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Informe

La caída de Raffo el audaz, el suboficial de la zona sur que hizo carrera en los servicios, el narco y las finanzas

Tan seguro de sí mismo se sentía Juan José Raffo que vivía en un edificio donde funcionan dependencias del Ministerio de Seguridad y de la policía de la ciudad de Buenos Aires. Estaba con pedido de captura desde hacía tres años por darle protección al asesino de un jefe barrabrava de Newell’s, suministrar información a una línea de la banda de Los Monos y asegurar servicios financieros para lavadores de activos del delito violento. Pero vivía en ese predio del barrio de Barracas, un espacio con una espectacular pileta climatizada y 350 lofts, manteniendo sus actividades usuales. 

A tal punto llegaba su confianza que estando prófugo con alertas activas había comprado una VW Nivus Comfortline 200 y la había inscripto a su nombre. Es una camioneta de cinco puertas que vale 25 mil dólares. Tenía un departamento en ese edificio en la Avenida Patricios, que había sido de la Fábrica Argentina de Alpargatas y que se refaccionó hace diez años para albergar unidades habitacionales y oficinas. Allí también usaba otros tres departamentos que fueron allanados. Estaban colmados de ropa, zapatillas y perfumes de contrabando. 

La audacia empecinada que lo hizo vivir en pleno distrito de las artes en Buenos Aires cuando tenía captura recomendada fue una etiqueta de siempre en Raffo. Esa audacia que le permitió durante 30 años un permanente vaivén en el mundo de los servicios de inteligencia, el narcotráfico, el mundo financiero siendo apenas un suboficial de la zona sur rosarina. A los 30 años ya era todo eso y además se había fabricado una imagen de policía incorruptible con la que ventilaba en la prensa de Rosario los chanchullos verdaderos de oficiales de mayor jerarquía. Lo que hacía bajo esa pátina de honradez era apretarlos en público para extorsionarlos a fin de cerrarles la boca.

El edificio Molina Ciudad en el que lo atraparon tiene gimnasio, sauna y un lobby inmenso donde funcionarios del Ministerio de Seguridad que llegaban a trabajar se cruzaban con él todos los días. Como la carta robada de Poe, un hombre con captura por narcotráfico, que ya había sido condenado como informante de la Banda de Los Monos, estaba oculto en el lugar más visible.



Raffo había sido detectado como informante de Los Monos para procurarles impunidad. Llegó a juicio por ese rol y en abril de 2018 lo condenaron en el mismo estrado que a Ariel “Guille” Cantero. Cumplió los cinco años y ocho meses de condena. Pero siguió siendo una especie de imán de negocios en el campo del hampa. 

Este lunes le encontraron una montaña de indumentaria que sospechan vendía con socios en La Salada, lo mismo que hacía hace veinte años mientras era secretario de inspección de la Tercera Zona en Rosario, la más redituable de la recaudación trucha de la Unidad Regional II. En esa época tenía varios negocios de ropa en la zona sur de la ciudad. 

Ahora tiene 53 años. Cuando le dictaron la captura lo habían sorprendido manejando un Chevrolet Cruze desde Rosario al Aeropuerto de Ezeiza para abordar un vuelo a Qatar. Era diciembre de 2022 durante la Copa del Mundo. El auto que manejaba estaba a nombre del fiscal de Rosario Mariano Ríos que se lo había dado a un tercero que lo cedió a Raffo. 

Alguien le avisó a Ríos que tendría problemas porque la Procuración de Narcotráfico (Procunar) sabía que el auto en el que se movía Raffo era suyo. Ese alguien fue un jefe de Inteligencia de Rosario que hoy está procesado en una causa de narcotráfico. Este jefe de los servicios, que es un abogado de 52 años, compartió datos reservados en una causa federal que lo investigaba a Raffo por proteger con información a Leandro “Pollo” Vinardi, uno de los líderes de Los Monos, el que aparecía en la célebre bandera desplegada en el partido de despedida de Maxi Rodríguez.

A mitad de 2022 los fiscales Luis Schiappa Pietra y Matías Edery investigaban a Guillermo “Chupa” Sosa por el asesinato del barrabrava de Newell’s Nelson Saravia. En la pesquisa habían advertido que Sosa estaba vinculado con Raffo por asuntos de comercio de drogas. Esto llevó a compartir la pesquisa con Procunar que detectó, en la vigilancia a Raffo, que se movía en el Cruze que figuraba a nombre del fiscal Ríos.

