El domingo 13 de abril, día de las últimas elecciones, uno de los resultados que más llamó la atención no se dio en una localidad o mesa en particular sino tras las rejas. La población carcelaria de Santa Fe votó mayoritariamente a Amalia Granata mientras que Maximiliano Pullaro consiguió el segundo lugar del podio, dejando atrás al resto de sus competidores por las constituyentes. Así lo confirmaron a Suma Política las autoridades de la Secretaría Electoral provincial.
De este dato se desprenden dos cuestiones: en primer lugar, lo llamativo de la popularidad del gobernador Pullaro dentro de las cárceles si se tiene en cuenta que el gobierno de Unidos recibió denuncias de estigmatización y violencia contra los presos, recortes de visitas y hasta acusaciones de torturas a principios del año pasado. Y por otro lado, el común denominador que une a Amalia Granata y Pullaro: su relación con el movimiento evangélico santafesino.
El doctor en Comunicación Social, investigador, docente universitario y educador en contexto de encierro Mauricio Manchado sostiene que las cárceles son “un cristal donde podés mirar con mayor detenimiento situaciones que se ven en la sociedad exterior con mucha más intensidad”, y destaca que las pujas religiosas por poder —tanto para conquistar la voluntad de los internos como para tomar lugares en las estructuras de gobierno— son una realidad. Y las elecciones lo dejaron al descubierto.
Conquistar la voluntad
Manchado es investigador y autor del libro La redención del castigo, un libro que explora y describe tanto el dispositivo religioso evangélico pentecostal en las cárceles como el crecimiento de la presencia evangelista en los barrios y en las penitenciarías durante los últimos 15 años. Y con ello la construcción de lo más anhelado por las últimas gestiones: un orden al interior de las unidades penitenciarias.
En este sentido, el docente apuntó a Suma Política que “el evangelismo tiene una historia en Santa Fe que le ha permitido, después de un trabajo de 40 años, ser un actor estratégico que construye el orden no sólo en la cárcel sino en la arena propiamente religiosa”.
Este salto del evangelismo desde los barrios periféricos de las ciudades hasta el campo de la arena pública “si bien no es novedoso, tiene características bastante singulares. Y es imposible pensarlo separado de su trabajo en las cárceles”.
En su experiencia de casi veinte años recorriendo los pasillos de los penales, Manchado señala que los pastores evangélicos tienen una modalidad de trabajo que hace que incluso las mismas autoridades penitenciarias les asignen —en algunos casos hasta les ofrecen— trabajar con pabellones enteros: “Si tomamos por ejemplo la Unidad Penitenciaria de Flores, de los diez pabellones que tiene esta prisión seis son evangélicos. En los últimos años se disgregaron algunos pabellones evangélicos en algunas unidades penales, pero del total de la población carcelaria, entre el 40 por ciento y el 50 por ciento ronda la modalidad de pabellones evangélicos. Con lo cual da la pauta sobre porqué hay un interés tan importante sobre estos sectores religiosos”, estimó.
Según el Ministerio de Seguridad de la provincia, hasta el mes de marzo había 11.867 personas privadas de su libertad en el sistema penitenciario, mientras que la capacidad instalada es de 7.625 personas. En otras palabras, la sobrepoblación carcelaria en Santa Fe es del 55 por ciento.
En 2021, cuando el gobierno provincial estaba pronto a inaugurar la Unidad Penitenciaria 12, un pastor que ayudó a Manchado en su estudio sobre la sociología del evangelismo en las cárceles recibió un llamado de un alto funcionario del Servicio Penitenciario provincial para ofrecerle de manera directa pabellones netamente evangélicos para poder trabajar: “Este pastor me contó que le pidieron un número de cuántos pabellones iba a querer. Si a principios de los 2000, la actitud de las autoridades estatales para con los pastores evangélicos era de rechazo, después de la masacre de Coronda en 2005 comenzó una etapa de aceptación y acercamiento para llegar a este estado de incorporación a las líneas de gobierno y gestión penitenciaria”.
