Lo más lejos posible, lo más alto, lo más fuerte. Vencer el límite. Ganarle fracciones de segundo a un tiempo casi irreal, un tiempo interior que plasma nombres en la historia. Allí donde están ahora Yanina, Pipo y Brian. Son atletas paralímpicos y allá lejos, en la Tierra del Sol Naciente, le ganaron al cronómetro y a la adversidad. De las ocho medallas que trae la delegación argentina, en su mejor marca desde 1996, tres son rosarinas: 200 metros velocidad T36, 100 metros espalda S7 y salto en largo T37, de Martínez, Carlomagno e Impellizzeri, respectivamente. Son los cracks, del entrenamiento inédito en la pandemia que postergó un año sus sueños y que diezmó público en sus hazañas, pero también son los nombres que repitieron las crónicas y que ahora el mundo asocia a la ciudad del Monumento.
“En el programa por un millón de Guido Kafka, al día siguiente de la prueba, preguntaron en qué deporte había ganado medalla Pipo Carlogmano”, cuenta emocionado Fernando, padre de Pipo y también atleta paralímpico, sobre la relevancia que tuvo la hazaña de su hijo que viene en viaje. Y no pasa por alto un contraluz: el canal privado que transmitió 24 horas, retiró personal y equipo cuando terminaron los olímpicos convencionales, igual que el Canal del Estado. En su opinión eso colisiona con un objetivo de máxima: difundir que con cualquier discapacidad, se puede hacer deportes y hasta de elite, con las mismas características de entrenamiento convencional.
Recién llegado y desde el aislamiento pertinente, Pipo (28), que se llama Fernando como su padre y que heredó amortiguada su patología genética parapasia espástica familiar, coincide en la importancia de hacer visible que no hay barreras que no se puedan superar. “Es vencerse uno mismo, superarse, crecer, ver todo el esfuerzo en un tiempo que es un número pero mucho más que un número y más que la medalla, porque a veces no hay medallas pero te venciste a vos, pudiste un poco más y coronaste internamente, al margen de lo material”, dijo para graficar el objetivo en lo personal y en el deporte.

“Mi objetivo era ganar el oro, hacer récord mundial y terminé muy exhausto porque cometí un pequeño error al girar que me costó quedar a 60 centésimas de ser el mejor de la historia y del mundo”, evocó Pipo sobre el momento que lo llevó al podio. Y dijo la vuelta después del giro fue increíblemente mejor que lo practicado “estoy muy orgulloso y muy feliz, es una medalla que vale muchísimo, es poder coronar toda la carrera de crecimiento constante”. Pero en esa felicidad converge otra etapa de su vida, en octubre debutará como papá de Aurora que participará junto a su mamá Cami, de la anécdota de gloria “para toda la vida”.
La alegría también tiene otra vertiente. Pipo consiguió la misma hazaña que 17 años atrás logró su referente, Guillermo Marro, en la misma olimpíada en la que participó su papá. “De chico quería ser como él, y recién dimensioné mi triunfo cuando me dí cuenta que había logrado lo mismo que mi ídolo”, dijo. Fue justamente de la mano de Marro que años atrás llegó a entrenar en River, donde conoció el más alto rendimiento del país.
Cuando dimensionó su triunfo, a sólo WhatsApp de sus afectos, encontró el calor de los aplausos de sus compañeros de delegación. “Lamentablemente estos juegos estuvieron plagados de protocolos, fue muy difícil hacerlos y un desafío para Japón pero lo consiguieron y pudimos hacer un juego sano y sin problemas pero a cambio hubo que sacrificar algunas cosas, no pudimos salir ni conocer el país”, relató. Y dijo que en ese contexto “bancamos a full a todos los deportistas de Argentina y más aún Yanina y Brian que la rompieron toda, en un momento de los 57 de la delegación, había sólo cuatro medallas y tres eran rosarinas, eso fue muy fuerte”, enfatizó.

Los juegos del agua
A los tres años Pipo conoció el agua. Era puro juego, pero la relación se fue haciendo ineludible con una familia de deportistas, su papá nadador de alta competencia y su mamá profesora de Educación Física y especialista en deporte adaptado. Sus hermanos Franco y Marcos, mellizos, también son atletas. Ese fue el andarivel que lo llevó a competencias nacionales e internacionales, y a que el Club Echesortu, su cuna acuática, lo declare socio vitalicio. “Fue un tiempo fructífero y lleno de logros y cuanta gente atrás me acompaña durante todos estos años, para que uno brille y hoy festeja mi victoria como propia”, evocó. Y dijo que esa lista la encabe su entrenador, Gustavo Dandrea, y los invalorables en preparación física, nutrición, psicología deportiva, entre otros, “tan importantes como yo que salgo en las fotos”.
Un trayecto que funciona como esperanza para muchos. “Lamentablemente la imagen de la discapacidad está mal vista y bastardeada, estamos acostumbrados a verlos en la calle pidiendo o imágenes lastimosas, por eso poder tener referentes positivos que tienen sueños objetivos, imágenes fuertes pero positivas para bien, creo que es un muy buen reflejo para la sociedad en general, pero para las personas con discapacidades es un refuerzo positivo más”, detalló.
Para Pipo, la mirada social sobre otro diferente viene cambiando en los últimos 20 años.. “Estamos atrasados con respecto a otros países pero estamos mejor pero aún falta, antes era muy raro que una persona con discapacidad saliera de su casa, fue una lucha constante ir creciendo”, dijo el atleta del que entrenó en varios clubes de la ciudad, y que ahora seguro, destacará ese paso.
Maestro de vida
Cuando no desafía al tiempo en el agua, Pipo estudia profesorado de educación primaria, porque lo apasiona como herramienta de cambio social, un cambio real, para poder modificar estructuras e ideas. “Un maestro es un segundo padre, y tener un docente con una discapacidad que te pueda enseñar todo desde otro lugar puede lograr que modifique las miradas sobre la discapacidad, creo que la doncencia puede hacerlo, yo recibí mucho de la vida y quiero devolver”, explicó sobre su aspiración de ser un seño lúcido y comprometido.
También le gusta ir con Cami a mirar el río y tomar mate, esos momentos contemplativos “nos trasladan, nos limpia el alma, nos hace muy bien”, dice y si tiene tiempo de escuchar música, elige algo como Coldplay o The Killers. “Disfrutamos de pequeñas cosas, nos gusta ir a comer, mirar series, no mucho más”, dice el campeón en ganarle segundos al tiempo.

