Según explica la RAE, el elemento compositivo “logo” se utiliza como desinencia para designar una “persona versada o especialista en lo que el primer elemento indica”. Entonces: cardiólogo es un médico que se especializa en enfermedades cardíacas, hepatólogo es un experto en las enfermedades del hígado, bibliotecólogo es un estudioso de la bibliotecología, y así…
Al cordobés Jorge Kasparian le correspondería el título de spinettólogo porque es un experto en la vida y obra de Luis Alberto Spinetta, y su saber está cristalizado en los libros La Biblia Spinetteana, los dos volúmenes de Luisito y el reciente Tu cabeza va a estallar. Estos tres últimos fueron publicados por la editorial Colección Vademécum.
Pero antes de convertirse en spinettólogo, Kasparian aprendió, como define, “el oficio de la serigrafía”, para abrir en 1987 su propio taller, en el que comenzó a estampar remeras para algunas firmas de indumentaria. Luego lanzó la línea de remeras Rayosan, terminó la carrera de periodismo y escribió dos libros de cuentos: 333 y Últimas imágenes de Siboldi.
A Kasparian la ola renovadora del rock argentino lo agarró en pleno colegio secundario. Escuchaba Los Abuelos de la Nada, Virus, Los Violadores, Sumo, Charly García, Spinetta y, sobre todo, Fito Páez.
Pero cuando asistió al concierto de Spinetta Jade en el Festival La Falda 84, algo cambió: “A Spinetta lo escuchaba, pero fue en La Falda cuando vi por primera vez en vivo a Spinetta Jade. No sé bien qué movimiento interno me generó el recital, pero a partir de ese momento empecé a buscar y explorar la obra de Spinetta. Después agarré en tiempo presente el disco Madre en años luz, y ya nunca más pude parar”, explica.
Ya instalado en su taller de la calle Martín García 333, Kasparian se abocó a la creación de Superstición, un libro hecho de páginas de tela estampadas en serigrafías. El libro, del que solo se hicieron cincuenta ejemplares que Kasparian regaló a amigos interesados en el proyecto, compendiaba cómics, fotos, poemas y dibujos de artistas que lo marcaron –Luca Prodan, Miguel Abuelo, Carlitos Balá, Roberto Fontanarrosa y, claro, Spinetta–, y fue el germen de La Biblia Spinetteana.
¿Qué es La Biblia Spinetteana? Un proyecto que surgió a mediados de 2012, después de la muerte del autor de “Ana no duerme”. Kasparian sabía de la enfermedad del artista, pero cuando la noticia de su muerte le llegó mientras disfrutaba de sus vacaciones, el impacto lo desarmó: “El dolor y la tristeza que sentí fueron equivalentes a cuando falleció mi vieja. Volví de vacaciones con la idea de hacer algo sobre su obra, pero no un homenaje, no me gustan los homenajes. Y cuando abrí el taller para volver a laburar, lo primero que me llevé por delante fue un ejemplar de Superstición que estaba al lado del mate y el termo, en mi oficina, y sentí que la cosa venía por ahí”.
Su primer impulso fue hacer un libro de tela con fragmentos de las letras de Spinetta, pero luego lo descartó porque consideró que partir esas letras era, en sus palabras, “una falta de respeto”. Por eso, el proyecto inicial pasó de treinta páginas a doscientas cuarenta divididas en cuatro tomos. La primera tirada fue de doscientos ejemplares, que también se regalaron.
El libro mutó en un programa de radio con el mismo nombre, y luego Kasparian emprendió una nueva biblia de tela, en la que colaboraron alrededor de ciento cuarenta personas, entre ellas Rodolfo García, Emilio del Guercio, Black Amaya, Ana y Gustavo Spinetta, Roberto Mouro y Javier Malosetti, además de otras relacionadas con la obra de Spinetta. El resultado: ochocientas páginas repartidas en catorce tomos que compilan las tapas y fichas técnicas de los discos, las letras, los dibujos, las fotos, los testimonios, y que totalizan cuatro kilos de peso.
El registro del proceso de realización de esta segunda Biblia Spinetteana, que duró cerca de tres años, entre 2015 y 2018, dio como resultado un documental titulado Un libro nace, dirigido por Verónica Rocha.
