Sus padres pasaron la luna de miel en Brasil y ahí conocieron a una muchacha que se llamaba Eliane. El nombre los enamoró. Y cuando nació la primera mujer decidieron llamar así a su hija. “No fue fácil que me inscribieran, me anotaron en Alvear, no en Rosario”, dice con una sonrisa desde París Eliane Piaggio (55), que primero se recibió de bioquímica en la UNR y abrió un laboratorio de análisis clínicos en Ituzaingó 640, donde los pacientes le preguntaban por “el director” porque no creían que era ella quien estaba al frente, tan jovencita. Pero pronto supo que esa no sería la tarea que más iba a entusiasmarla.
Porque ella quería vivir en París. “Desde muy joven soñaba con sentir como Henry Miller en Trópico de cáncer toda la tristeza del mundo bajo los puentes del Sena… quería leer a Proust en francés. Y lo hice. Y en el camino, hice ciencia”, dice hoy, casi 25 años después de esa decisión.
Antes de llegar a Francia se doctoró en Inmunología en la Facultad de Medicina de la UNR con maestros que recuerda con agradecimiento, como Oscar Bottasso y Silvia Revelli, y durante la tesis surgió la posibilidad de hacer una estadía en el célebre Instituto Marie Curie, especializado en cáncer, donde sigue trabajando hoy, al frente del equipo Translmm de Inmunoterapia Traslacional. Cuando Eliane Piaggio llegó a la ciudad que amaba no sabía hablar francés. Y admite con absoluta humildad que tardó 7 años en comprender acabadamente una conversación en ese idioma.
La magia nunca la abandonó, porque a poco de llegar, en la Casa Argentina de la Ciudad Universitaria de París, conoció a Pablo Flaiszman, un artista plástico porteño que trabaja en grabado sobre metal. El flechazo fue inmediato, y perdura. “El hecho de estar en pareja desde el principio hace que todo lo que es un horror se convierta en algo más fácil, te reís de las desgracias que te pasan con la gente que es odiosa; todas las vicisitudes las hemos vivido juntos y eso cambia todo”, dice la científica.
Eliane y Pablo son padres de un varón de 20 que estudió Bellas Artes y ahora está haciendo una pasantía en litografía en Buenos Aires, viviendo con sus abuelos paternos, y de una adolescente de 17, aún en la secundaria.
La científica sigue siempre en contacto con Rosario, donde viven sus padres, y viaja a menudo a visitarlos. La última vez que anduvo por acá no fue precisamente un día grato, sino cuando mataron al playero Bruno Bussanich, el 10 de marzo pasado. “Me fui con una sensación viva de lo que está pasando”, dice.
Tiene dos hermanos que también viven en Europa: uno en Italia y otro en España. La mitad de su equipo de científicos está integrado por argentinos. Allí se toma mate y ella no perdió ni un milímetro del acento a pesar de los años y la distancia. “A veces se me chispotea alguna palabrita en francés, pero nunca perdería mi forma de hablar… Eso… sobre mi cadáver”, bromea. Además, es una lectora voraz y lee mucho a la nueva generación de escritoras argentinas: Gabriela Cabezón Cámara, Camila Sosa Villada, Mariana Enríquez, Dolores Reyes.
Investigar y aplicar
Sincera, admite que durante 7 años quiso volver al país. “Como finalmente la coyuntura hizo que me quedara, siempre quise devolver algo de lo que la Argentina me dio, porque fui a la escuela Mariano Moreno en la primaria, al Normal 1 en la secundaria y a la universidad pública, así que me siento en deuda eterna con el país”.
Y por eso, agrega que “desde que tuve un cargo fijo organizo todos los años congresos con la Sociedad Argentina de Inmunología y cada 5 años un encuentro grande, el Congreso Franco Argentino de Inmunología, donde participan entre setecientos a mil investigadores. El año que viene haremos por primera vez en Rosario este Congreso con las Sociedades Alemana y Brasileña de Inmunología y con colegas argentinos que están en EE.UU. También colaboro mucho con gente de Córdoba, hay un grupo de mujeres inmunólogas increíbles, las mejores del mundo. Venir a Francia les ayuda en sus carreras, acá tenemos la tecnología y dinero para pagar los insumos”.
—El laboratorio a tu cargo se dedica a investigación traslacional. ¿Qué significa?
