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Sociedad

El caso Gigena: asesinado por error en medio de una disputa territorial del narco y la complicidad policial

El caso Gigena: asesinado por error en medio de una disputa territorial del narco y la complicidad policial



Anabela Tramontini


“Fíjate cómo te vamos a matar (…), ¿sabés todos lo que matamos en San Lorenzo? ¿sabés quién soy yo? El que maneja San Lorenzo”. Así le hablaba Brandon Bay, líder de la banda Los Gorditos, a una mujer a quien amenazaba con asesinar si no le devolvía un supuesto paquete con cocaína que se habría quedado. El diálogo forma parte de una serie de escuchas telefónicas que realizó el Ministerio Público de la Acusación en el marco de una investigación que revela el modo en que nuevas bandas conquistan territorios para el narcomenudeo en el Gran Rosario, a sangre y fuego y con complicidad policial.

El miércoles 4 de este mes, Brandon Bay —que cumple condena en la cárcel de Piñero por otros delitos— fue imputado por los fiscales Matías Edery y Aquiles Balbis como instigador del homicidio de Rodrigo Gigena, un joven de 25 años que vivía en Clemente Albelo al 3600, en el barrio norte de la ciudad de San Lorenzo y recibió una ráfaga de disparos la noche del 6 de agosto de 2019 cuando salía de su vivienda a comprar una gaseosa, quedó gravemente herido y murió tres días después en el Hospital Eva Perón de Granadero Baigorria. Los fiscales también imputaron como coautor del hecho  a Juan Manuel Álvarez alias “Pera”, que conducía el Ford Focus de color gris del que salieron los disparos.

El juez Juan José Tutau dictaminó que a Álvarez, que ya tiene prisión preventiva por una anterior imputación, se le extienda la medida cautelar hasta el juicio por esta nueva nueva. La misma decisión tomó con respecto a Brandon Bay como líder de la banda.

El de Rodrigo Gigena fue el tercero de una seguidilla de asesinatos cometidos por la banda de Brandon Bay, cercana a Los Monos y que desde el barrio Tiro Suizo de Rosario salió a buscar nuevas plazas para el narcomenudeo. El primero de ellos fue el de Eduardo Luis Carlos Villegas de 28 años a quien acribillaron en la localidad de Puerto General San Martín el 31 de julio de 2019, cuando se encontraba junto a una mujer en un Chevrolet Corsa Classic. Los disparos impactaron en su pecho, cráneo y abdomen. Su pareja, que resultó herida en su maxilar, relató que un vehículo les cerró el paso, se bajó un hombre del lado del acompañante y les disparó.

El segundo homicidio ocurrió en la zona norte de San Lorenzo, sobre calle Fournier al 1200 el 2 de agosto de 2019, donde murió Jorge Acosta de 30 años, y otro joven de 19 resultó herido. El lugar era un búnker de drogas y, según testigos, dos hombres dispararon desde la vereda hacia el interior para luego darse a la fuga.

En el 2020 ocurrieron dos nuevas muertes en el mismo barrio, la de Gerardo “Pecho” Pérez quien regenteaba un búnker de drogas en calle Díaz Vélez al 4100, el 25 de mayo, y el de Brian “Runi” Sánchez, tres días después.

El objetivo de la banda era claro, sacar del juego a dos históricos personajes dedicados a la venta de estupefacientes de la zona norte de San Lorenzo y de Puerto General San Martín: Alberto “Willy” Velazquez y  Víctor Hugo “Pipi” Leys, para quedarse con ese territorio. Para ello debían tirotear búnkers y asesinar a soldaditos, vendedores y hasta clientes. Prueba de ello fue la evidencia que los fiscales presentaron en la audiencia imputativa ante el juez Tutau: una serie de escuchas entre Brandon, alojado entonces en la cárcel de Coronda desde donde daba órdenes a uno de sus sicarios para atacar los búnkers y a los líderes de otras bandas.



Brandon Bay: Todo lo que venimos haciendo, todo lo que venimos haciendo en un año, dos años, si bardeamos otra vez ahí chau, entendés? Solamente hay que bardear cuando hay  que bardear, porque si bardeamos otra vez chau.