Sueños saldados
Fernando Carlomagno padre (58) se jubiló de su profesión de odontólogo pero jamás de su pasión por el deporte adaptado. Fue tres veces nadador paralímpico en 1996, 2000 y 2004, cuando Guillermo Marro, fue medalla de plata en Atenas, en estilo espalda, el mismo que ahora consagró a Pipo. Tiene una trayectoria incasable para hacer visible lo que puede el deporte en la discapacidad y dirige una “Escuelita de Natación para chicos con discapacidad, en el Polideportivo 9 de Julio”, señaló. “Un proyecto maravilloso que encaré hace dos años con el apoyo de la Secretaría de Deportes de la Municipalidad de Rosario, para formación de nadadores paralímpicos y me acompaña Pipo, que es una especie de modelo para ellos”, explicó.
“Es muy distinta esta realidad a la que se vivía, 50 años atrás cuando yo era un pibito, a mi me hubiera encantado tener opciones de deportes pero comencé tarde, lo que yo no pude tener quiero que los chicos lo tengan por eso me parece que hay que llevar adelante toda actividad deportiva y por eso la Escuelita que pertenece a un club que se llama Asociación Voluntaria Integral de Discapacitados Argentinos (AVIDA), en Dorrego 3300”, enfatizó. Y dijo que en ese tiempo cambió la mirada de la gente sobre la discapacidad “esta es una buena noticia, la sociedad evoluciona en la mirada con respecto al otro”. Aunque aclaro que los cambios comienzan en uno mismo, “la aceptación por parte del medio pero también de uno mismo, porque uno dice no me veo reflejado en otro”.
Fernando es un defensor de visibilizar los éxitos paralímpicos porque en tanto modelos que interpelan para atreverse a soñar en grande desde las limitaciones físicas. “Cuando uno se mete en el deporte, en la actividad física en general, comienza a valorar el remanente bueno que tiene mi cuerpo y a partir de ahí, mejora mi autoestima, me siento uno más, no un distinto, y se acerca a la felicidad”, definió. Y dijo que no puede haber mejor momento en su vida que el actual, viendo a sus hijos felices, haciendo lo que quieren y como familia esperando a Aurora.
Fernando usa bastones canadienses para amortiguar la patología que afecta a los miembros inferiores y que en forma leve, heredó Pipo, destaca la tarea que realiza el kinesiólogo Silvio Falconi, en la delegación, pero que siempre trabaja por el deporte adaptado en Rosario. “Tengo el honor de estar al frente de la Asociación Rosarina de Deportistas Argentinos Adaptados (ARDAD), que nuclea 28 clubes de discapacitados de la ciudad, de todas las patologías, con una variedad de deportes muy buenos, hay personas que no pueden moverse y que juegan al fútbol en sillas de ruedas eléctricas, hay deporte para todos no importa el grado de discapacidad ni la edad”, argumentó. Y recomendó visitar la página web de ARDAD, para conocer todas las posibilidades de practicar deportes.
“Este es el mensaje que queremos dar con Pipo, se puede, hay que animarse y se puede porque nos cambia la vida y nos hace felices”, dijo. Y explicó que hay distintos tipos de clubes desde los institucionales, a los nacidos de la voluntad de un grupo de personas, algunos son privados, otros funcionan en espacios municipal o provincial”, comentó, y dijo que existen espacios que por el apoyo oficial, la cuota es mínima o sin cuota.
Apoyo oficial igualitario
“Mucha gente va a leer esta nota y quizás no un discapacitado, pero vale si lo lee un vecino o el almacenero que atiende a un chico con discapacidad o su familia, y entonces le podrá comentar que se ponga en contacto con nosotros”, comentó. Y dijo que el deporte adaptado debería ser cuestión de Estado para difundir más y evitar lo que hicieron al levantar la transmisión para los paralímpicos. “Si se pusieran a pensar que el 10 por ciento de la población tiene algún tipo de discapacidad sólo motriz, se darían cuenta que es negocio, porque son cuatro millones y medio de los cuales sólo un millón que tienen certificado de discapacidad, por lo tanto hay tres millones y medio escondidos, y cuya realidad debería ser razón de Estado”, argumentó.
Carlomagno reconoció que existe apoyo igualitario por parte del Estado para los atletas convencionales y discapacitados pero que falta ese apoyo en la difusión. Y dijo que, en alto rendimiento, hay igualdad de apoyo para olímpicos y paralímpicos. Así la Provincia en las últimas gestiones fue excelente en el trato inclusivo e igualitario, con las mismas becas e incentivos, y a nivel Nacional también las becas son igualitarias, a nivel municipal también existen incentivos y espacios que se nos abren en forma permanente”, enfatizó Fernando padre, que viene acumulando medallas de vida con su trabajo y multiplicando reflejos en los espejos.
