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Medio Ambiente

Fuego, amenazas, reserva y otra vez fuego: doce años del corredor biológico de la autopista a Santa Fe (parte 1)

La lógica y la potencia de la eficiencia avanzaron sin límites por los campos en las últimas décadas del siglo que pasó. Conquistaron la pampa húmeda, primero, y después siguieron por territorios que eran salvajes. Los domesticaron hasta convertirlos en productivos. La revolución verde, con la soja y el paquete de agroquímicos/agrotóxicos a la cabeza, desató la utopía de sembrar sin límites. En los montes nativos talados y quemados, en las zonas áridas y, por qué no, en las banquinas de las rutas. Reemplazar los pastizales sin sentido a la vera del camino por la pujanza del poroto exportable. Y allá fueron los creyentes del nuevo dogma, con el pulido argumento del crecimiento económico, que no siempre es desarrollo, que casi nunca es compartido. Los terrenos públicos del costado de la autopista Rosario Santa Fe cayeron en esa gesta. Y así los cultivos se asentaron sobre parte de los 156 kilómetros de largo de esa vía que circula entre el sur y el centro provincial, mitad pampa húmeda mitad espinal.

El sueño fue realidad hasta la tenebrosa resolución 136 del 16 de marzo de 2011 del gobierno provincial que atentó contra esa rentabilidad particular sobre tierras estatales. Los fundamentos de esa normativa que terminó con esa cesión de todos los santafesinos a un grupo de privados señalan “la ocupación” de las banquinas, “la homogeneización y simplificación del ecosistema” y la necesidad de “revalorizar” la “ecología del paisaje”.

Son apenas dos artículos. Uno: “Prohibir la utilización, con fines agrícolas, de las banquinas de las rutas provinciales”. Y, dos, otorgar “la facultad de destruir todo tipo de cultivos que en los espacios vedados se realicen”. La intervención avivó ciertas pasiones.

“Primero, en 2010, agregamos en el pliego de licitación de la autopista la necesidad de incorporar un corredor biológico a lo largo de la banquina y después trabajamos con la gente de la Dirección de Vialidad sobre por qué se permitía sembrar en las banquinas”, recuerda Ricardo Biasatti, biólogo y ecólogo que fue parte de ese proceso como titular de Recursos Naturales y de Planificación de Medio Ambiente provincial.

El ex funcionario del gobierno de Hermes Binner participó del desarme de ese negocio: “Decían que los productores hacían aportes al bien público mediante convenios. Preguntamos cuántos contratos de ese tipo se hicieron y nos dijeron que solo cuatro y ninguno estaba vigente. Nadie pagaba nada, era un curro”.

“Recibimos presiones –relata a Suma Política–, yo sufrí amenazas de muerte por teléfono, me enviaban mensajes por intermediarios concretos, para que no nos metiéramos con eso. Pero lo hicimos, creamos un corredor biológico y la naturaleza hizo el resto. Aunque el primer año fue duro: tuvimos 170 incendios, nos prendían el corredor, los tipos que les habíamos prohibido sembrar. Cada dos días, nos querían quebrar la mano pero persistimos”.

“Esas mil hectáreas para el total de la producción santafesina no mueve el amperímetro pero es absolutamente redituable para la biodiversidad. Entonces terminamos con una ganancia de unos pocos frente a un beneficio estratégico para conservación de especies”, amplía Biasatti.

En marzo se cumplirá un ciclo de doce años desde aquella resolución. Un estudio refleja en parte sus resultados. Además, ese corredor se completó con otros espacios de reserva para crear un sistema de red, uno de los pocos (¿el único?) desarrollado en la pampa húmeda. Proyecciones y limitaciones.


Una red pionera


Enmarcado en la ley de Áreas Naturales Protegidas (la 12.175 del año 2003), nació entonces el Corredor Biológico de la Autopista AP-01 “Brigadier Estanislao López”. Es una franja continua al costado de la traza y de ancho variable, de unos 50 metros en donde los primeros 15 tienen un mantenimiento por seguridad vial.

Bajo la categoría de “Paisaje Protegido”, busca preservar dos ecosistemas nativos diferentes. Hasta el kilómetro 95 es pampa húmeda y desde ahí es espinal. “Hacia el sur plantar no tenía objeto, la idea era recuperar pastizal, y de ahí para arriba sí se repobló con plantas que ya existían y que no son vistosas para la gente como el espinillo, chañar o aromito”, detalla Biasatti.

