Después de la final por la Copa América de 2021, y de hacer el gol de la selección argentina que le ganó a la de Brasil, Ángel Di María habló por videollamada con su padre y dijo una frase que se volvió célebre: “Algún día se iba a romper la pared”. Se refirió así al “sufrimiento de mis lesiones, el sufrimiento de mi familia, el sufrimiento de todas las barbaridades que tuve que escuchar”. Pero el muro volvió a levantarse el 25 de marzo, cuando según la investigación en curso barrabravas de Newell´s Old Boys orquestaron intimidaciones contra su familia y decidió no volver a Rosario.
“Romper la pared” es también el título de la miniserie dedicada a Di María de reciente estreno en Netflix. En tres capítulos, el documental recorre la historia de vida del futbolista hasta su retiro de la selección después de la última Copa América. El triunfo deportivo aparece como la coronación del sacrificio personal, de sobreponerse a obstáculos entre los que se destacó el periodismo supuestamente especializado y del apoyo incondicional de sus padres, sus hermanas y la familia que formó con Jorgelina Cardoso, su esposa.
“En Rosario me olvido de todo. Solo pienso en mi familia y mis amigos. Es donde mejor me siento, mi lugar en el mundo”, dice Di María en la serie. Pero el amor a la ciudad no es incondicional, como explicó en una entrevista con Juan Pedro Aleart después de las intimidaciones: “No voy a volver a Rosario de esta manera. Tocaron a mi familia y eso sí que no lo voy a permitir”.
Los modelos del barrio
La exaltación de la familia es común en el fútbol, pero en el caso de Di María y como muestra la serie se trata de un valor genuino. La idea de familia se extiende además a los amigos de la infancia, de la calle Perdriel, “donde aprendí a pelearla desde abajo”. Di María exhibe con orgullo los tatuajes que celebran el origen —“nacer en la Perdriel fue y será lo mejor que me pasó en la vida”— y el juramento de “eterna amistad” compartido con los vecinos.
Entre la casa y la ciudad deportiva de Central había un largo camino y Di María iba con su madre, Diana Carreño, “bajo la lluvia, en el frío, de noche” según un emotivo relato que firmó en The Player’s Tribune. Desde el principio, entonces, la familia es el soporte de la figura pública: Di María se lleva a la madre y las hermanas a Portugal después que Benfica compra su pase, hace viajar a sus amigos por el mundo para que lo acompañen en circunstancias difíciles y tiene siempre al lado a Jorgelina Cardoso y a sus hijas, Mía y Pía.
Por el lado paterno, Di María heredó una historia de frustraciones y sueños no realizados: el padre jugaba muy bien al fútbol, estuvo a punto de jugar en River y una lesión frustró su carrera; el abuelo jugaba todavía mejor que ambos, pero perdió una pierna en un accidente. Por el lado materno, el rol de Diana Carreño quedó cifrado en otro momento clave para la historia: cuando decidió que Di María continuaría en las inferiores de Central contra la opinión de un técnico de paso que le dijo que no cabeceaba, era flaquito y no tendría lugar en el club.
La figura fuerte de la madre se proyecta en la de Jorgelina Cardoso. La imagen icónica de Di María en el festejo del gol, con el corazón, surgió como dedicatoria a la esposa en el primer partido que ella presenció: Di María no terminaba de adaptarse al Benfica ni de despegar en Europa hasta que Jorgelina lo acompañó.
Di María cultiva un ideal tradicional de familia en la historia que reconstruye la serie: dice que tiene fines serios al conocer a Jorgelina, se casan por iglesia y acusa el reclamo de los mayores para tener hijos. Pero este modelo parece evocar un antiguo ideal de barrio antes que los valores retrógrados hoy asociados a la defensa de la familia.
Las intervenciones de Jorgelina Cardoso tienen motivos recurrentes. La esposa administra las cábalas, es decir que está atenta a los signos propiciatorios o adversos que pueden desencadenarse alrededor de Di María y sus equipos: el ejemplo elocuente son las cintas rojas que reparte entre todos los jugadores de Argentina después de la derrota contra Arabia Saudita en el mundial de Qatar. A la vez es la memoria que Di María no lleva, tiene o tenía anotados a los periodistas que pidieron que lo sacaran de la selección y ahora Toti Pasman y Martín Liberman se declaran molestos por el trato que reciben en la serie y por el recuerdo de sus comentarios destemplados.
Di María construye así una figura revestida de valores tradicionales pero que a la vez se aparta de los perfiles conservadores y reaccionarios que en el fútbol exaltan el machismo. Es un jugador que se emociona hasta las lágrimas, que se ve sobrepasado por sus sentimientos: el reconocimiento a los padres y sobre todo a la madre, el miedo con que sobrellevó la internación de la primera hija después de un nacimiento complicado, el dolor por un título mundial que no fue. Jorgelina Cardoso también se diferencia de un tipo de figura femenina que suele privilegiar la atención mediática hacia el deporte: el ideal convencional de belleza que representa la mujer que proviene del mundo de la moda y su reverso, más interesante para la prensa que sigue a la farándula, la botinera. La mujer que se acerca a Di María en el aeropuerto de Madrid, recién llegado para incorporarse al Real Madrid, y le da su teléfono, hace presente justamente esa figura considerada negativa.
