Brasil vive un momento bisagra para su política industrial y su estrategia de inserción internacional. Lo que suceda en este 2023/2024 tendrá importantes secuelas, semejantes a las que experimentó en 1940 con la construcción del icónico polo siderúrgico Volta Redonda, hecho que implicó el fin del juego pendular de Brasil frente a Washington y a Berlín en la Segunda Guerra Mundial. Sin lugar a dudas, la negociación para que se desarrolle esa industria estratégica con financiación norteamericana fue un hecho que marcó a fuego la industrialización y la política exterior brasileña durante las décadas posteriores.
Ochenta años después, el sector industrial y los actores externos son otros. No es la siderurgia (pilar del modelo fordista de acumulación) sino el sector tecnológico de semiconductores, la gema más preciada de la Industria 4.0. Las presiones y las preferencias de los actores políticos al interior del gigante sudamericano no se dividen entre los que simpatizan con los Aliados y el Eje, sino los que buscan consolidar los vínculos con Washington y con Beijing, en el marco de la nueva bipolaridad emergente.
La variable doméstica y la sistémica se cruzan dando un punto de quiebre. En primer lugar, con el gobierno de Lula Brasil vuelve a tener política industrial, alineado de lleno a un nuevo paradigma global que tira al cesto de residuos la idea de que “la mejor política industrial es la que no se hace”. En segundo, el mundo se dirige a la conformación de cadenas de valor en semiconductores fragmentada, corta y “segura”. EEUU y China buscan la autosuficiencia y tener control sobre toda la cadena, desde el diseño hasta el ensamblaje final. Los países con importantes capacidades industriales (como es el caso de Brasil) serán claves en el tablero de la relocalización por amistad (friend-shoring) en particular para robustecer la oferta global dada la escasez relativa que se avizora en el sector por su fuerte geopolitización.
Vamos a los hechos, parte uno. Brasil tiene más de una decena de grandes empresas en el sector de semiconductores dedicadas a la parte final —menor valor agregado— de la cadena (testeo, afinamiento, corte y encapsulado). Una de esas empresas es estatal, el Centro Nacional de Tecnología Electrónica Avanzada (Ceitec). En los primeros días de gobierno, Lula anunció el freno a liquidación del Ceitec, objetivo del gobierno de Bolsonaro dado el balance de pérdida que tiene la empresa. Asimismo, a fines de marzo se lanzó el Programa de Apoyo al Desarrollo Tecnológico de la Industria de Semiconductores, que busca transferir recursos públicos al sector para su potenciación.
Ahora bien, más allá de los aportes públicos el despegue y consolidación del sector de semiconductores en Brasil necesita sí o sí del capital extranjero. Según los cálculos del Ministerio de Desarrollo (MDIC) con inversión y transferencia de tecnología las plantas ya instaladas en el país podrían comenzar a trabajar en la frontera de semiconductores menos avanzados y comenzar a fabricar, en el mediano plazo (10 a 15 años), chips de 14 nanómetros (nm). Hoy la vanguardia de producción está en 3nm.
La buena noticia para Brasil es que tanto EEUU como China están dispuestos a financiar con las mejores condiciones el desarrollo del sector. La mala es que será imposible atraer ambos capitales. La “globalización de costos” donde las firmas invertían y coexistían mirando solo la rentabilidad no existe más, solo queda en la literatura. Las potencias occidentales abrazan ya sin disimular la idea de Strategic capitalism, es decir un estado que interviene fuertemente en mercados e industrias selectivas que considere importantes desde una perspectiva de seguridad nacional. Sí, el famoso meme del hombre araña aplica hoy muy bien para EEUU, China y Europa. Si hay una dimensión rígida en la disputa entre Washington y Beijing es la tecnológica, siendo semiconductores la madre de toda las batalla en la cortina de hierro digital
Los semiconductores son una tecnología dual. Es considerada vital para la economía internacional y para el crecimiento del ecosistema de la “internet de las cosas” como así también instrumentos claves en la dimensión estratégica militar dado las implicancias para la seguridad nacional. Desde esta perspectiva, Brasilia tiene un gran dolor de cabeza por delante con el tema semiconductores: forma parte del diseño estratégico hemisférico y es una parte central para Washington en esta dimensión, pero su dependencia económica y comercial con China es cada año más pronunciada. Como para Australia —país que ha sufrido los embates de este nuevo contexto global— billetera y Escudo están disociados.

