“El movimiento obrero, en vez de tener un apéndice en la política, termina siendo un apéndice de algún sector gregario de la política”, comenta —en tono de disconformidad con ese panorama—, Marcelo Ciordia, secretario general de las 62 Organizaciones Gremiales Peronistas de Rosario. Ciordia enarbola, como algo prioritario, la bandera de la unidad, aunque anticipa que, aun cuando las cosas estén como ahora, en un mapa de dispersión, “las 62” que él conduce intentarán tener injerencia en las listas de candidatos legislativos en Santa Fe cuando los comicios generales de 2023. “No es importante que las 62 obtengan cargos, sino que se sienten a la mesa donde se van a construir las listas”, concluye.
Rosarino, 59 años, Ciordia fue elegido secretario general de “las 62” el 7 de agosto de 2021 en un plenario realizado en el camping que el Sindicato de Obreros Garagistas y de Estaciones de Servicio tiene en General Lagos, que reunió a casi setenta organizaciones del departamento Rosario; es además secretario de relaciones internacionales del Sindicato Único del Personal Aduanero de la República Argentina (Supara) —un gremio con sede en Buenos Aires, que cuenta en la provincia de Santa Fe con unos 450 afiliados— y presidente de la Federación de Funcionarios de Aduanas y de la Recaudación Fiscal de América del Sur.
Suma Política dialogó con este dirigente para conocer el volumen político que tienen hoy “las 62” en el contexto regional, su agenda y expectativas. “Debería reproducirse el formato de movimiento peronista”, anticipa Ciordia y, seguidamente, remite al valor de contar en ámbitos relevantes del Estado con “representantes naturales anclados a sus bases”. Cuestiona con esta última apreciación una democracia sostenida únicamente por los partidos.
Brazo político del peronismo en el universo sindical, el poder de “las 62” comenzó a licuarse tras la muerte, en 2002, del caudillo metalúrgico Lorenzo Miguel, su último emblema. Miguel fue desde los años 70 una figura omnisciente en la política nacional, aunque su fallecimiento no fue razón excluyente de la caída silenciosa de “las 62”. Su partida vino a coincidir con las consecuencias del crack del 2001 y el surgimiento del kirchnerismo, que relegó a viejos dirigentes sindicales, procuró que otras siglas prevalecieran y actualizó prácticas sobre el reparto de poder dentro del peronismo.
Surgidas en 1957 al amparo de un convulsionado congreso —que, nominalmente, pretendía normalizar la CGT en plena Revolución Libertadora, dos años después del derrocamiento de Juan Domingo Perón, aunque el verdadero objetivo del gobierno de facto era convocar a ese encuentro para volcar parte del poder sindical a favor de sus intereses—, “las 62” pusieron desde entonces su sello inconfundible en la historia del país. En aquella deliberación del 57 en un local bailable del barrio porteño de Palermo —que duró once días— no hubo CGT normalizada, el movimiento sindical argentino se fracturó y, en esa dispersión, aparecieron “las 62”, que en sus comienzos nuclearon ese número de sindicatos, conducidos en su mayoría por peronistas, pero también por comunistas y socialistas (apenas unos años después el peronismo reivindicaba la organización, justificadamente, como propia). Los primeros paros generales contra la dictadura, de 24 y 48 horas, en septiembre y octubre de ese 1957, respectivamente, fueron realizados por “las 62”. Y de su seno salieron dirigentes que en años posteriores reclamaron protagonismo —aunque sus opciones y prácticas no fueron en absoluto comunes—: Andrés Framini, Augusto Timoteo Vandor, Agustín Tosco y José Ignacio Rucci, entre otros. Desde luego, también Lorenzo Miguel.