Kasparian es también el autor de otros dos libros, Luisito y Luisito 2, que reúnen reportajes a músicos que tocaron con Spinetta, pero también a personas que tuvieron con él una relación por fuera del ámbito de la música, y que construyen una imagen diferente del artista, más humana e íntima. ¿Qué le dejaron al autor esas entrevistas?
Responde el spinettólogo: “Yo creía que lo conocía, y la cantidad de cosas que descubrí haciendo esos reportajes me hicieron entender parvas de cosas de las que no tenía idea. Yo inicié un periplo sin el protagonista principal, el único indispensable era el que ya no estaba. Encaré esos libros con muchos enigmas, buscando certezas, y las respuestas fueron contundentes. Todos los entrevistados, sin excepciones, hablaron de la parte humana de Spinetta. Es como que, de manera inconsciente, la obra o el artista quedaba de lado, y la persona, lo humano, primaba todo el tiempo; fue una cosa increíble. Fui buscando entender porqué me pasan las cosas que me pasan a nivel personal, intelectual y hasta corporal cuando escucho a Spinetta, y lo que encontré fue largamente superior a lo esperado”.
Un fanático entabla una relación compleja con su artista preferido y su obra. Claro que hay distintas clases de fanáticos: los hay ciegos y sordos, que aman cada cosa que hace su ídolo y que son incapaces de analizar el objeto de su amor con cierta perspectiva; están los que se adentran en el universo del artista con obsesión entomológica y que pueden detallar el lugar, el día, la hora, el equipamiento y la circunstancia en que fue compuesta cada canción. Se podría seguir enumerando, pero esta lista se cierra con una clase de fanático que, a las características de la última clasificación, les suma, además del amor por la obra, la incorporación a su propia vida de la filosofía del artista. Kasparian forma parte de este grupo. La pregunta sale sola: ¿qué encontró en el universo Spinetta para convertirse en un devoto?
“A mí me pegó en la frente en tiempo real y consciente a partir de Madre en años luz, me agarró con quince años, imaginate lo que se vino después: Prive; La, la, la; Téster de violencia; Don Lucero; Exactas; Pelusón of milk, y Fuego gris. Me volví loco con todo eso; crecí con Spinetta; me hice laburante con él; me hice mejor persona; me mostró el arte, la pulcritud, el esfuerzo; me dio convicciones; me mostró la manera de laburar; me enseñó a respetar lo propio. Esos discos son como mis órganos. Cada vez que digo estas cosas, me siento culpable por todos los otros discos que no nombro, pero estos fueron los que me catapultaron a buscar explicaciones sobre la vida misma. El problema fue que fui para atrás en la obra de manera consciente y me llevé por delante todo lo otro, en especial Jade e Invisible”, explica.
Ah, Invisible, la mejor banda de eso que llamamos rock argentino, y una de las mejores del rock mundial en toda su historia. En serio: ¿cuántos grupos pueden mostrar una discografía tan compacta y heterogénea, tan sofisticada en términos musicales y líricos? ¿Cuántos grupos lograron componer de manera colectiva con la contundencia de Invisible? ¿Cuántos grupos pueden decir que todas las canciones que grabaron —veinticinco en el caso de Invisible— son extraordinarias? ¿Cuántos grupos pegaron saltos mortales de un disco a otro y cayeron parados?
Kasparian también coloca en la cima del Olimpo al trío que integraron Spinetta, Pomo y Machi: “Invisible se concibió como una banda, vivieron como una banda, compusieron como una banda, ensayaron como una banda. Eran tres y sonaban como si fueran cincuenta tipos recontra ajustados. Grabaron tres discos de estudio, además de los tres discos simples, y cada canción es mejor que la siguiente. El primer disco debería ser analizado y estudiado por una junta de extraterrestres para que nos expliquen cosas, esas que se van descubriendo hacia adelante, porque lo escuchás hoy y vas descubriendo y entendiendo cosas mañana. Volvieron a tocar 35 años después en el show de las Bandas Eternas, y parecía que hacía una semana que habían hecho su último show. Y en todo esto que cuento, estoy dejando afuera la gráfica, el arte de tapa de los discos, el orden de las canciones… Invisible es la mejor banda del mundo y alrededores desde el big bang hasta hoy”.

Fuego gris
El mes pasado, Colección Vademécum publicó un nuevo libro de Kasparian, Tu cabeza va a estallar, en el que el autor reconstruye la historia de Fuego gris, el disco publicado en 1993 que Spinetta compuso para la película homónima del director Pablo César.