Actualmente, la Dirección Provincial de Justicia Penal Juvenil (DPJPJ) se encuentra bajo la dirección de María Fernanda Jaime, mientras que la Agencia de Prevención de Consumo de Drogas y Tratamiento Integral de las Adicciones (Aprecod) del gobierno de Santa Fe está bajo la tutela del licenciado Luciano Sciarra y el neurólogo Gustavo Sabatini: los tres son religiosos evangélicos y colaboradores de Walter Ghione, pastor pentecostal de gran cercanía con Pullaro, diputado provincial y referente del partido Una Nueva Oportunidad (UNO), que integra la coalición Unidos. Así mismo, el pastor David Sensini, referente de la Iglesia Redil de Cristo —una de las congregaciones evangélicas más importantes de Rosario— es asesor ad honorem de la vicegobernadora Gisela Scaglia, quien también se ha mostrado junto al titular del Ejecutivo santafesino en eventos evangélicos de gran participación popular de la feligresía.
Sensini afirmó a Suma Política que el pastor Ghione “le abrió un camino a la iglesia evangélica. Es un referente nuestro, porque es parte de la familia de la fe. Hizo que nos animemos a estar en lugares donde la iglesia no quería involucrarse”.
“Lo que necesitamos es ganarle la voluntad a la persona, enseñarles un estilo de vida. El arrepentimiento es un cambio de 180 grados donde uno decide cambiar su forma de actuar, de pensar. El trabajo de la iglesia, cuando Dios le da una oportunidad de vida y llegan con una mentalidad contaminada, con un corazón duro, es sanar todo aquello que se ha contaminado”.
Los pastores evangélicos no trabajan en soledad en los pabellones. A lo largo de la semana y en los tiempos que su rutina les permite, cerca de 300 “seguidores” —así los llama el pastor— visitan a las personas en situación de encierro y acompañan a los pastores en las actividades que realizan con los presos. Desde talleres de reinserción, lugares de prevención de adicciones hasta institutos de educación intramuros: “Hay miles de trabajos. Pero específicamente lo que buscamos es ganarle la voluntad a la gente. Nuestro trabajo está ahí, porque si el interno no quiere ser ayudado, el trabajo es en vano”, dijo el referente religioso.


Siervos y ovejas
Manchado, sin embargo, sostiene una descripción menos angelada de las relaciones de poder dentro de las prisiones: “Los pabellones evangélicos se organizan a través de un ordenamiento social jerárquico que va del siervo a la oveja, es decir el que tiene más tiempo en el pabellón y el que recién ingresa. Esto está basado en normativas muy férreas y fuertes, parecidas a las de la cárcel, que consiguen que las jerarquías se respeten a través de sanciones que pueden llegar a ser brutales”. La expulsión del pabellón es sinónimo de ser expuesto a la violencia presente en los demás pabellones y a la posible agresión de los demás internos.
Los habitantes de los espacios evangélicos tienen prohibiciones que van desde no fumar, no consumir ningún tipo de droga, no tener celulares, no consumir pornografía y no insultar a las autoridades o a los compañeros, hasta incluso participar de actividades igual de estrictas, que van desde estudios bíblicos a ceremonias más amplias como manifestaciones litúrgicas intensas y con un despliegue de cuerpos, banderas, música y demás elementos simbólicos. “Eso estructura un ordenamiento que ante el incumplimiento de las normativas le permite al siervo la aplicación de sanciones”, aclaró Manchado.
No obstante, estos reglamentos establecidos por los acompañantes espirituales no son iguales en todos los pabellones: dependen también de la iglesia que maneje el pabellón. “Los pabellones actúan a modo de extensión de esa iglesia. Estos espacios construyen relaciones fuertes con el servicio penitenciario y terminan generando situaciones de reciprocidad, generando acuerdos y transacciones entre los diferentes actores de la cárcel. Todo con una intensidad tal que generan un ordenamiento sumamente firme, que con el tiempo uno puede observar que han logrado la pacificación de las cárceles”.
