Violencia, privilegio y desigualdades, signos de los tiempos devenidos en contextos urgentes para América Latina y el Caribe en el marco del Congreso Latinoamericano de Antropología, que se realizó en Rosario del 11 al 15 de marzo, con la presencia de cientistas sociales de reconocida trayectoria internacional. Diálogos, reflexiones, intercambios de experiencias y un vuelo teórico emancipatorio, sobre el resurgimiento de movimientos de derecha que traen de la mano “el desfinanciamiento de las ciencias y la entronización de un sentido común reaccionario y conservador”.
En ese marco, el Congreso abrió con el Conversatorio “Derechas emergentes en América Latina: apuntes desde la antropología”, a cargo de Eduardo Restrepo (Colombia) y Pablo Semán (Argentina). En las distintas jornadas: “Intervenciones antropológicas en políticas públicas”, “Perspectivas antropológicas sobre las utopías” y “Crisis civilizatoria, luchas anticoloniales, propuestas de vida”, formaron la agenda del séptimo encuentro de la Asociación Latinoamericana de Antropología (ALA).
Suma Política habló con el antropólogo colombiano Eduardo Restrepo, que elige presentarse como “profesor que trabaja en el campo de la antropología y de los estudios culturales, eso soy”. Egresado de la Universidad de Antioquia (Medellín, 1996), con estudios de maestría y doctorado en la University of Carolina del Norte en Chapel Hill, su extenso historial de trabajo incluye el Departamento de Estudios Culturales de la Universidad Javeriana de Bogotá, así como docencia en distintos centros académicos y la publicación de numerosos artículos y textos. Es miembro de la Red Antropologías del Mundo y de ALA.

—La consigna del Congreso es muy interpeladora: Antropologías en contextos urgentes.
—Sí. Estamos tratando de pensar las antropologías hechas en América Latina y el Caribe, en contextos problemáticos, de dificultades, urgentes, con tres ejes, violencias, privilegios y desigualdades. Estos ejes son importantes para entender lo que define nuestras urgencias y nuestros retos para el futuro inmediato, mediato y largo plazo. Latinoamérica es una de las regiones más desiguales del mundo, y la desigualdad es un asunto profundamente complejo; la violencia, lo saben acá por estar en Rosario y Argentina, lo sé yo por estar en Colombia así como colegas de otros países, armadas o no, definen las existencias de muchos latinoamericanos.
La desigualdad y la violencia están articuladas con ciertos privilegios que no son problematizados, que se asumen como naturales y que de alguna manera producen unas actitudes de desprecio, rechazo, infravaloración de otras poblaciones. El Congreso tiene esos tres ejes que tienen que ver con la relevancia de la antropología en nuestro mundo, porque si fuese irrelevante, sería banal, y nosotros necesitamos hacer antropologías relevantes en nuestros contextos histórico y político.
—Estos tres ejes están imbricados hace tiempo en América Latina y se van reconfigurando en los distintos momentos históricos.
—Sí. Ha sido una historia de los desgarros y se han ido profundizando. Un puñado de personas con muchos recursos, dinero y posibilidades y un gran sector en unas condiciones miserables.
—El conversatorio sobre las derechas emergentes en América Latina abrió el Congreso, poniendo de manifiesto la relevancia de un presente que se empeña en borrar esa especie de primavera que tuvo la región, con gobiernos progresistas.
—Históricamente, hay momentos donde ideas o posiciones más progresistas o de izquierda, adquieren como una relevancia, una visibilidad, pero también los hay donde el péndulo se va a posiciones de derechas, conservadoras o autoritarias. Para hablar de casos colombianos, cuando muchos gobiernos de América Latina eran progresistas, teníamos presidentes conservadores, y ahorita que todos se están yendo hacia la derecha, Colombia está contracorriente con un presidente (Gustavo Petro) que se enuncia de izquierda. México también (Andrés Manuel López Obrador).
Entonces decimos que en este momento la antropología requiere ofrecer insumos para poder entender lo que estamos experimentando, para entender mejor lo que somos, y para entender de una manera más compleja, estas experiencias que convocan a mucha gente a sentirse inspirados o conectados con este tipo de propuestas. Por ejemplo, por qué está (Javier) Milei, es una cosa que la antropología, entre otras ciencias, debe aportar insumos para entender, no simplemente descartar o pontificar, sino por qué pasa; eso pasa porque hay procesos sociales, porque hay experiencias de la gente, hay articulaciones políticas que se jugaron de una manera particular y también por equivocaciones que se han dado.
Por lo tanto la antropología tiene la responsabilidad histórica de permitirnos entender mejor lo que está pasando y ofrecer insumos para que no caigamos en unas dimensiones autoritarias.
—¿Cuáles son esos insumos que ofrece la antropología?
—La antropología tiene un gran poder que se llama etnografía, que es entender, conversar, es estar, ponerse en los zapatos de las personas, y poder comprender por qué piensan lo que piensan y por qué hacen lo que hacen. Es decir tiene la potencia de poder acercarse al mundo social, de una manera mucho más directa que permite ver la experiencia de la gente y, por qué esa experiencia es articulada emocionalmente e intelectualmente, y por qué se constituyen como unas subjetividades políticas que hacen que la gente haga lo que hace. Ese es el gran insumo que puede ofrecer la antropología a todo este momento y a todos los momentos, etnografiar nuestro presente, dar cuenta de nuestro presente. Eso sería.
