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Cultura

La grasa de las capitales por tevé

Empiezo a escribir este texto durante la madrugada del viernes 7 de octubre del 2022, a tres días de la entrega de los Premios Magazine y luego de dos noches de dormir con la cabeza atiborrada de sueños extrañísimos, sensaciones y sentimientos encontrados, o reencontrados y vueltos a asimilar o desechar, o contradictorios sin solución. Dos largas noches sin respuestas a miles de preguntas, y sin preguntas a respuestas con forma de certezas, supuestas iluminaciones o pretendidos cabildeos.

La angustia mezclada con desazón, desaliento y desasosiego comenzó la mañana del miércoles 5 cuando veo algunos posteos de ganadores (o sus familiares) del “codiciado” galardón de marras. Primer shock: ¿cómo se me pasó la entrega de los Magazine? Enseguida me entero que se transmitió en directo por la pantalla de Telefé Rosario, y que no tuvo la difusión mediática previa de años anteriores. Apenas la consabida y previsible nota de anuncio del diario La Capital, de Rosario, el sábado 1° (a tres días del “megaevento”), firmada por Pedro Squillaci y titulada El Magazine canta los 30 con “lo cultural como tabla de salvación”. Más los “avances” y spots televisivos de Telefé, claro está.

Entonces reflexioné que no era ilógico que se me hubiera pasado por alto, puesto que casi no miro tevé abierta ni leo diarios locales como no sea para buscar alguna información precisa.

Pero igual me preocupé, porque soy rosarino y me gusta haber nacido aquí, en la segunda o tercera ciudad más “importante” de un país “tremendo” que se llama Argentina, con todas las contradicciones que ello conlleva. Rosario, con poco más de 200 años de historia como ciudad, se las apañó para cobijar a un millón y medio de almas y para construir un Monumento a la Bandera insoslayable, un Parque de la Independencia imponente, decenas de museos, hospitales, escuelas y facultades señeras. Una ciudad que supo ser “la cuna del Che” y muchas otras celebridades, revolucionarias o todo lo contrario. Pero ese es otro tema, y quería cerrar este párrafo señalando que también es la ciudad que se identifica, hace 30 años, por la entrega de los Magazine, unos premios inventados por el periodista de la tevé local Carlos Bermejo.

¿Por qué me preocupé siendo rosarino? Porque a poco de comenzar a rastrear información en redes sobre lo ocurrido en la “gala en directo” me di cuenta de que jamás podré acceder a la repetición del programa completo, sino sólo a fragmentos editados de la “red carpet” y paneos de pocos segundos de la entrega en sí. Y recién ayer, jueves 6, apareció una crónica de lo acontecido en un medio de comunicación gráfico. ¿En cuál? El diario La Capital de Rosario, firmada esta también por Pedro Squillaci, titulada La noche de los Magazine volvió a celebrar el sabor del encuentro.

Aunque advierto sobre los efectos nocivos (aumentando mis inquietudes paranoides e irracionales) que tuvo en mí dicha crónica, recomiendo su lectura completa, asaz interesante en su forma de panegírico a favor de “el autor ideológico de todo esto”, que “no es otro que Bermejo, sí, Charly, Carlos, Carlitos, el Gordo, como quieran llamarlo”.

Citaré dos párrafos de dicha nota, que, insisto, no tiene desperdicio. El primero de ellos dice:

No fue un Magazine más, nada de eso. Porque Bermejo juega las cartas a pleno, quiere que vengan las figuras, no emisarios a recibir distinciones, y eso es maravilloso cuando están presentes, pero a veces hay circunstancias que van más allá del deseo de los invitados/as. Pasó con Mirtha Legrand que vino decenas de veces pero esta vez no pudo asistir; Graciela Borges, que “se invita sola” (dixit Bermejo) porque aparte de ser una referente del cine argentino es amiga personal de Carlitos; Jairo no vino por cuestiones de salud; Vicky Buchino tenía el pasaje reservado y confirmado pero tuvo un accidente doméstico y no pudo venir; y Sandra Mihanovich tampoco porque el mismo día que se celebraran los 30 años de los Magazine murió César Mascetti, pareja de su madre Mónica Cahen D’Anvers.