Vamos a los hechos, parte 2. En la visita de Lula a la Casa Blanca, el tema de inversiones en semiconductores estuvo sobre la mesa. La comitiva brasileña se llevó el claro interés de EEUU en promover inversiones en la cadena de semiconductores en Brasil en el marco de los incentivos que brinda la “CHIPS and Science Act”. Por su escala, capacidades y geografía, Brasil es una pieza clave en la idea de nearshoring y de una cadena de suministro “corta y segura”, en especial en la manufactura final donde hoy China concentra los desarrollos. Según el diario brasileño Fhola, la Secretaría de Comercio de Biden, Gina Raimondo, se comunicó el 15 de febrero con Geraldo Alckmin, vicepresidente y encargado de la política industrial para avanzar en el tema. La misma Raimondo viajó a Brasilia los primeros días de marzo con una comitiva empresarial que incluyó actores del sector de semiconductores. Como ha pasado con Países Bajos, Corea del Sur y Japón, las inversiones y los desembolsos estadounidenses vienen con fuertes condicionantes: Brasil tendría varias restricciones para exportar o hacer negocios con China en la materia. Ni exportar el producido final ni tener de proveedores a firmas chinas. Un claro cachetazo al principal socio comercial que seguramente no se quedará de brazos cruzados.
A su vez, si bien Lula Da Silva tuvo que suspender el viaje a China que tenía previsto para última semana de marzo por problemas de salud, el vínculo con China parece profundizarse. En su viaje tenía planificado una visita a la planta de Huawei, la simbólica empresa china. Además, se hablaba del ingreso de Brasil a la iniciativa BRI. Cabe recordar que ni Brasil ni México (el 60% del PBI latinoamericano) forman parte de la iniciativa global china. Lo más importante, se pre anunció la firma de un Memorándum de Entendimiento para la cooperación e intercambio en Semiconductores. La intención de China es fondear a la estatal Ceitec con transferencia de tecnología para lograr su reactivación.
Tanto el Canciller Mauro Vieira como el Asesor Presidencial Celso Amorim han dicho que Brasil no tiene por qué tomar partido en la disputa sino-estadunidense. Que la intención es profundizar y mantener relaciones maduras con ambas superpotencias. Sin embargo, el tema de semiconductores evidencia con claridad lo que muy bien señaló el académico Mariano Turzi: “la equidistancia es una solución geométrica a un problema geopolítico”. En este tema, no hay escapatorias a la famosa pregunta que hizo famoso a Matías Martin: ¿De qué lado estás, chabón? La percepción de los funcionarios brasileños de que el país puede tener una oportunidad en semiconductores y sacar tajada de ambas superpotencias es puro wishful thinking (pensamiento guiado por el deseo).
En realidad, tres son las opciones estratégicas que tiene Brasil: a) opta por el financiamiento de EEUU y se transforma en un spoke de la cadena de semiconductores bajo el hub americano; b) opta por la interacción con China, y sus capitales y su órbita industrial tecnológica claramente gira en torno a Beijing; c) decide no jugar el perverso juego y desarrolla de manera autónoma con financiamiento local un sector pequeño y sin capacidad de escala, crecimiento e innovación, como el que actualmente tiene.
¿Cuál terminará siendo la política industrial brasileña en materia de semiconductores? En la heterogénea coalición de gobierno que lo depositó a Lula en el Planalto conviven sectores que tienen llegada política tanto a Washington como a Beijing, los cuales serán la correa de transmisión de las fuertes presiones externas. Sin lugar a dudas, como lo fue aquella decisión de apostar a Volta Redonda, el camino que elija Brasil en esta materia será central para la política exterior y el posicionamiento de Brasil en el tablero global.
Bonus Track. El embajador Daniel Scioli se reunió con Geraldo Alckmin y anunció en su cuenta de Twitter que Argentina y Brasil producirán semiconductores para un proyecto binacional en una planta de Minas Gerais. Cualquier desarrollo binacional, más allá de la discusión sobre su viabilidad económica, estará condicionado por el juego que Brasilia desarrolle en el plano global con las superpotencias. Para la Argentina es un juego ajeno (rule taker) peligroso y lleno de obstáculos, donde se deberán matizar costos estratégicos además de las posibles ganancias económicas y comerciales. Como en muchas acciones de política exterior el tema no es el cómo sino el cuándo. Habrá que tener un buen timing para esperar, primero, que Brasil mueva sus fichas para involucrarse con el gigante sudamericano.
Agradezco nuestro encuentro al vicepresidente de Brasil, @geraldoalckmin, y nuestras coincidencias en la importancia estratégica del gasoducto que llegará a Brasil. pic.twitter.com/ECVqTBxbv2
— Daniel Scioli 🇦🇷 (@danielscioli) March 30, 2023