“Fue una mezcla de repoblamiento inducido y espontáneo, o sea que sirvió. Los algarrobos incluso hoy son chicos. Y eso no apuntó al enriquecimiento visual sino biológico”, aclara y completa: “El corredor no tiene fines paisajísticos. Los árboles plantados fueron más bien de tipo ornamental, por ejemplo en el kilómetro 130 que las dos vías se abren y dejan un espacio más grande en el centro. Ahí se pusieron árboles nativos de Argentina, no de Santa Fe, como el jacarandá, palo borracho o lapacho, aislados del resto”.

El especialista señala que el riesgo inicial de la experiencia pionera en el país era una invasión de otras especies pero eso no ocurrió y el tiempo dejó operar a la naturaleza y sus equilibrios. “Se recuperó flora y también fauna que es lo más crítico”, dice.

“Con los campos pelados –apunta Biasatti–, o repletos de soja y maíz a lo largo de hectáreas, los bichos no los atraviesan porque no tienen qué comer ni dónde guarecerse. Ni un gato montés ni una comadreja van a atravesar en diagonal un lote de 200 hectáreas, necesitan tener vegetación natural. Por eso los corredores conectan y establecen flujos genéticos, permiten que las especies vayan y vengan y se puedan reproducir”.

Claro que con una franja sola no alcanza. Por eso, a esos 156 kilómetros que van de sur a norte (y al revés), se les añadieron líneas horizontales (de oeste a este) sobre los cursos de agua. Se llamaron “reservas hídricas” pero el concepto es similar: espacios de 100 a 300 metros a los costados de arroyos y ríos que formaron una red. Primero salió el decreto para el Carcarañá y después para el Sauce y Pavón y el Saladillo.

Esa conectividad cruzada, a lo largo y ancho del territorio, conformó “un sistema reticulado que lo seguimos estudiando en la Facultad de Biología y que tiene sus metodologías”, define el ex subsecretario de Recursos Naturales.



Mamíferos, la cúspide que habla


Medir la conservación biológica no es sencillo. Contar bicho por bicho, pastizal por pastizal, puede hastiar hasta el más obsesivo de los científicos obsesivos. Pero hay atajos. Eso hicieron Biasatti, Pablo Rimoldi y Lara Cabrera al unificar estudios distintos sobre la presencia de mamíferos en el sur de Santa Fe. Pensaron que si había pumas, gato montés y carpinchos allá arriba, en la cima de la pirámide, entonces el resto de la cadena de flora y fauna estaría presente.

El trabajo “Desafíos de la conservación biológica en El Espinal y la Pampa Húmeda santafesina” demuestra la “funcionalidad” del corredor. Los registros parten de la base de “escasa o nula” información sobre la preexistencia de animales en esas zonas. Sobre todo en la pampa húmeda como “área en peligro” por la pérdida de su diversidad. Los resultados detallan los mamíferos detectados sobre el río Carcarañá y otros arroyos y también en rutas y caminos.

En el caso puntual del corredor de la autopista que une Rosario con Santa Fe, el listado parte de 2009 y llega hasta 2017 con la especie determinada, el lugar del avistaje o hallazgo (si estaba muerto o había restos) y otros datos. Figuran: gato montés, cuis común, puma (“ejemplar de mediano porte desplazándose en el corredor biológico”, se detalla por ejemplo en una de las entradas), aguará popé o mapache sudamericano (“ejemplar atropellado, muerto en banquina”), hurón menor, comadreja overa, coipo, lobito de río, zorro pampeano, puma yaguarundí o gato moro y peludo.

En el listado total por cantidad de los distintos relevamientos (con diversas metodologías, transversal y colaborativo, no formal pero fehaciente) se destacan 31 pumas (15 yaguarundí y 16 concolor), más de cien ejemplares de especies como gato montés, zorros o comadrejas, o 50 peludos, entre otros habitantes.

La información, publicada en 2019, “permite establecer la presencia efectiva de mamíferos medianos y grandes en el sur de Santa Fe que se presumían escasos o ausentes”. Aunque preliminar, el estudio avala la idea de que un corredor, aunque sea fragmentado y estrecho en sus dimensiones, “constituye una herramienta para devolver a la región instrumentos de conectividad que den lugar a la supervivencia de especies”.

Biasatti agrega que el muestreo prueba que “los corredores están funcionando, que se está recomponiendo la fauna”. “Hay impacto si lograste reconstruir la cadena alimentaria, que es la estructura del ecosistema. No tenés que mirar metro por metro, se recompone la vegetación y sabés que las especies de animales tienen crías. Eso está pasando y el enriquecimiento en especies es real”, actualiza.