O sea: nos enteramos de primicias sobre ausencias y ciertas intimidades. Que no estuvo Mirtha aunque “vino decenas de veces” (¿y?), que la Borges es “amiga personal de Carlitos” (¿si no fuera personal, qué sería?), que Jairo no andaba bien de salud (ojalá se mejore pronto), que la Buchino tuvo un accidente doméstico (eufemismo por excusa) y que Mihanovich debió asistir al velorio de su padrastro (nuestro más sentido pésame). Y acá ceso en los señalamientos para dejar que el lector saque sus propias conclusiones, pasando al segundo párrafo que quiero citar y que cierra la mentada nota:

Pero no hay dudas que cada año se espera esta fiesta como no se espera otra en la ciudad, porque es dato, no opinión, pero no hay ninguna que llegue a los talones de los Magazine. Y simplemente porque tiene algo que ninguna otra fiesta de la ciudad tiene ni tendrá: el sabor del encuentro.

¿Quiénes esperan esta fiesta como ninguna otra? ¿Ese sería el dato? ¿Y cuál sería la opinión si no es esa? ¿En qué sentido no hay fiesta que llegue “a los talones de los Magazine”? ¿Tiene lo que ninguna otra fiesta de la ciudad tiene ni tendrá? ¿Quiénes saborean el encuentro? ¿Quién puede decir cómo es el sabor encuentro? ¿El encuentro tiene sabor? ¿El sabor de la cerveza Quilmes? ¿El sabor que tiene el encuentro según el slogan de Quilmes que escribió Fogwill?

Pero dejemos en paz al Decano de la Prensa Argentina y a Squillaci en su acendrada defensa del buenazo de Bermejo. Ya bastante hacen proveyendo un poco de yesca para este fuego.

Voy por las mías: primero debo mencionar que asistí, invitado, a tres entregas de los Magazine (años 97, 98 y 99) en carácter de “entregador” de un premio. Para la primera, que fue en la sede del country del Jockey Club (le di el galardón a Zulma Faiad), tuve que comprarme un traje negro, corbata, cinturón, camisa, medias y zapatos en Al Elegante (no existe más). Mi primer y único atuendo de ese tipo, que usé en las dos ocasiones posteriores y nunca más, y sucumbió a la voracidad de las polillas hace ya unos cuantos años. Para la segunda vez, en una casona de eventos de Alberdi, con el fundador de Televisión Litoral, Alberto Gollán, y el Padre Ignacio entre los invitados más relevantes, debí subir al escenario y entregar el modesto fetiche a Susana Romero. En la mesa que me tocó compartir estaba sentado, entre otras “celebridades”, el desagradable Luis Majul, quien comentó a modo de chiste:

—Che, ¿dónde están las cámaras escondidas? Porque esto tiene que ser una joda para Tinelli.

En el 97 yo trabajaba en la sección Espectáculos del diario La Capital y en el programa 10 Puntos de Radio Dos. Al año siguiente me había pasado al naciente El Ciudadano (salió a la calle el 7 de octubre del 98 y fue cerrado por el Multimedios La Capital el 29 de abril del 2000), medio en el cual salió publicada, ya en el 99, en la sección a mi cargo (Cultura y Espectáculos), poco antes de la fiesta ceremonial, una entrevista al actor, docente teatral y dramaturgo Norberto Campos en la que explicaba por qué había rechazado el premio Magazine que gentilmente le otorgaba Bermejo, hablando pestes de la pobre y bienintencionada figura de la televisión local. En una entrevista del 2002 concedida a Marcelo Díaz para teatroenrosario.com, después de volver a fundamentar su rechazo al Premio Magazine diría Campos:

—En una nota vos decís que el arte debe mantener un estado de sospecha…

—Totalmente. Y de molestia. El arte tiene que ser errático con el poder. Siempre lo fue. Si el poder escuchara y tuviera una mirada atenta y un oído fino de lo que está pasando, el arte les podría servir entonces. Pero se llenan de paranoia ¿viste? Vos les decís: mirá, este poder es una cagada, la gente no participa, estamos ausentes, están resquebrajadas las relaciones sociales, está fragmentado el país, la ciudad está toda sucia, inmunda, te afanan, hay una violencia terrible en las calles. Y ellos se lo toman como una cosa personal. Están locos, están locos. No saben abstraer.

Volviendo: ese año, con un salón de la Rural como escenario de la entrega, también fui invitado, aunque en esa ocasión tuve mi asiento en la mesa más alejada de las cámaras, con la compañía de ilustres desconocidos como yo, y el premio se lo entregué a una historiadora de cuyo nombre no me acuerdo (le pido mil disculpas), al final de la noche y cuando había concluido la transmisión. En mis tres incursiones —justo es reconocerlo— comí rico y suficiente, con una sola objeción: la Coca Cola (soy abstemio desde niño) se sirvió en jarras de vidrio, perdiendo el gas y aguándose a causa de los hielos. El mundo de lo aparente exige sacrificios.