El doctor en comunicación social se pregunta el costo de esta horizontalidad entre los referentes de los pabellones evangélicos y los agentes del servicio penitenciario: “Un preso, so pretexto de seguir el martirio de Jesús en la cruz, termina avalando situaciones de violencia institucional. Esta situación a veces genera rispideces y malestares entre los guardiacárceles, porque los siervos, que también son internos —porque son los que tienen habilitada la posibilidad de hablar con las autoridades de la cárcel— terminan teniendo tanta o más autoridad y los pasan por encima. Los pastores no tienen una presencia más constante. La contracara de estar más tranquilos en el trabajo cotidiano es perder cierto grado de autoridad”.

Puja entre credos
“La iglesia nunca estuvo ausente en la vida de los penales, siempre estuvo junto a los más marginales, entre ellos los encarcelados. Que esa presencia se haya visto disminuida en cantidad de personas frente a la presencia del mudo evangélico no es sinónimo de que se haya ausentado”, analizó Fernando Bustamante, delegado episcopal para la pastoral carcelaria de la diócesis de Rosario, en diálogo con Suma Política.
Sin embargo, el sacerdote no le escapa al bulto y admitió que “también es verdad que los cultos evangélicos en general tienen otra organicidad con lo cual tienen otro abordaje. La organicidad católica es desde la jerarquía del obispo. En el mundo evangélico esto no existe, con lo cual cada pastor tiene la posibilidad de acercarse a los adeptos de manera más individual”.
Manchado apuntó que la Iglesia Católica se encuentra del lado del platillo más desfavorecido de la balanza al momento de comparar entre los credos que trabajan dentro de las instituciones de encierro: recientemente, el gobernador Pullaro firmó un decreto donde elimina la figura del capellán carcelario del escalafón de la jerarquía del servicio penitenciario. Esto encendió las alarmas en la curia.
“La presencia de la Iglesia Católica dentro de las cárceles no es una actividad que excluya a personas que no profesen la fe cristiana Católica. Nuestra presencia abarca a todos los presos, sean o no católicos. La presencia de la Iglesia Católica está abierta, a diferencia del evangelismo, ya que los pastores abordan una perspectiva de la fe más bien exclusiva a la propuesta que cada uno realiza en cada penal. Los pabellones se dividen entre el pastor A y el pastor B e incluso entre ellos no existe compartir actividades”, describió Bustamante.
Al ser consultado sobre la relación entre los credos muros adentro de las prisiones, el sacerdote declaró que “la convivencia tiene mucho por construirse en pos del único motivo que nos lleva a estar dentro de las cárceles que son los presos. La convivencia de las unidades carcelarias es necesaria y nos reclama estar juntos en el ámbito de la vida carcelaria. El abordaje espiritual es fundamental para la excarcelación del preso. No podemos vivir como si fuésemos desconocidos entre nosotros”, y enfatizó: “Si los credos tuviésemos igualdad de condiciones, de oportunidades y unificación de criterios, mejoraría muchísimo la vida de las prisiones. Cuando las instituciones de la sociedad intervienen en la vida carcelaria, eso mejora la vida de los presos”.
Por su parte, Sensini sostuvo que la relación entre el credo evangélico y la Iglesia Católica “es de respeto mutuo. Hoy existe una mesa multireligiosa, donde se comparte el trabajo que hace cada uno. Todo va sumando a lo que la sociedad necesita”.
“El crecimiento (de fieles) se dio porque llegamos a lugares que quizás otros no pueden llegar, porque convivimos con la gente”, argumentó el pastor y añadió: “Lo mejor que puede pasar es que aquel que quiere ayudar se acerque. Si los resultados de las urnas en las cárceles son los que se reflejan, debemos tenerlo en cuenta como uno de los resultados que estamos teniendo. Todo es una sumatoria de las cosas que estamos viviendo”.
Una cosa es segura: las tres miradas consultadas por este medio concuerdan en que las cárceles son “el reflejo vivo de la situación de una sociedad, que hoy se encuentra rota, empobrecida, envuelta por la violencia. Y no podemos seguir escapando al problema”.