En medio de la sequía y el fuego


Es el mediodía del viernes 20 de enero de 2023 y algo arde en el kilómetro 18 de la autopista Rosario Santa Fe. Las llamas se inician en un neumático de un camión que transporta rollos de papel. Se propagan rápido a la carga y en segundos el vehículo es una bola de fuego y humo. El chofer alcanza a detenerlo sobre la banquina. El incendio se extiende. La sequía transformó al corredor en una zona combustible, como buena parte de la región después de tres periodos consecutivos de Niñas.

Desde el Ministerio de Ambiente y Cambio Climático de Santa Fe explican que este tipo de focos, sumados a los generados por un automovilista que tira el cigarrillo por la ventanilla, se registraron de forma habitual en estos años de crisis hídrica. Suele haber cortafuegos en los campos privados y más allá del humo que genera un peligro para la seguridad vial el siniestro no pasa a mayores en términos ambientales.

En general se trata de fuegos causados sin una intencionalidad determinada o asociada a otros intereses (inmobiliarios, por ejemplo), como se sospecha que ocurre sobre los humedales o incluso a la vera del Carcarañá (entre Andino y Oliveros).

La política de la actual gestión provincial es mantener esos espacios e incluso elevar el nivel de protección de la vegetación nativa con una nueva ley que agrupe a las distintas reservas y corredores. Si bien valoraron su existencia, limitaron su potencial a la conectividad con bloques verdes más densos (parques nacionales o reservas provinciales), como los que se proyectan en el centro-norte provincial (aunque ya no sería pampa húmeda).

Biasatti cree que el sistema reticulado es un primer paso de un espacio recuperado, que no requiere de grandes manejos ni inversiones. “Falta cartelería y difusión. Dar información para que la gente no crea que es para ahorrarse la guita de cortar el pasto, como nos dijeron en su momento. Crear lugares de descanso con senderos de interpretación y señalar las especies nativas”, propone.

Más allá de las particularidades de un corredor biológico, asoma el concepto de fondo. No se trata de crear paisajes bucólicos estáticos sino imaginar una cicatrización posible del ecosistema degradado al extremo.

“Las especies requieren del entorno para sobrevivir”, dice el estudio sobre mamíferos en uno de sus párrafos. La frase parece una obviedad pero se resignifica al releerla con pausa, entre incendios reiterados, bajante histórica del Paraná y sequía extrema.

La Constitución nacional lo planteó hace casi 30 años cuando sumó el artículo 41 que habla del “derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano” y “sin comprometer al de las generaciones futuras”. Eso incluye a los mamíferos bípedos por venir.


Cuatro etapas del corredor en fotos


Etapa 1, antes de empezar con el corredor:

Eliminación de especies nativas
Uso privado

Etapa 2, los primeros avances:

Especies colonizan
Se evita el monocultivo

Etapa 3, la consolidación:

Plantas y animales diversos
Se evita el suelo desnudo

Etapa 4, una caracterización:


El avance de leñosas: la imagen muestra una matriz de paisaje de tipo estepa graminosa con renovales (especímenes jóvenes en su mayoría) de los árboles característicos de la ecorregión del espinal, como el tala, el chañar, el espinillo. La presencia de leñosas jóvenes es el indicio del avance de las comunidades biológicas espontáneas, con especies nativas.

Cigüeña: animales de un porte importante hacen uso del corredor alimentándose, lo que indica un enriquecimiento en general, dada la existencia de especies que (aunque no se ven en la imagen) son las que come la cigüeña.

Diversidad biológica: una comunidad biológica mixta con mucha diversidad con presencia de gramíneas, arbustos, plantas hidrófilas (las de flores amarillas que no es nativa, pero no se comporta aquí como invasora) y atrás un dosel arbóreo, en este caso con presencia de cina-cina, un arbolito muy frecuente y de crecimiento relativamente rápido.

Fauna nativa: una garza en vuelo sobre un pastizal de gramíneas, pero que más atrás muestra una variación hacia un terreno más deprimido que periódicamente puede inundarse, en función de la presencia de “juncos” (es una cyperácea) que son tolerantes a los suelos anegados, permanentes o temporarios.

Pastizal espontáneo: espacios relativamente amplios colonizados por pastizal típico, que en este caso está en la etapa reproductiva (semillando) en razón de los “plumerillos” que dominan el paisaje. Esta señal de capacidad de sustentación es indicio de permanencia a futuro, ofreciendo alta cobertura vegetal al suelo, evitando erosión, reteniendo el agua, produciendo biomasa, reteniendo carbono, entre otras funciones.


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