El tema que debería quitar el sueño en todos los niveles del Estado no parece estar en agenda. Así sintetizó el padre Fabián Belay uno de los momentos más críticos, del vórtice enloquecido que engarza violencia, marginación y drogas. Su voz es una de las mejor habilitadas para hablar del tema por testimonio, pasión y compromiso. Desde 2009, la Comunidad Padre Misericordioso que integra, camina a la par de quienes en la vulnerabilidad padecen adicciones. En esa llaga social trabajan el cura y su grupo de voluntarios, multiplicados en dispositivos territoriales y reclamando un pacto social.
“Hay algo que no terminamos de entender en todos estos años, es el principal problema que tiene la sociedad rosarina y la realidad es que no hay respuesta”, explicó en diálogo con Suma Política. Ampliando el foco señaló que desde 1990, no hay campañas de prevención tanto a través de los medios de comunicación, redes sociales y sistema educativo. ¿Si la prevención no abunda qué pasa con la asistencia? “Hoy los adictos pasan por el sistema de salud, esperan horas en las guardias de los hospitales, a veces son atendidos por personal que no tiene formación en adicciones, y en media hora vuelven a su casa muchas veces medicados con lo mismo que consumen”, describió lo que asimiló a una puerta giratoria que no contiene.
“No contiene porque no hay lugar suficiente de asistencia. Hoy el sistema no puede absorber la demanda que hay en internación, que es como la terapia intensiva de un tratamiento, no es para todos, es para consumo intenso y prolongado donde también hay niños y adolescentes, y se hace cuando es necesario un corte en ese consumo”, explicó.
Belay no pasa por alto una paradoja trifásica que debería ser tan llamativa como semáforo en rojo. “Por un lado no se problematiza desde la prevención, pero si se hiciera el sistema no podría contener. A su vez pasan por el sistema de salud pero no son acompañados porque no hay suficiente estructura para poder derivar y por último, tampoco hay datos sobre este tema, nadie releva”, sostuvo.
Los datos son importantes porque llevarían a conocer la etiología de lo que en las guardias se presentan como conflictos interpersonales, problemas familiares o accidentes de tránsito, a modo de ejemplo. Según el sacerdote, tampoco el sistema educativo hace un registro de los niños, adolescentes y jóvenes que están cursando estos problemas. “No tenemos datos, pero sí tenemos el dato de la realidad con muertes y balaceras”. ¿Qué ofrece hoy la sociedad sobre el tema de las drogas? planteó Belay, para responder que sólo hay un par de respuestas rápidas, cuando alguien conduce bajo efectos de alguna sustancia o cuando un pibe del barrio comete un delito llenando las cárceles de adolescentes y jóvenes pobres.
“Esas son las dos únicas formas en que se ocupa, pero no se problematiza en otras áreas, son todas las incoherencias que nosotros vamos viendo, pasan los gobiernos y este tema está lamentablemente silenciado en la provincia de Santa Fe y en la ciudad de Rosario y por eso estamos viendo las consecuencias” —subrayó—. Muchas veces los intendentes dicen que no pueden hacer nada y se conforman con abrir espacios como puede ser La Estación, como política pública, para toda la ciudad de Rosario; la Municipalidad, en este tema específico, hace dos años que no dialoga con quienes trabajamos el tema”, detalló. Y dijo que con la provincia “venimos teniendo mesa de diálogo pero falta inversión proporcional a la problemática”.
El trabajo en territorio
“Hoy no tenemos apoyo para seguir ampliando los espacios que tenemos, salvo de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar), que está haciendo la mayor inversión en programas”, comentó. Y dijo que a nivel provincial los dos primeros años de la actual gestión lo que se hizo fue muy poco, “uno entiende que se llevó todo a la crisis del covid, hoy el presupuesto de la Secretaría de Adicciones es raquítico y a nivel municipal ni sabemos cuál es la política en este tema. Antes de que asumiera el actual intendente nos había dicho que iba a trabajar con las instituciones pero sigue sin dialogar”.
Según Belay, la comunidad es la que se fue organizando a través de las instituciones intermedias, como las iglesias católica y evangélicas que tienen recorrido un camino importante, al igual que Madres Territoriales y otras oenegés. “Parecería que la sociedad es la que de algún modo pone anticuerpos a esta crisis. La única que no ve el problema es la política; por qué se silencia, no se enfrenta, no se quiere ver, esa es mi pregunta”, sostuvo.
“Esto atraviesa todas las clases sociales más allá de la ideología o de la religión, a toda la sociedad, sin embargo no se afronta, a veces dicen es imposible o que se fracasó en la lucha, cuando la realidad es que acá nunca se empezó nada”, argumentó. Además citó el principio de subsidiaridad, al que alude la Doctrina Social de la Iglesia: “Ni el Estado ni las organizaciones podemos abordar este problema por su magnitud, por eso se necesita de toda la política”, afirmó. Y llamó la atención sobre la reacción de las distintas fuerzas políticas al abordar el reciente caso de la droga adulterada que terminó con 24 muertos.
“Lo que hicieron fue criticarse unos a otros y la realidad es que si no hay un pacto social que una a todos, esto no se puede enfrentar, en este tema me da la impresión de que la política se quedó con los privilegios y dejó la gobernabilidad en este tema, y su lugar lo ocupa el narco”, enfatizó. E insistió en que la gravedad de la situación no amerita banderas de campañas, aunque dejó en claro que las críticas no significan una postura anti Estado. “Todo lo contrario, necesitamos trabajar a la par, generar redes, unirnos para acompañar a los jóvenes que hoy están perdiendo la vida, basta de naturalizar esas muertes, estamos para contener, en el narcotráfico hay otros actores”, sostuvo.
La violencia como modo de relación
“La pobreza, los sistemas educativos que no corresponden a este momento histórico, la tercera generación de familias atravesadas por el consumo y la falta de trabajo, en ese mundo la violencia es un modo de relación, lo que representan algunas categorías para otras clases sociales, en la pobreza más dura quedan en una nebulosa”, describió. Y dijo que en esas situaciones se crece en un clima de orfandad, saben leer y escribir pero no interpretar y esperan para un EMPA, pero en ese transcurrir, está la calle con sus propuestas. “Le ofrecen la venta de droga, vivir de noche pero cuando llega a los 18 años la sociedad le exige que trabaje ocho horas”, argumentó ilustrando la tan mentada injusticia del sistema que solidifica las estructuras que generan esas vidas rotas, desangeladas donde hasta está escamoteada la ternura.
Allí trabaja Belay, que integra la Pastoral Arquidiocesana y de la Comisión Nacional de Drogadependencia. Es párroco de María Madre de Dios y del Buen Pastor y está a cargo de la Comunidad Padre Misericordioso, que aloja dos granjas de internación, un refugio para gente de la calle y tres centros de día, además de los Centros de Niñez y de Vida que funcionan en los barrios vulnerables de la ciudad. Por esa cercanía con el dolor y la injusticia buscan su voz cada vez que el tema estremece la piel social. Es coherencia y también lo más parecido al Evangelio.
Más información en padremisericordioso.org y sus redes sociales. Se puede donar dinero o tiempo al 4406670.