—La investigación traslacional busca aplicar los conocimientos obtenidos en el laboratorio para mejorar la salud humana. Nuestro trabajo sirve de puente entre lo que se investiga en un laboratorio y la aplicación clínica, puede ser de un nuevo medicamento, de un nuevo biomarcador…
—Habitualmente se dice que hacen falta años para lograr un medicamento exitoso. ¿La investigación traslacional entrega resultados aplicables en menos tiempo?
—La investigación traslacional no existe si no hay investigación básica, que es la que permite descubrir cosas nuevas. La traslacional aplica. Todo el proceso desde algo básico hasta llegar a la clínica lleva entre 10 y 20 años. Hay cosas que salen más rápido que otras, pero el camino es duro, el proceso es lento.
—¿Cuál sería un buen ejemplo de investigación traslacional?
—Lo que hacemos en mi equipo. El Instituto Curie reúne un hospital que sólo trata pacientes con cáncer y un Centro de Investigación Multidisciplinario básico y aplicado, que investiga en distintas disciplinas: matemática, física, inmunología. Mi equipo es uno de los pocos que hace investigación traslacional. Como estamos en el Centro de Inmunoterapia y tenemos acceso a las muestras de los pacientes con cáncer del Hospital Curie, estudiamos pedacitos de tumores o los ganglios o la sangre de los pacientes, un estudio inmunológico para entender cómo el cáncer afecta al sistema inmune. Las nuevas hipótesis que tenemos las validamos haciendo experimentos en el laboratorio con células humanas experimentales y el resultado vuelve al ser humano con nuevas terapéuticas o terapéuticas mejoradas, o el poder elegir mejor a qué paciente se le da qué terapia.
—¿Y algo de lo experimentado se aplica?
—Sí. A lo largo de mi carrera como científica es la segunda vez que tenemos algo que se puede evaluar en forma directa en las personas. Hace tres años creé una compañía de biotecnología, y este año vamos a inyectar una molécula nueva en un pequeño grupo de pacientes. No es fácil encontrar el financiamiento y que la biología acompañe a la molécula. Tuve suerte.
—¿De qué se trata la molécula y en qué tipo de cáncer se va a aplicar?
—Yo hago inmunoterapia de cáncer: tratamos de entender cómo podemos estimular al sistema inmune de los pacientes para que destruya su propio tumor. El sistema inmune está muy regulado para defendernos de las infecciones y a veces no puede destruir el cáncer porque no lo ve como algo extraño. Tratamos de estimularlo para que también frente al cáncer reaccione como si fuera una infección. Nuestro esquema es un poco distinto de otras inmunoterapias actuales.
—¿En qué se diferencian?
—El sistema inmune está muy regulado y hay muchos mecanismos que hacen que no se active contra uno mismo. Uno de esos mecanismos es que dentro de las células del sistema inmune hay unas que destruyen y otras que frenan a las que destruyen. Nosotros eliminamos las células que frenan la destrucción. Esas células se llaman linfocitos T reguladores. La inmunoterapia actual activa los linfocitos T que destruyen, nosotros sacamos a los que frenan esa destrucción y también podemos combinar ambas cosas.
—¿Y contra qué tumor?
—El primer ensayo lo haremos en tumores que responden a la inmunoterapia, como el melanoma, el de pulmón (células no pequeñas) y los tumores de cabeza y cuello. Los ensayos clínicos no permiten elegir, así que en principio se trata a pacientes que han dejado de responder a terapias anteriores, en segunda o tercera línea. Como es una molécula nueva, un ensayo first in human, en este caso lo probaremos en muy pocos pacientes. Una primera fase es el aumento de las dosis; una vez que encontramos una dosis no tóxica se va haciendo una extensión para hacer más pacientes, combinándolo con otra inmunoterapia que ya está aprobada para el uso en pacientes.
—¿Y la molécula de la que hablamos se va a probar en el Curie?
—Sí, porque la compañía Egle Therapeutics (Egle por la diosa griega de la salud), es un spin off del Instituto Curie, que es parte fundadora conmigo de la compañía. Estas biotech funcionan con mucho capital. Para hacer el ensayo clínico hay fondos de inversión que aportan. El ensayo clínico es multinacional, España y Francia primero y después en la fase de extensión posiblemente incluirá pacientes de otros países.