La entrevista de El Ciudadano a Campos fue citada en una nota con mi firma aparecida en la Revista Belbo y titulada “Mimo y a la olla”, en la que contaba los trastornos que había causado a mi psique la asistencia a una muestra en Ciudad Lavardén, organizada por Cultura de la provincia, que se llamó Guiso de Artistas.

En la inauguración de Guiso de Artistas (a la que asistió y en la que figuraba Carlos Bermejo) el ministro de Cultura de la provincia de Santa Fe, Jorge Llonch (que asistió a la Noche de los Magazine del martes 4 compartiendo mesa con Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale, dos de los artistas que más contratos facturan al erario público, a través del área de Cultura provincial, por sus múltiples y multitudinarias presentaciones), había usado la misma fórmula expresiva verbal patentada por Bermejo para referirse a las distinciones (la estatuilla-Magazine, la estatuilla-Guiso): que solo se trataba de un reconocimiento, un “mimo” a los artistas.

El concepto es el mismo: los “mimados” son invitados a participar, tras la depuración de una lista por medio de un estrambótico y misterioso sistema, con la condición de que se pongan lindos y se vistan bien (para no desentonar ante las cámaras), sonrían y digan: “gracias”. ¿Qué se les ofrece? Aparte de una esculturita simbólica y el registro en fotos y en material fílmico, la posibilidad de codearse con “famosos” del mundo del espectáculo, la política y la cultura.

Queda como cierto, patentizado y profundizado, que un encuentro insípido y endogámico como el propiciado por La Noche de los Magazine nunca alcanzó ni alcanzará relevancia nacional, ni mucho menos internacional. Que podría tomarse como un pintoresco defecto (en tanto expone las deficiencias de nuestras costumbres relacionales como sociedad) que persiste a pesar del crecimiento y la modernización de la urbe, que se proyecta, con todas sus problemáticas a cuestas, mucho más allá de los acotados y decrecientes territorios sectorizados de los viejos y agonizantes establishments culturales y periodísticos rosarinos. Y digo “podría” porque es otra cosa, mucho más sórdida: la entrega de los Magazine es un acto político en el cual se juegan intereses e influencias.



No es casual que Bermejo haya estado entre los genuflexos que asistieron a escuchar y a sacarse selfies con el ex presidente Mauricio Macri días pasados, cuando estuvo haciendo campaña en la sede de la Fundación Libertad, acompañado por su anfitrión Gerardo Bongiovanni, antes de exponer en el Congreso de Aapresid (ver nota de La Capital del 11 agosto, firmada por Walter Palena y titulada “Macri: Con lo que gasta Aerolíneas en un año, se podría traer 33 mil gendarmes y no queda un narco en la provincia”).

Porque Bermejo, a quien se tilda de “ecuménico”, no es inocente ni desinteresado (como él repite amparándose en la máscara de una “cultura” despolitizada y, a la vez, “tabla de salvación”), como tampoco lo son la retrógrada Mirtha Legrand, el canal Telefé, el radical y activista cambiemita Luis Brandoni y la imitadora Fátima Flórez (invitados de lujo este año), el cocinero-concejal Megna (ese a quien “le gustó” un comentario de Facebook de un usuario que lamentaba que no haya salido la bala con la que intentaron asesinar a la vicepresidenta Cristina Kirchner), el intendente Pablo Javkin, a quien Bermejo le da la oportunidad de olvidarse por una noche del plomo y del humo, el midachi-casi-gobernador Miguel Del Sel, el ministro mimador Jorge Llonch o los muy mimados Vitale y Baglietto, y muchísimos más que podríamos incluir si repasáramos la larguísima lista de invitados y premiados de los últimos 30 años.



Para cerrar, creo pertinente aclarar que me considero un semianalfabeto político y que me cuesta entender la cuestiones finas de la materia, sin embargo me alcanza con el sentido común para captar que la grasa de las capitales, como cantaba ¡en 1979! el siempre errático con el poder Charly García, sigue cubriendo las sonrisas y los amables acuerdos de la sociedad engalanada. Y que ese camino “nunca florece”:

¿Qué importan ya tus ideales?
¿Qué importa tu canción?
La grasa de las capitales
cubre tu corazón.

¿Por qué tienes que llorar?
Es que hay otro en tu lugar que dice
vamos, vamos, la fama, tu oportunidad está ahí
lo mismo me pasó a mí, lo tienes
todo, todo y no hay nada

A buscar el pan y el vino
ya fui muchas veces
a sembrar ese camino
que nunca florece

No transes más
con la cantina y con la cantora
con la televisión gastadora
con esas chicas bien decoradas
con esas viejas todas quemadas
gente re vista, gente careta
la grasa inmunda cual fugazzeta…

La grasa de las capitales no se banca más.


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