Claudio Ríos: Y ya va a hacer un año va a hacer…

B.B.: Sí je je je… entendés? Todo lo que hicimos un año vamos a caer abajo así…

C.R.: En dos segundos…

B.B.: Vos sabés que en dos segundos…

C.R.: Y el loco del auto no… el loco no… del barrio ese no hay nadie ahora, ¿entendés? Porque yo hablo con un loco de allá, y no hay nadie, ¿entendés?

B.B.: No anda nadie vendiendo.

C.R.: Nadie.

B.B.: No hay nadie vendiendo.

C.R.: En el barrio, nadie nadie, mirá que había como… estaba ese de (barrio) Petróleo todo eso, y cortó ese, cortó otro delivery que había dando vuelta, cortaron por… cortaron viste.

[…]

C.R.: Cuando aparece uno, cuando aparece uno o dos, los cortás una sola vez y chau, fue.

B.B.: Claro, claro.

C.R.: Porque el Willy ese no quiere chocar, ese Willy no quiere chocar…

B.B.: No.

C.R.: Porque no le da, ni un poquitito de nafta tiene…

B.B.: No, no quieren chocar, no saben por dónde ir.

C.R.: Si el loco sabe de dónde viene todo…



Morir por 30 metros


Rodrigo Gigena vivía a 30 metros de distancia de Javier O., un transa que trabajaba para Willy Velazquez, a quien Bay quería sacar del camino. Tenían rasgos físicos similares y ambos tenían un Fiat Palio de color gris. Brandon Bay dio la orden de liquidar al ladero de Willy y la noche del 6 de agosto de 2019 Álvarez pasó a buscar a Yasmin Espín, por su vivienda de calle Costanera s/n donde la banda guardaba armas y se escondían luego de cometer los hechos. Atrás iba otro hombre apodado Pochi; fueron hasta Clemente Albelo al 3600, vieron el Palio, el pasillo que su jefe les señaló y a un muchacho robusto salir de ese lugar, y le dispararon entre 8 y 10 veces antes de escapar. Un proyectil le dio en el estómago y quedó tirado en el piso.

Pero no era Javier O. quien yacía en el piso, era Rodrigo, un pibe que se cruzaba al kiosco de su mamá a comprar una gaseosa para acompañar la pizza y lo confundieron. Los vecinos y familiares lo trasladaron en un auto particular al hospital porque la ambulancia no llegaba pero murió tres días después en el Hospital Eva Perón de Granadero Baigorria. Su muerte devastó no solo a su familia sino a toda una comunidad.

Rodrigo era integrante de La Fuerza de la Cumbia, una academia de baile de cumbia cruzada, y era muy querido en el ambiente. Incluso por Yasmín Espín, quien también concurría a las clases y lo conocía; por eso cuando supo que se habían equivocado de objetivo y habían matado a su compañero, lo contó ante el Ministerio Público de la Acusación.

Quien también relató que el ataque era dirigido para él y no para Rodrigo fue el propio vendedor de drogas que confesó dedicarse al tráfico de estupefacientes para Willy, y que estaba amenazado por “los rosarinos” para que dejara de vender. Uno de los atacantes fue Lucas Gonzalo Romero, un policía que cumplía funciones en el Comando Radioeléctrico de Rosario y primo de Brandon. El suboficial era miembro de la banda y utilizaba el móvil policial para llevar y traer armas, y para entregar drogas tipo delivery. Romero fue condenado en noviembre de 2020 en un juicio abreviado a tres años de prisión efectiva

Pero Romero no era el único policía que colaboraba con la organización, también están imputados el ex jefe de la comisaría 7ª de San Lorenzo, Raúl Omar Fleita, y el sumariante Marcelo Álvarez, por encubrimiento e incumplimiento de los deberes de funcionario público.

Al ex comisario, que hoy está en libertad tras pagar una fianza de 30.000 pesos, se lo acusa de ofrecer protección a la banda y de desviar la investigación y allanamientos relacionados con la causa. En el allanamiento de su despacho le secuestraron un revólver calibre 22 y en una casa de Chubut al 400 de Roldán, donde reside, una pistola calibre 9 milímetros con numeración limada, una escopeta calibre 16 y una escopeta de fabricación casera denominada tumbera.