Raffo había cumplido su condena por sus vínculos con Los Monos. La Dirección Nacional de Migraciones detectó que desde entonces salía profusamente al exterior. Le detectaron viajes a Bolivia, Paraguay, Estados Unidos y Arabia Saudita. Los fiscales de la Procunar determinaron que Raffo obtenía dólares para un grupo de Los Monos conectado a diez personas de la comunidad gitana. También que manejaba a dos policías brigadistas de la Fiscalía de Homicidios de Rosario, David Arellano y Marcos Barúa, quienes desde adentro del MPA aportaron información que permitió que los asesinos del barrabrava Saravia se mantuvieran prófugos. Uno de los policías tenía agendado en su celular a alguien como “Flaco Juan”. Era el número de Raffo.

Esa investigación del barra de Newell’s Saravia, al que masacraron a tiros en su casa delante de sus hijos pequeños, destapó una olla donde se maceraban gases fuertes. En marzo de 2023 los fiscales rosarinos allanaron una caja fuerte en un galpón de la calle Guatemala al 2200 donde encontraron 20 mil dólares. En ese depósito se reunían habitualmente con Raffo altos jefes históricos de la policía rosarina del área de Drogas Peligrosas de los años 90, los que manejaban con sus causas los juzgados federales de Oroño al 900, los mismos a los que alguna vez el traficante Jorge Halford en juicio llamó “el mayor cartel de droga de Rosario”.  A simple vista en el lugar había 535.000 pesos precintados con bandas selladas del Banco Municipal de Rosario.


El dato clave y la aparición 


El martes a la mañana Jorge Macri se mostró al borde de la euforia al saber que la Policía Metropolitana había atrapado a un hombre del delito de Rosario con historia. “Gracias al trabajo de investigación de la División de Investigaciones Especiales, en solo 11 días logramos localizarlo y detenerlo. Analizamos la información del anillo digital, revisamos cámaras públicas y privadas, y seguimos cada pista hasta encontrarlo”, dijo el jefe de gobierno porteño.

Nunca lo habrían detenido si una empleada de la Fiscalía de Homicidios de Rosario, de la disuelta unidad de Crimen Organizado que lo investigaba desde 2022, no le pasaba el dato a un efectivo de la Metropolitana al que conocía por azar. De hecho si esa empleada no daba el dato tal vez Raffo seguía frecuentando el lugar donde el Ministerio de Seguridad porteño tiene sus oficinas. 

Es cierto que los policías porteños caminaron el dato y encontraron en el edificio Molina Ciudad a un hombre muy parecido al de las fotos pasadas por la fiscalía rosarina. Al consultar su historia supieron que tenían que tomar todos los recaudos. “Este hombre tiene una historia ligada a los servicios. Acercarse y detenerlos es un trabajo muy profesional. Esperamos resistencia”.

El lunes a la noche lo vieron entrar acompañado de otro sujeto al edificio de avenida Patricios pero a los hombres de Investigaciones Especializadas no les pareció una buena ocasión para acecharlo. Lo hicieron a las 9.40 del último martes. Raffo se movió como un caballo coceando antes de saber que resistir era inútil. Escuchó que uno de los policías hablaba con alguien de la fiscalía que había ordenado y le decía “doctora”. Aprovechó para el desahogo. “Diganle a la jueza que se vaya a la concha de su madre”.   

La Procunar estima que podrán indagarlo antes del fin de semana pero sin trasladarlo a Rosario. Por sus contactos lo consideran de perfil alto y por eso quedará en una cárcel federal que puede ser Ezeiza o Marcos Paz. Preliminarmente está en una comisaría porteña “lo que no es muy tranquilizador”, indican fiscales federales, apuntando a la secuencia de evasiones de penales policiales de CABA.

Que Raffo estaba precisamente en la ciudad de Buenos Aires lo insinuaba, para los fiscales de Rosario, el hecho de que su último consumo con tarjeta de crédito había sido allí. Todo indica que lo siguió haciendo, al punto que se compró un vehículo millonario, y vivía en un edificio museo a un paso de Caminito, de la Fundación Proa y del Parque Lezama. En cuyo hall imponente de 1.600 metros cuadrados se veía con funcionarios de Seguridad y policías porteños que hacen allí diariamente su trabajo.


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