Después de cuatro meses de pandemia y de los problemas que significó para todo el ecosistema del libro, las editoriales santafesinas pusieron a prueba su capacidad de adaptación. Porcentajes de venta más bajos, ferias suspendidas o trasladadas a la virtualidad y un contexto que amenaza su sostenibilidad revelaron la necesidad de políticas públicas de largo aliento. Suma Política realizó una encuesta a los sellos regionales sobre el impacto de esta situación inédita, los posibles cambios de hábitos de los lectores y las estrategias desplegadas para seguir adelante.
De la consulta, realizada entre el 26 de junio y el 12 de julio, participaron veintidós editoriales santafesinas que responden a la ambigua categoría de “independiente”. Existe un consenso tácito para diferenciar a los sellos que no pertenecen a los grandes grupos editores globales y que fueron surgiendo con más dinamismo después de la crisis del 2001.
“Independiente es la forma en que se nombra y se percibe un conjunto de emprendimientos vinculados a la producción editorial”, explica Jorge Jacobi, investigador de CONICET que estudia las editoriales de la región Centro (Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos). “Si consideramos independientes a aquellas que producen fuera de los conglomerados transnacionales, todas las editoriales regionales serían independientes. Sin embargo, si pensamos en aquellos sellos que tienen apoyo de otra institución como la universidad o el Estado, no entran en esa categoría aunque comparten factores de escala, políticas y orientaciones”, concluye Jacobi.
En toda la provincia hay treinta y dos editoriales que se ajustan a esa caracterización y estaban activas a fines del 2019, y de las veintidós que respondieron la encuesta de Suma Política 19 son rosarinas. Una característica que se destaca dentro de ese conjunto es la juventud: 45% cuenta con 3 a 5 años de antigüedad y sólo un 14% lleva más de 20 años de actividad. También existen marcadas diferencias en cuanto a la escala: más del 50% publicaron entre 4 y 5 nuevos títulos en 2019, un 27% entre 5 y 10 títulos, y un 10% entre 10 y 20. Sólo dos de las editoriales consultadas publicaron más de 20 títulos.
Más allá del florecimiento que tuvieron varias editoriales en los últimos años en Santa Fe, el sector ya venía demostrando su habilidad para reinventarse ante los embates de la inestabilidad económica, los problemas estructurales que arrastraba el campo del libro y una gestión a nivel nacional que había degradado el Ministerio de Cultura a Secretaría, pero la pandemia hizo estallar todas las alarmas. Un informe de la Cámara Argentina del Libro realizado en la primera etapa del aislamiento social, preventivo y obligatorio indica que el registro de nuevos títulos o novedades cayó 50% en abril con respecto al mismo mes en el año anterior.
De las editoriales encuestadas por Suma Política, el 41% valoró como malo el impacto del distanciamiento social motivado por la crisis sanitaria y más del 27% como muy malo. Este malestar se vio reflejado no sólo en el aspecto económico sino que además alteró el calendario de nuevas publicaciones en la mayoría de los casos: 87% manifestó haber tenido que modificarlo y apenas un 9% pudo mantener la planificación prevista.
Al consultar sobre los factores que más afectaron la actividad, el cierre de los canales de venta fue sin duda el más destacado por las editoriales regionales, seguido de la digitalización de ferias, cambios en los comportamientos de los lectores, la dificultad para vender online, así como la disponibilidad de papel y otros materiales. Los editores también mencionaron la interrupción de la cadena de pagos y el modelo de negocio en menor medida.
Las percepciones de las editoriales regionales en cuanto al impacto en las ventas coinciden con los resultados del sondeo realizado por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLAC) en el que casi el 60% de las editoriales iberoamericanas estimó una reducción de ventas de más del 50%. Un 47,6% de los editores que respondieron la encuesta de Suma Política informaron una caída mayor al 50%, seguido de un 20% con bajas entre el 30 y 40% y otro 20% con una reducción menos abrupta del 20%. Sólo un editor comentó que la editorial no redujo las ventas por la crisis sanitaria, quizás por una mayor demanda de libros para las infancias durante la cuarentena.
Para Patricio Raffo de CR Ediciones, en principio la pandemia funcionó como un freno, “nos llevó a cierto espacio de quietud personal. Intentamos mantener el contacto afectivo, que consideramos como eje de la editorial”. Sergio Gioacchini de Ciudad Gótica reflexionó sobre el propósito del sector: “creo que nos sirvió para pensar la función social, educativa, política y comunicacional del sector y como una oportunidad para desarrollar nuevas estrategias”.
Marcelo Scalona de Los libros de la calle inclinada explicó que decidieron “limitar las ediciones del año a un sólo libro o dos y seguir trabajando en promoción y prensa virtual”. A su vez Silvina Ross de Editorial Fundación Ross manifestó: “cuando tuvimos autorización para circular comenzamos a repartir libros a domicilio. El libro fue también algo necesario; llegó a ser una actividad esencial”.
Superada la etapa inicial con mayores restricciones, las editoriales fueron implementando estrategias para continuar vendiendo y también produciendo. “Digitalizamos las novedades e implementamos ventas online, eventos en red y un blog”, sintetizaron Graciela Prieto Rey y Juan Pablo Bagnarol de Editorial De l’aire. Martina Ramírez, Sofía Storani y Gonzalo Vega de Corteza Ediciones realizaron presentaciones virtuales por Instagram y ventas online. Mabel Zimmermann de La Ola Editorial emprendió la búsqueda de nuevas librerías y recurrió a la venta online. En Rabdomantes potenciaron la difusión por redes, las preventas y liberaron contenidos en formato digital.