Un testigo de identidad reservada había declarado en fiscalía que los narcos le pagaban a la policía por protección y que de ello se encargaba un efectivo de la comisaría 7ª.

En el expediente se menciona a Ramón Willy Velazquez como uno de los traficantes de la zona norte de San Lorenzo que junto con otras personas hacían pagos en la seccional policial a cambio de protección para el narcomenudeo. “Cuando se iban de vacaciones o de allanamientos dejan un mensaje de pagarle al comisario. Los pagos eran 35.000 pesos a la Comisaría 7ª por semana y de 28.000 pesos por semana a la Gendarmería”, declaró un testigo.

En otra de las escuchas una persona no identificada habla con Cintia Estrella, esposa de Bay, y le cuenta que a uno de los integrantes de la banda, apodado Macana (Pablo González) le habían pegado los policías luego de haberlo detenido.


Cintia Estrella: ¿Por qué se lo llevaron a Macana?

NN: Una paliza le dieron acá afuera, alta paliza le dieron.

C.E.: Eso lo hacen a propósito para que vea la gente.

NN: No, si era Villa el que se lo llevó a Macana, justo se lo cruzó el auto… pero igual nos frenamos en el kiosco de la Vigi y le pagamos.



Una “revolución bárbara”


“Desde la muerte de Rodrigo quedamos en pausa, no podemos reaccionar —dice su mamá, Estela—. Lo extrañamos mucho. Nos veíamos todo el tiempo, estábamos muy unidos. Rodrigo estaba en su casa preparando una pizza junto a su mujer y cruzó a la nuestra, que está enfrente, a buscar una gaseosa. Pasó un auto desde donde dispararon contra un búnker que estaba cerca y la ligó mi pobre hijo que no tenía nada que ver. Ahora me parece una locura ir a verlo al cementerio”.

El mismo dolor expresa Silvia, madre de Brian Sánchez, un adolescente de 16 años que también fue asesinado por la banda de Bay, el 28 de mayo de 2020 cuando Agustín Sandoval llevó a Claudio Ríos en una motocicleta YBR Azul hasta una canchita de fútbol de Boulevard Mitre y Perú, a pocas cuadras de donde murió Gigena, y vaciaron dos cargadores de una ametralladora. A metros de la cancha había un búnker de drogas, donde Brandon les ordenó disparar sin importar si eran clientes o vendedores, para sembrar terror y que lo cerraran, y les pagó 6.000 pesos por el trabajo.


Claudio Ríos: “Está para para caerle a la tarde, haceme caso. Queremos correr a los giles, no tener más bronca.

Brandon Bay: ¿Como más bronca boludo?

C.R.: No queremos revolucionar todo.

B.B.: Si esa es la onda, revolucionar todo. Si matamos a un par de inocentes se arma una revolución bárbara.


“Con la tarta prrrrrr en la jeta. En la jeta, sí, de ahí arriba sin bajarse”, le dice Bay a Gustavo Ríos en una de las escuchas obtenidas en la investigación, y en otra agrega a otro de los integrantes de la banda Raúl Torres, alias Capote.

“Pero con qué dijeron que le dieron, con una tartamuda, uno cayó seguro. Y estaban todos cueteados? Los detonaron mal a un par. ¿Qué onda? ¡Hay una revolución bárbara!”

Para Bay, la “revolución” y la conquista de territorios justificaba tanta sangre y tanta muerte. San Lorenzo no fue el único lugar donde se ordenó el desembarco. También en los barrios Plata, Tablada y Tiro Suizo de Rosario, y en Villa Gobernador Gálvez la disputa por la venta de drogas dejó varios muertos. La mentada revolución, se valió de un sistema que descartó chicos y jóvenes sin recursos que sobrevivían vendiendo droga, trabajando para él, y que también terminaban consumiendo, retroalimentando el mismo negocio con el que durante años se hizo la vista gorda por parte de actores policiales, judiciales y políticos.


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