Sesenta y cinco años después de la creación de “las 62”, en agosto de 2022, la Inspección General de Justicia de la Nación reconoció a José Ibarra, un dirigente del Sindicato de Conductores de Taxis de Argentina, como nuevo líder de la organización a nivel nacional. Pero otros dos sectores gremiales, aunque “sin estampillas”, también se atribuyeron esa responsabilidad. “La Justicia falló que la institucionalidad la tenemos nosotros”, expresó rápidamente Ibarra, quien además alentó a “salir de la grieta” y prometió trabajar con las regionales del interior, “donde estamos dando a conocer —explicó— que somos la continuación de las 62 de Rucci, de Lorenzo Miguel y del Momo Venegas”.
Gerónimo “Momo” Venegas —fallecido en 2017 y último secretario general de “las 62” en el país— fue uno de los primeros en tomar distancia del gobierno de Cristina Fernández, cuando fundó el Partido Fe, con el apoyo de Hugo Moyano —aunque éste lo abandonó en 2013 para respaldar a otro adversario del kirchnerismo, Francisco de Narváez—. Tiempo después Venegas y Moyano restablecieron su alianza y fueron parte del acompañamiento sindical al gobierno de Mauricio Macri. Moyano rompería con Macri en 2017 y Venegas sostendría esa lealtad hasta su muerte. Ambos dirigentes terminaron distanciados, a punto tal que Moyano fue echado del funeral velatorio de Venegas por la hija de este último.

La pregunta hoy es si el ideario de Venegas, como proclama Ibarra, seguirá o no guiando a “las 62”. Sin intenciones de adentrarse en polémicas, Marcelo Ciordia guarda distancia respecto de las declaraciones de Ibarra. No las cuestiona de manera explícita, pero da pistas de que él va en una dirección diferente. Sucede que muchos de los sindicalistas alineados con Ibarra, con él a la cabeza, se han ido del peronismo en su momento hacia el macrismo, para luego regresar. “Y ahora parecen irse otra vez para el mismo lado”, dicen en voz baja a Suma Política otros dirigentes sindicales. “El posicionamiento de las 62 en Rosario está dentro del campo nacional y popular y dentro del peronismo. Dentro del peronismo, todo, pero con el ideario de Perón”, sentencia a propósito del asunto, lacónicamente, Marcelo Ciordia.
—¿Cuál sería, actualmente, una agenda de trabajo de las 62 en Rosario?
—Te hablaría un poco, antes, del movimiento obrero y, en ese contexto, cuál debería ser la tarea de las 62. Perón había concebido la construcción política y de poder de una manera: le dio al movimiento obrero y a las organizaciones un rol importante. Construye a partir de la Secretaría de Trabajo y genera con los trabajadores un lazo importante, una acción común. El 17 de octubre expresa eso, una acción de los trabajadores para liberar a Perón. Es una concepción donde las organizaciones son socias activas del Estado, es una alianza asociativa. De ahí que muchos dirigentes sindicales ocuparon lugares dentro del propio Estado, tanto en el poder Ejecutivo como en el Legislativo. E incluso en el 52, si no me equivoco, se creó dentro de la Cancillería Argentina el curso para agregados obreros, eran dos años de carrera y 206 trabajadores tuvieron destino, entre ellos cuatro mujeres. Es decir, hubo todo un eje alrededor de las organizaciones, que, como bien él decía, vencen al tiempo; las organizaciones vencen al tiempo biológico y permiten la continuidad de las políticas. No se equivocó Perón, porque esa fortaleza es la que permitió en distintos gobiernos sostener las reivindicaciones conquistadas, no todas, pero sí la base…
—Volvamos al presente, ¿y ahora?
—Para mí lo primero es que debería reproducirse el formato de movimiento peronista, el formato también en cuanto a las ramas. El peronismo entendía las ramas como una representación y lograr una democracia representativa, y por eso estaba la rama del movimiento obrero, la de la juventud, las mujeres… Esa representación en el poder Legislativo, que es parte del Estado, tiene entonces a representantes naturales de su propio espacio que pueden intervenir en las leyes. Hoy eso no se da y no es una cuestión de peleas de espacio, a ver quién le saca un diputado a quién, sino que es una concepción que tiene que ver con una democracia más representativa; no de partidos, donde los elegidos representan a un partido que supone abarcarlo todo, cuando no es así. Cuando hablo de dirigentes naturales, me refiero a que son los que están anclados a su base.