“Reforzamos nuestra venta online a todo el país. Creamos nuestra tienda digital con 200 títulos disponibles para comprar. Además, organizamos charlas y presentaciones virtuales”, relató Perico Pérez de Homo Sapiens. En la misma línea, Liliana Ruiz de Baltasara Editora, intensificó el uso de las redes y la compra on line en librerías. María Belén Campero de Cosas invisibles contó que digitalizaron libros de la editorial y realizaron ventas en tiendas online.
Libros como pizzas
El “Delivery de Libros Rosarinos”, impulsado por un grupo de editoriales y la Municipalidad Rosario después de las primeras semanas del aislamiento, tuvo una buena respuesta por parte de los lectores. Mientras aprendían a hornear pan casero, pizza y recuperaban antiguas recetas, muchos reemplazaron el delivery de comida para hacer pedidos de libros a domicilio. Quien no había acopiado lo suficiente en su mesa de luz se tentó con esta propuesta de libros en casa en una etapa que permitió en algunos casos contar con más tiempo para leer.
Para Maximiliano Masuelli de Iván Rosado el delivery funcionó muy bien y el 27% de los encuestados consideró que “hubo más pedidos de lo esperado”. Según analizó la investigadora de CONICET, Daniela Szpilbarg tras un estudio reciente sobre el sector “las editoriales de Rosario destacaron las medidas de la Municipalidad para establecer un canal de venta directa”.
“El estudio demostró que las editoriales independientes argentinas tienen una producción principalmente analógica, en papel y que todavía no era muy grande la venta de libros electrónicos. Esto se vincula también con una falta de hábitos y consumos de lectura en soportes digitales”, concluyó la investigadora. En cambio, “hacen muchísimo uso de los recursos digitales para la difusión, creación de comunidades de lectura, muchas veces de preventa y de crowdfunding”, agregó.
Al analizar qué porcentaje representan las ventas en librerías para las editoriales que respondieron la encuesta de Suma Política, un 45% concentra a partir del 40% de las ventas, mientras que para un 32% los canales digitales representan del 10 al 20% y para un 27% menos del 10%. Es importante tener en cuenta que hay editoriales artesanales que concentran sus ventas en ferias y en la distribución personalizada. En este contexto no es extraño que el 50% de las editoriales encuestadas haya decidido fortalecer la venta digital.
Una convivencia acelerada
Los libros en papel tuvieron que aprender a convivir con aquellos que circularon en soportes digitales y que durante las primeras fases de la cuarentena estallaron en las redes. De acuerdo con el informe de la Cámara Argentina del Libro antes mencionado, 63% de las novedades que se registraron en abril son en realidad versiones de una edición en papel que se había registrado con anterioridad. En 2019, este tipo de edición representaba tan sólo el 15% de la producción.
Es un dato que más que un cambio de tendencia puede señalar la capacidad de adaptación del sector ante una transformación abrupta del contexto. De las editoriales encuestadas por Suma Política, el 59% no edita libros digitales, 27% sí lo hace, un 10% liberó algunos títulos en ese formato durante la pandemia y uno de los sellos lo tiene en sus planes. Las plataformas para la venta digital van desde el propio sitio web Mercado libre, Empretienda, Jimdofree a otros entornos para la venta de libros como Bajalibros y Leemos.
Respecto de un posible crecimiento del libro digital después de la pandemia, un 42% piensa que sucederá, 28% no sabe, 10% considera que convivirán los dos y otro 10% estima que no. Todas las miradas coinciden en la utilidad del soporte digital, pero subrayan el valor simbólico de libro en papel y prevén más una convivencia que un reemplazo de un formato por otro, especialmente para cierto tipo de publicaciones. Así lo explicó Silvina Maroni de Listocalisto: “publicamos libros ilustrados, que no se adaptan bien al e-book”. “Nuestro catálogo está muy focalizado hacia la valorización del libro en papel y en su particular experiencia de lectura”, reflexionó Nicolás Manzi de Casagrande.
Las respuestas del Estado
Con respecto a las medidas adoptadas por los diferentes niveles del Estado, un 25% valoró positivamente las acciones de la Municipalidad de Rosario, 15% destacó las iniciativas del gobierno nacional, otro 15% de la Nación y el gobierno provincial, un 10% adicional de la Nación y la Municipalidad y otro 5% del gobierno provincial y municipal. Sin embargo, 30% no percibió dinamismo para dar respuesta al contexto.
“El gobierno nacional tomó una serie de medidas para el conjunto de la economía que tuvieron efecto también para el sector del libro. Esto ayudó parcialmente a mitigar los efectos más negativos de la cuarentena”, destacó el especialista en el sector editorial e investigador de CONICET Alejandro Dujovne. Esto podría explicar por qué para una parte del sector las medidas del Estado en todos los niveles no alcanzaron y la necesidad de políticas públicas que fortalezcan todo el ecosistema del libro.
“Hay problemas que presenta el sector editorial que tienen que ser atendidos con otra mirada para que las políticas sean más sofisticadas y más adecuadas a los problemas que viene arrastrando y que están limitando su crecimiento y sobre todo su sostenibilidad”, reflexionó Dujovne.
La pandemia desnudó las dificultades preexistes del sector editorial, pero también demostró sus fortalezas, el dinamismo para organizarse y contribuyó a situar en la agenda la importancia de contar con respuestas políticas. Un ejemplo de ello fue la reactivación del debate para la creación del Instituto Nacional de Libro (INLA) por la Unión de Escritores y Escritoras para desarrollar políticas públicas a largo plazo que refuercen su valor simbólico, el acceso y la producción con una perspectiva federal. Esto requerirá comprender lo que Dujovne definió como: “la doble concentración del libro, económica y regional, que atenta contra una producción diversa, democrática y federal”.