El sufrimiento marca la historia de Di María y lo aproxima a Messi, que tuvo problemas de salud cuando era niño y debió remontar adversidades. El festejo de gol habitual de Messi también invoca lo familiar, ya que levanta la mirada hacia el cielo, sonríe y señala a su abuela Celia. El acoso y el hostigamiento del periodismo hacia Di María (“¡otra vez lesionado!”) podrían explicarse en ese marco como reacción ante un jugador que no actúa como una máquina, que desbarata el modelo del futbolista recio al que se reconoce por la pierna fuerte en el juego.
A diferencia de Messi, en cambio, Di María no proviene de la clase media. Su condición social está condensada en la venta y el reparto de carbón, un trabajo a pala y a hombro que compartió siendo un niño con el padre. Su linaje como futbolista remite a El Torito, el club que lo vende a Central a cambio de veintiséis pelotas de fútbol, y enlaza con figuras tan emblemáticas de ideales del fútbol como Ángel Zof, el técnico que lo hace debutar en Central y le pide que juegue como demostró en la Asociación Rosarina, y Maradona, que lo llevó a la selección y lo sostuvo cuando la prensa se encarnizaba en la crítica.
“Tiene el potrero metido en la sangre”, dijo Maradona en una conferencia de prensa que rescata la serie de Netflix. Di María le devuelve el afecto con un agradecimiento hacia el cielo después de su gol en la final contra Francia durante el Mundial de Qatar. Lo que viene del potrero parece lo estrictamente futbolístico y la alegría de jugar. Muchos hinchas y periodistas aprecian más los gestos agresivos como ocurrió con el tan festejado “Qué mirás bobo. Andá p’allá bobo” de Messi dirigido al jugador Wout Weghorst de Países Bajos, que en realidad fue el único momento en el que perdió el control de sus emociones y que suena bastante suave para lo que puede escucharse en cualquier cancha.
Di María y Messi comparten otra circunstancia menos agradable: ambos fueron amenazados en el contexto de la criminalidad lumpen que azota a Rosario.
La barra brava y el crimen organizado
La balacera contra el supermercado de los suegros de Messi, en marzo de 2023, y un año después las intimidaciones dirigidas a Di María en el ingreso al country Funes Hills y en la inmobiliaria de una de sus hermanas en el centro de Rosario tienen un hilo conductor: la disputa por el liderazgo de la barra brava de Newell´s entre dos grupos relacionados con bandas criminales.
El manejo de la barra brava se cobró la vida del músico Lorenzo “Jimi” Altamirano, asesinado impiadosamente a los fines de hacer una demostración de fuerza, y permite entre otras actividades “usufructuar el negocio de la venta ambulante en proximidades del estadio de Newell’s, el dinero obtenido a partir del estacionamiento público de vehículos en las inmediaciones del estadio, la organización de seguridad en eventos y espectáculos públicos del club y el traslado de hinchas a otras provincias”, según la investigación de los fiscales Luis Schiappa Pietra y Matías Edery que puso al descubierto la disputa.
En el contexto de la disminución actual de los homicidios en Rosario, el enfrentamiento por el liderazgo de la barra no solo subsiste sino que presenta varios frentes. El ataque a tiros del 26 de julio contra la casa de una vocal de Newell´s, en barrio Tablada, se correlaciona con los aprietes y amenazas al presidente Ignacio Astore para recibir dinero en efectivo, entradas y camisetas. La causa por el asesinato de Nelson Saravia reveló a la vez la complicidad policial con acciones criminales de la barra y en particular del ex policía Juan José Raffo, todavía prófugo; y en una derivación lateral de este episodio, la situación del agente rosarino de la ex Agencia Federal de Inteligencia que teóricamente estaba dedicado a investigador el crimen organizado y facilitó la fuga de Raffo y pasó datos a otros ex policías de Rosario y Granadero Baigorria que se encuentran en la mira de la Justicia Federal.
El fiscal Pablo Socca sostiene que las intimidaciones contra la familia de Di María fueron ordenadas por Alejandro Nicolás Ficcadenti, detenido en 2022 como uno de los instigadores del crimen de Saravia y excarcelado en marzo de 2023. La cabeza de cerdo con una bala que fue enviada a la hermana del futbolista, junto con amenazas de muerte para una de sus hijas, recuerda la caja con una cabeza de perro que otras personas no identificadas dejaron en la puerta de una empleada del Ministerio Público de la Acusación, en enero de 2019, y remite a una imagen icónica de la mafia en la película El Padrino. Se ignora, entre otros aspectos todavía no aclarados, cómo fue posible que Ficcadenti estuviera al tanto de la información sobre los domicilios de la familia Di María.
El deus ex machina no sería otro que Ariel “Guille” Cantero a la luz de conversaciones telefónicas en donde azuza a Ficcadenti con el argumento de que la barra está al mando de mujeres. “Guille” es hincha de River, pero de lo que se trataría en esos diálogos es de negocios; el grupo rival estaría vinculado con Leandro Vinardi, que según testimonios de un juicio en trámite ante el Tribunal Oral Federal número 3 habría tenido diferencias con el referente de Los Monos.
“Cada año cuento los meses para volver a Rosario”, dice Di María en la serie de Netflix. En la entrevista con Aleart consideró “una falta de respeto que se hable de seguridad y protocolos para mí cuando los rosarinos no pueden salir a trabajar, no pueden esperar el colectivo sin que les roben o los maten por una mochila, quisiera y deseo que haya seguridad para todos”. Pero ahora hay que romper otra pared.