de hacerlo todo prolijamente y bien.
—Si los, entre muchas comillas, daños colaterales tenían alternativas, aquí empalma entonces la autodefinición de Milei, como topo del Estado. El gobierno anterior, por ejemplo ¿hubiese estabilizado bajo otro paradigma?
—Sí. Pero también hay que dar mérito de haberlo hecho, porque a veces uno dice vamos al superávit pero después en la negociación tal vez eso no se consigue, es contrafáctico, no lo puedo asegurar, después la historia se queda con lo que realmente sucedió.
—¿Cuánto de fragilidad o robustez hay en estas medidas que hoy celebra el gobierno? Acaso están como en química, en un metaequilibrio, un equilibrio aparente que podría distorsionar la entrada o salida de algún elemento.
—Diría que las cosas se pueden ir mejorando, consolidando, o sea la inflación puede seguir bajando, el salario real puede seguir subiendo, la reactivación puede ser sostenida, las cosas pueden ir mejorando. Pero lo más riesgoso del programa es que no hay dólares en el Banco Central y entonces estamos siempre expuestos a cualquier corrida cambiaria importante por cualquier razón, por razones políticas o por razones de shock externo. Esa es una parte frágil del esquema actual, que no tiene solución para eso, pero es un riesgo con el que se puede convivir; mientras no haya accidentes está todo bien. Creo que las cosas van a ir bien en general, para algunos no, pero en general, en promedio van a ir bastante bien, en ese aspecto la parte macroeconómica de mejoras y la parte salarial está un poco mejor en general. En esos términos creo que la mejoría se va a mantener, pero sí supongo que el riesgo de accidente no está disipado.
—Si las cosas se van a mantener como acaba de señalar, ¿qué predicción de inflación puede hacer para el año que viene?
—Puede ser menor al 25 por ciento.
—En ese caso se haría realidad la máxima aspiración que tiene el gobierno, porque la inflación a la baja es la carta fuerte para las elecciones legislativas del año próximo.
—Hay que ver si lo pueden hacer, pero están dadas las condiciones para que lo logren.
Parafraseando al dicho popular se podría decir: dime quién festeja y te diré quién llora. Si bien estabilizar la macro cambió el escenario, la economía cotidiana aún no puede brindar. Un par de botones de muestra: si bien dejó de caer, el consumo sigue en tono bajo, el poder adquisitivo y las jubilaciones aún siguen en el piso bajo en el que quedaron y la obra pública no dio más señales con lo que implica en mano de obra. Son los temas sin saldar, mientras se espera que la estabilidad de la macro devenga en un modelo de desarrollo.