Ahora yo siento, en un análisis más concreto, que lo que galvaniza Milei, es muy potente, en el sentido de que ha logrado articular experiencias y malestares de la gente, uno puede estar o no de acuerdo con él, de hecho yo no lo estoy, en la forma en que lo materializa, pero la lectura del malestar es una lectura central, como decía (Antonio) Gramsci, tenemos que conocer el mundo mejor que los otros, y creo que nosotros, los que no nos identificamos con el proyecto de Milei, no hemos leído el mundo de una manera densa y por eso creo que la antropología puede aportar un montón de cosas.
—Milei también versionó a Gramsci.
—Ahí hay algo muy interesante. Creo que lo que llamamos derechas emergentes, son derechas que han leído profundamente a la izquierda, y nosotros desde las izquierdas no nos hemos tomado el trabajo de entender, siquiera, los argumentos de las derechas. Agustín Laje (politólogo y conferencista argentino), que es una figura importante en todo este asunto de galvanizar, cita a Gramsci mejor que muchos colegas, y Milei seguro que tiene a Gramsci en la cabeza, pero si no lo tuviera podemos decir lo que decía el sociólogo Stuart Hall, de Margaret Thatcher, de que no ha leído una línea de Gramsci, pero lo entiende mejor en la práctica política que quien lo ha leído.
No es un asunto de leer, es entender cómo lo que está en juego con Gramsci, puede movilizarse en términos de producir subjetividades políticas; entonces no podemos ser arrogantes, y pensar no porque ellos…, eso nos ha costado mucho, si somos científicos sociales que no entendemos el mundo que habitamos es un gran problema. Esta es una oportunidad también para nosotros, para pensar cómo estamos materializando y haciendo antropología u otras ciencias, si no entendemos lo más básico del mundo social que habitamos.
—¿En esa primavera del progresismo en Latinoamérica, se logró la construcción de un sujeto político capaz de pensamiento crítico o se fidelizó con la épica?
—Es el núcleo de la cosa. Las izquierdas, estas últimas, apostaron a configurar y ampliar derechos y generaron cierta conexión con algunos sectores sociales, pero la experiencia de la gente, el sujeto político, quedó por fuera, en el sentido de que muchos asuntos sentidos como malestares, desprecios, márgenes o injusticias incluso, no habían sido de alguna manera pensables; y no habían sido pensados en los términos en los que por ejemplo Milei los pone, cuando él habla de la casta lo que está haciendo es cristalizar, en concepto, muchos malestares de mucha gente.
Cuando Milei logra, por ejemplo, incluir que la casta tiene privilegios y son mantenidos del Estado, y que el Estado es el problema y no la solución, está en una línea de argumentación que es la que también hacía Tatcher, aunque tiene rupturas porque Tatcher era neoliberal y él es libertario. Es verdad que (en la primavera de las izquierdas) no se produjo sujeto porque la experiencia de lo político quedó por fuera. Fidelizar es una clausura, es producir sujetos dogmáticos y la política no puede ser de ninguna manera eso, la política tiene que ser un escenario de la disputa, de pensar en otros términos.
El gran problema que tenemos ahora es que se nos agotó el imaginario político de la izquierda y tenemos que reimaginar otros escenarios políticos y creo que es una responsabilidad de nosotros como ciudadanos, de reimaginarla con estas experiencias y estas cosas concretas, con el hecho de que Milei fue votado por personas que nosotros pensaríamos no deberían votarlo, pero no deberían votarlo porque tenemos ciertas ideas del mundo que tal vez sean las que tenemos que empezar a complejizar, enriquecer, problematizar…
—No vimos venir la emergencia de las derechas a pesar de las señales…
—Cómo no lo leímos, cómo no lo vimos venir, somos responsables históricamente de no haberlo visto venir por nuestra arrogancia y porque estábamos ocupados en otras cosas y nos alejamos del mundo.
Congreso Internacional en Rosario
La séptima edición del Congreso de la Asociación Latinoamericana de Antropología (ALA) contó con la organización de la Escuela de Antropología de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario y la Asociación de Antropología de Rosario, y se desarrolló en tres sedes, con una importante participación nacional e internacional. “Este Congreso se desarrolla en el marco de ciertas urgencias que se imponen en nuestra región, por realidades que nos marcan la profundización de las desigualdades, la creciente acumulación de riquezas y recursos en una porción cada vez menor de la población con la consecuente expropiación de las mayorías, el resurgimiento de movimientos de derecha que desprecian la vida humana y no humana, y que traen de la mano el desfinanciamiento de la ciencia y la entronización de un sentido común reaccionario y conservador, explicó a Suma Política el director de la Escuela de Antropología, Nicolás Barrera.
Además, reseñó los interrogantes que interpelaron el trabajo de las cinco jornadas ¿Cómo impactan la violencia, privilegios y desigualdades en las antropologías de América Latina y el Caribe? ¿Qué conversaciones o discusiones nos proponemos para encarar ese contexto? ¿Qué respuestas se imaginan y despliegan desde esta disciplina? ¿Qué futuro nos proponemos disputar? En el encuentro participaron antropólogos de Colombia, México, Chile, Brasil, República Dominicana, entre otras regiones de Latinoamérica y el Caribe en una cumbre enriquecida con conversatorios, mesas redondas, simposios, presentaciones de libros, cine y fotografías en documentales etnográficos.