—¿El Instituto Curie es privado?
—No, es una fundación sin fines de lucro. Acá está el museo donde Marie Curie tenía su laboratorio, donde estudió la radioactividad y contribuyó a la aplicación de la radioterapia en el tratamiento del cáncer. Al lado hay un edificio que está contaminado con radioactividad y como se quiere ampliar la construcción hay discusiones porque acá en París no se puede tocar mucho… Parece que van a correrlo, o dejarlo en el medio, no se sabe. El Instituto Curie tiene un hospital y un centro de investigación, donde llevan adelante sus trabajos los científicos que tienen cargos en el Instituto Nacional de Investigación en Salud y Medicina de Francia (Inserm), que es el equivalente francés del Conicet. Yo soy empleada del Inserm, gané un concurso, mi sueldo lo paga el Inserm, pero trabajo físicamente en el Curie y el Curie vive de convenios que tiene con el gobierno, del legado de Marie Curie y de las donaciones de la gente, una cultura que la Argentina tendría que adoptar.
El sistema que modula la vida
—Antes de investigar cáncer investigabas enfermedades infecciosas y autoinmunes…
—Parece distinto pero siempre es lo mismo: la diferencia es que cuando estudiás terapias para infecciones o el cáncer estimulás el sistema inmune para luchar contra la infección o el tumor. En cambio, cuando estudiás autoinmunidad es al revés: tenés que hacer que el sistema inmune deje de atacar al propio cuerpo. De un lado o de otro, es siempre lo mismo: cómo modular la respuesta inmune.
—¿Y cómo actúa el sistema inmune para permitir, por ejemplo, el embarazo? El embrión no tiene únicamente células maternas, y a veces ni siquiera las tiene, porque en casos de donación de ovocitos son de una donante…
—El cuerpo está bien hecho y durante esta etapa hay una supresión de la respuesta inmune para poder aceptar al bebé. Estos linfocitos T reguladores que yo estudio aumentan en el embarazo y son los que permiten que el embarazo ocurra porque frenan la respuesta contra el embrión. La futura mamá está semi inmunosuprimida para aceptar a un “cuerpo extraño”. La implantación tiene que ver con la inmunidad, es pura inmunología. Estos reguladores son los que el sistema inmune pone en juego para poder aceptar el bebé. Si el sistema inmune no se silenciara durante un tiempo no tendríamos hijos.
—¿Cuál es la principal contribución de la inmunología en el cáncer?
—Históricamente los tumores fueron considerados entidades distintas según el tipo de tumor. Los médicos que trataban cáncer de pulmón lo hacían de una forma, los de cáncer de mama, de otra. La inmunología está cambiando esto, es lo que se llama agnóstica del tumor: cuando uno lo estimula, el sistema inmune tendría que poder destruirlos a todos, son más fáciles de destruir a los llamados hot tumors, que ya están infiltrados con células inmunes; los cold tumors, como los del páncreas, son más difíciles, pero cada vez se entiende más cómo hacer que el sistema inmune los infiltre. Van evolucionando los tratamientos para tener menos tumores resistentes.
—¿Y cuáles son los desafíos más importantes para mejorar las terapias oncológicas?
—Aumentar el número de pacientes que respondan a tratamientos, evitar las resistencias, encontrar buenas combinaciones, disminuir las toxicidades, personalizar las terapias. En eso trabajamos nosotros, estudiamos biomarcadores que nos permiten saber de antemano si el paciente va a responder o no. No tiene mucho sentido, ni por el costo ni por la toxicidad asociada, dar un tratamiento a alguien que sabés que no va a responder y que podría responder mejor a otra terapia.
—¿Por qué te gustó (y te gusta) la inmunología?
—Porque está basada en una teoría que me deslumbró y permitió un enorme avance del conocimiento. Nunca olvidé a uno de mis maestros, Oscar Bottasso. Al escucharlo en sus clases magistrales, yo no podía dejar de pensar en cómo los científicos habían construido las teorías del sistema inmune. Me fascinaba más el proceso intelectual que el descubrimiento en sí. El sistema inmune te protege a vos: protege el ser vos mismo. Está programado para rechazar todo lo que no seas vos. Y ésto, filosóficamente, es muy impresionante.
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Periodista especializada en temas de ciencia y salud. En Twitter: @gabinavarra.
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