En la provincia de Santa Fe existen unos 1.200 comedores comunitarios, de los cuales 900 están en Rosario. La demanda de alimentos aumentó un 40 por ciento este año en la ciudad, según un relevamiento de la Municipalidad. Un síntoma claro del malabarismo que muchos hacen para cubrir las necesidades básicas. Un claro ejemplo es la escuelita de fútbol que funciona en el histórico club de zona sur Unión Roque Saénz Peña. Escuelita que ya no es tan escuelita, porque tuvo que reconvertirse a comedor comunitario debido a que muchos pequeños que iban a jugar llegaban sin desayunar, sin almorzar, sin merendar.
La escuelita de fútbol nació en 2021, en el Unión Roque Sáenz Peña. Una institución que en los 80 tenía fiesta popular casi diaria, que supo recibir a una incipiente banda llamada Los Palmeras, a Los Wawancó y las vecinas de más memoria hasta recuerdan haber visto a Sandro. Era brillo absoluto. Un brillo que ya no existe. Sólo queda el recuerdo festivo rondando las dejadas instalaciones de Láinez al 500. Hoy el club solo presta la canchita para las prácticas de la escuelita, porque está prácticamente cerrado al público.
Por eso, los profes se encargan de todo: desde arreglos de albañilería, colocación de luces, hasta el mantenimiento de la cancha y los vestuarios. Comenzaron siendo unos 10 chicos y hoy ya son casi 200, de 5 años en adelante, lo que convierte este proyecto hecho realidad en un punto neurálgico del populoso Saladillo.
“Nosotros trabajábamos como una escuelita de fútbol, este año se sumaron un montón de chicos y entramos a la liga Arfi, donde tenemos seis categorías de mayores, seis de infantiles y una categoría femenina. En total son unos 140 niños y adultos. Nos fue muy bien por ser el primer año en liga, en casi todas las ramas salimos primeros o segundos”, le cuenta el profe Cristian Villalba a Suma Política, resaltando los logros de un grupo que este año dio que hablar. Pero los mayores pergaminos vinieron por otro lado.
La difícil situación económica pos pandemia y acentuada este año, recalibraron los objetivos. Los entrenadores comenzaron a percibir que los chicos llegaban a las prácticas sin la alimentación básica. El fútbol ya pasaba a un segundo plano. Por eso decidieron hacerles la merienda para que nadie se vaya con el estómago vacío. “Les hacemos la merienda a los más chicos después de cada práctica, que son los lunes, miércoles y viernes. El asunto es que a veces se nos juntan varias categorías y se nos complica darles la merienda a todos, que es lo que queremos, porque varios vienen con problemas alimenticios, algo que comenzamos a notar este año”, relata Cristian.
La escuelita le tuvo que dar paso a una asociación civil, porque los recursos escaseaban y debían conseguirlos por otro lado. Aunque siempre fue motorizado a pulmón. “Decidimos formar la Asociación Civil Sembrando Futuro para poder conseguir más recursos para los chicos. Nos dan mate cocido y leche para la chocolatada. Nos ayuda un poco la provincia y después tenemos panaderías que nos van dando una mano con las facturas y con la harina para hacer pan, tortas fritas o bizcochuelos”, agrega el profe, nacido y criado en el barrio. Hasta les cortan el pelo a los chicos.
Esta tesitura desnudó una problemática generalizada en la zona. Lo que comenzó con una merienda para los chicos, derivó en la necesidad de hacer raciones de comida para personas que se fueron acercando al lugar, que tampoco alcanzaban un plato de comida básico. “Nos pasó que, a partir de que montamos el comedor, se empezó a acercar gente grande, que no llega a fin de mes, que también necesitaba un plato de comida. Entonces, desde marzo sumamos una cena semanal, que hacemos los jueves, en la placita de bolsillo que está en Bermúdez y Rui Barbosa, porque no tenemos un espacio físico. Lo hacemos todo a pulmón, porque no tenemos techo propio”.
El grupo de profesores y asistentes lo conforman vecinos del barrio que trabajan casi todo el día y el poco tiempo libre que tienen lo invierten en sacarle una sonrisa a un niño. Cristian Villalba y Leo Damboriano son albañiles de profesión, Carlos Albornoz trabaja en higiene urbana, Mario Lescano es empleado marítimo, Sergio Ayala en el transporte, Lorena Villalba es enfermera y Analía González ama de casa, solo por ponerle algunos intérpretes a semejante cruzada social.
Cristian Villalba cuenta que junto al grupo de trabajo se cansaron de golpear puertas para recibir algún tipo de asistencia pero nunca los escucharon; les prometen oro en época de elecciones y, una vez que pasan, no les dan ni barro. “Tengo 40 años y toda la vida viví acá. No tengo ningún color político. Este barrio está olvidado y no importa el gobierno que esté, porque pasaron muchos y nunca cambió nada. Acá no funciona nada. Te puedo asegurar que le golpeamos la puerta a todos los partidos políticos y el único que nos dio atención fue el concejal Mariano Romero, que nos mandó pelotas, conos y elementos para los entrenamientos. Nosotros lo hacemos por los pibes, que son el futuro de la sociedad”.
Así están desde hace tres años. Con las ilusiones a cuestas por una ayuda que parece cada vez más utópica. Pero ellos siguen camino, porque la satisfacción de ver feliz a un niño no se las quita nadie.
Se acrecienta la demanda de alimentos en Rosario
Un relevamiento municipal determinó que los pedidos de asistencia alimentaria aumentaron cerca de un 40% este año en la ciudad.
Está explicado en que se sumaron adultos mayores a los que no les alcanza la módica jubilación para costear lo básico e indispensable. También se registró un incremento de mujeres en situación de calle, mayormente solas con sus hijos, que también requieren un plato de comida.
En el operativo invernal se entregó una cifra récord de 60 mil raciones de comida y las estimaciones para cerrar este 2024 no distarán mucho de números alarmantes.

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Periodista deportivo. Diplomado en Comunicación y Periodismo Digital (Fundación Diario La Capital, UNO Medios y Universidad de Congreso)
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