—Ahora bien, en este contexto histórico que describís y de lo que debería ser, en cuanto a “reproducirse el formato de movimiento peronista”, ¿qué rol cumplen las 62?
—Lo primero de la agenda es lograr la unidad, es el objetivo superior a todos, porque sin unidad no podés ir tras un objetivo colectivo y no podés construir organización. Aquí en Rosario tenemos una deficiencia y es que no tenemos una CGT normalizada. No tenemos una CGT normalizada porque no hay unidad. Recientemente se cumplieron 17 años del “no al Alca”, que fue una derrota a las grandes corporaciones internacionales que no pudieron consolidar su poder económico, pues venían avanzando. Eso se logró con la unidad regional. Hay que poner en valor la unidad para lograr hechos, soberanía política y construir una democracia que cubra las demandas de la sociedad. Lo primero es que todo el campo nacional y popular esté unido. Y en relación al movimiento obrero y las 62, hay que trabajar por la unidad. A ver: nunca dentro del movimiento obrero todos pensamos igual, pero es posible que tengamos un objetivo y un proyecto común.
—Más allá de los pensamientos distintos, hoy está todo muy atomizado en el sindicalismo…
—Es un fenómeno social, también lo tenemos en la política, donde vemos cómo todo está partido, sectorizado, donde cada uno lidera su espacio gregario y está peleando con el otro para sacarlo del baile y bailar solo. Eso no sirve.
—José Ibarra, que es el secretario general de las 62 reconocido por la Justicia a nivel nacional, dijo hace poco que estaban cansados de “golpear las puertas de los políticos” sin respuesta, ¿coincidís?
—No sé exactamente a qué se refiere Ibarra con eso, pero sí, hay un poco de eso: el movimiento obrero en vez de tener un apéndice en la política, termina siendo un apéndice de algún sector gregario de la política, de los que te hablaba. Reitero: no sé bien a qué se refiere él, pero hay algo de eso. Es verdad que la política es la que ordena.
—¿Cómo se posicionan las 62 en Rosario?
—Las 62 en Rosario tienen una particularidad: no hay “otras” armadas, como a nivel nacional. Y dentro de las 62 hay un porcentaje de gremios muy amplio, de distintos sectores, que por lo pronto participaron del encuentro normalizador y firmaron. Dentro de estas 62 están “los gordos”, hay compañeros de la Corriente Federal, hay independientes; como te decía, es un espectro muy amplio. Ahora, si me preguntás si tiene un trabajo orgánico, te digo que no. Eso no se ha logrado todavía. Se ha logrado que se reconozca que están las 62 y que no le disputan el espacio a nadie. El posicionamiento de las 62 en Rosario está dentro del campo nacional y popular y dentro del peronismo. Dentro del peronismo, todo, pero con el ideario de Perón. Entiendo que todavía a Perón no lo superó nadie; lo más cercano que hubo en relación a políticas públicas fue Néstor (Kirchner), pero tampoco se le acercó tanto…
—¿Te imaginás a las 62 de Rosario participando en el armado de las listas de candidatos legislativos para 2023?
—Puede llegar a tener una representación, pero en forma individual, no como algo orgánico. Como ya te dije, puede ser que algún gremio en particular lo consiga… Por supuesto que nosotros lo vamos a intentar desde las 62 y desde el movimiento obrero peronista. A ver: no es importante que las 62 obtengan cargos, sino que se sienten a la mesa donde se van a construir las listas. No es una pelea por cargos. Necesitamos que ese compañero que eventualmente sea elegido responda luego a un espacio y a una lógica del movimiento obrero, y no a la línea política que lo lleve a una banca.
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Músico, periodista y gestor cultural. Licenciado en Comunicación Social por la UNR. Fue editor de las revistas de periodismo cultural Lucera y Vasto Mundo.
