“No, no vas a poder, es sólo para hombres”. Del otro lado del teléfono una voz masculina responde una consulta sobre cómo asociarse al Club Rosarino de Pelota. El timbre de voz fue la información clave para el que atiende y que además agrega: “Es imposible para las mujeres. Solo pueden venir a la pileta en verano o a una cena si las invita un hombre. Una lástima”.
El Club Rosarino de Pelota queda en San Luis y Alem, se fundó en 1922 y nunca admitió a mujeres socias. No es el único club de la ciudad que lo hace. El Jockey Club Rosario tampoco les permite asociarse a las mujeres aunque, a diferencia del Club Rosarino de Pelota, sí tienen acceso a todas las instalaciones del club y a la mayoría de los deportes que se ofrecen. Sin embargo, al no ser socias no pueden participar de la comisión directiva: no pueden participar de las decisiones que toma el club.
“Las mujeres y los hombres somos iguales hace mucho tiempo ya”. La conversación dura poco más de quince minutos. Charles Roberts, presidente de la comisión directiva del Jockey Club Rosario, es claro cuando habla y cuenta que hace más de dos años la comisión trabaja en una reforma del estatuto que, entre otras cosas, contempla la incorporación de mujeres como socias.
Este club tradicional está por cumplir 120 años. Es el tiempo que lleva su estatuto que solo admite a las mujeres como adherentes: pueden asistir al club a través de algún socio varón que puede ser su padre, su hermano, su marido y en algunos casos sus hijos si son mayores de 21 años. El club cuenta con una sede principal en Maipú y Córdoba, edificio cuyo proyecto fue elaborado por el prestigioso arquitecto francés Eduardo Le Monnier. El country, ubicado en Córdoba y Wilde, tiene 110 hectáreas y durante la temporada de verano llega a recibir entre 6.500 y 7.000 personas cada fin de semana (sobre todo, por el uso de sus piscinas que son seis en total).
Las adherentes consultadas dijeron conocer al menos una mujer que vio complicada su continuidad en el club luego de divorciarse de un hombre socio. Si una mujer es adherente a través de su padre y contrae matrimonio con un hombre cambia de “estado”: pasa a ser socia a través del marido. Si se divorcia, por estatuto, no puede continuar en el club. Ninguna de las mujeres en esa situación consultadas quiso hablar con Suma Política y las adherentes que sí lo hicieron pidieron reservar sus nombres.
Sin embargo, Roberts asegura que todas las situaciones que se presentaron hasta el momento fueron resueltas: “Cada caso particular se fue atendiendo, nos adaptamos y nunca llegamos a un conflicto. Según el estatuto no podrían continuar pero tratamos de interpretarlo según las leyes que nos regulan: no queda fuera ninguna mujer divorciada. Y si no tiene a quién referirse se hace una cuenta particular. Nos interesa que la gente siga yendo al club. Sucede que necesitamos pasar al papel lo que ya sucede en la práctica”.
Roberts no recuerda ningún momento en que las mujeres del club se organizaran para reclamar que sean incorporadas como socias: “Sí tuvimos una nota de una mujer pidiéndolo, lo sugirió como una contribución, preguntó ¿cuándo van a hacer algo? Fue hace un año atrás aproximadamente. Le respondimos que se está trabajando en la adecuación y quedó conforme. No molestó el pedido”. El presidente prefirió no identificar a esa mujer.
Un estatuto aggiornado
Hace dos años la comisión directiva trabaja en un nuevo estatuto y espera llamar a asamblea en octubre de este año. Roberts es socio de toda la vida y considera al club como su segunda casa. Antes de conversar con él Suma Política habló con el presidente de la Subcomisión de Tenis, Horacio Mezzelani, y el vocal titular y presidente del área del Country, Jorge Sánchez Almeyra. Los tres coinciden en que, en la práctica, no hay discriminación alguna hacia las mujeres ni hacia nadie. Sánchez Almeyra incluso comenta el trabajo que se realiza para que el club sea accesible para personas con discapacidad.
La única vez que el estatuto fue modificado fue en 1996. Por entonces se contemplaron “aspectos instrumentales y del funcionamiento de la entidad”, no se abordaron cuestiones referidas a los objetivos ni a la filosofía del club. Por ejemplo, a partir de entonces los abuelos políticos pudieron transferir su calidad de socios a nietos para “mantener la familia unida”, como señaló Roberts. Pero no se abordó la situación de las mujeres que, al día de hoy, no pueden asociarse por su cuenta y que, por ende, no pueden formar parte de la comisión directiva ni, en consecuencia, de las decisiones que tome la institución. El presidente cuenta que al club asisten de forma anual cerca de 14 mil personas —aunque ese número varía año a año— y que el 55% son mujeres.
Los tres hombres que hablaron con Suma Política hacen hincapié en que el estatuto actual fue confeccionado hace más de cien años y que eso explica la situación de desigualdad hacia las mujeres. “La constitución estaba aggiornada a la forma en que la sociedad se manejaba en aquel entonces y que es totalmente distinta a la de hoy”, explica Roberts. También, los tres indican que las modificaciones son complejas y que no pueden realizarse de un día para el otro. Mientras tanto, el tradicional Club del Orden fundado en 1853 en la ciudad de Santa Fe —el más antiguo del país— ya incorporó a las mujeres como socias.
Tanto Roberts como Sánchez Almeyra señalan la necesidad de reforma en base, primordialmente, al nuevo Código Civil y Comercial de 2015. “Las situaciones particulares siempre se resuelven bien, amablemente. Los cambios hay que hacerlos porque hay que ajustarse al Código, el mundo es así. Como las empresas, las organizaciones, las entidades autárquicas y los clubes necesitamos adaptarnos”, expresa Sánchez Almeyra y agrega: “El club es lo más abierto que te puedas imaginar, hay un prejuicio con este tema”.
Roberts explicó el eje del asunto: “La demora en la modificación del estatuto tiene varios aspectos, no es por las mujeres ni por el matrimonio en personas del mismo sexo que también nos interesa incorporar. El tema es cómo adecuamos lo económico y financiero al sistema del club. Son varias cosas las que hay que modificar y si un estatuto hizo grande al club durante 120 años hay que hacer lo mejor posible para poder modificarlo”.
“Para el hombre hay cuota superior y la mujer, a través de la adherencia, paga menos de la cuarta parte de lo que paga el hombre. Es una diferencia económica”, puntualizó Roberts.
Además “hay que llamar a asamblea y votar, eso hace que a veces la convocatoria sea más complicada”. Sin embargo, esperan poder hacerlo en octubre. Allí los socios que decidan asistir decidirán si aceptan o no las reformas. ¿Las mujeres esperarán afuera los resultados?