La historia comienza cuando Pablo César y el productor Gustavo Viau decidieron pedirle permiso a Spinetta para incluir en el film algunas de sus canciones. Si aceptaba, le preguntarían si no quería componer alguna canción nueva. La figura de Spinetta era tan relevante en la concepción de Fuego gris que, si la respuesta era negativa, César descartaría el proyecto.
César y Viau fueron a la casa de Spinetta, en la calle Iberá al 5000. Luego de una breve charla, César le leyó el guión, tarea que no demandó demasiado tiempo ya que, al tratarse de una película sin diálogos, apenas si llegaba a las treinta páginas. Cuando la lectura terminó, se hizo un silencio espeso que Spinetta rompió con una pregunta: “Ustedes, ¿qué tomaron?”. Claro, el film, que oscila entre el surrealismo y el género fantástico, desarrolla su argumento a través de imágenes alegóricas, un poco a la manera de Alicia en el país de las maravillas, la novela de Lewis Carroll. Pero, a diferencia de Alicia, la protagonista de Fuego gris no cae por el hueco de un árbol, sino por una alcantarilla. Spinetta dijo que lo pensaría.
Al día siguiente, llamó a César y le dijo que aceptaba, con la condición de que quería componer todas las canciones desde cero. Las excepciones serían “Penumbra”, una creación de los días de Almendra, y “Verde bosque”, que Spinetta tocó en la presentación de Artaud en 1973 bajo el título de “Nena, tu cabeza va estallar”.
Para el spinettólogo, la respuesta afirmativa del músico tenía dos motivos: “Yo creo que les dio el sí porque se copó con el proyecto. Era una cosa muy extraña y novedosa, era algo muy distinto a lo que se venía haciendo, y tuvo todo el apoyo y total libertad para laburar. Pero además, Spinetta recién arrancaba con su nuevo estudio, Cintacalma, que en ese momento era más una sala de ensayo, en la calle Iberá 5009, y estaba muy copado con grabar su música en su propio estudio. Con el tiempo, pasó a llamarse La Diosa Salvaje, y terminó siendo su último hogar”.
Al igual que en Pelusón of milk, su disco anterior, Spinetta, que en aquel momento no tenía una banda fija y estaba disfrutando de los primeros años en el mundo de su hija Vera, compuso y grabó el material de Fuego gris casi en soledad; únicamente participaron Machi, en el rol de ingeniero de grabación y ocasional bajista, y Jota Morelli (batería) y Claudio Cardone (teclados), que tocaron en unas pocas canciones.
El resultado fue una obra notable y extensa —diecisiete canciones— que contiene páginas excepcionales —“Dedos de mimbre”, “Cadalso temporal”, “Preciosa dama azul” y “Penumbra” encabezan la lista— y que pasó casi desapercibida. ¿Por qué uno de los mejores discos de Spinetta como solista fue prácticamente ignorado por el público? Quizás haya tenido que ver la decisión de la compañía de lanzar la placa un año antes del estreno de la película. El plan de César y Spinetta era que el estreno del film y la salida del disco fueran simultáneos.

Según Kasparian: “Parece que fuera un disco fantasma y eso se debe a que pasaron cosas que atentaron contra su valor, como que saliera a la venta mucho antes de que se estrenara la película. El disco nunca se presentó en vivo y Spinetta rara vez tocó alguna canción de Fuego gris en vivo. No nos olvidemos de que se trata de un disco de Spinetta y, como gran parte de su obra, demora en ser aceptada. Con Artaud pasó algo similar, y cincuenta años después está considerado como el mejor disco del rock argentino. Fuego gris es una de esas perlas que a medida que pasa el tiempo van tomando más brillo y los interrogantes son cada vez más fuertes: eso fue lo que me llevó a investigar y trabajar sobre este libro”.
Tu cabeza va a estallar reconstruye tanto la grabación del disco como la filmación de la película, y cuenta con los relatos de quienes participaron en los dos procesos creativos. El libro recoge los recuerdos de César, las actrices Victoria D’ Antonio y Cristina Banegas, Félix Ambrosio —dueño del restaurant La Stampa, que comenzó siendo el proveedor del catering y terminó convirtiéndose en el productor de la película—, y la escenógrafa Valeria Ambrosio —responsable de los extraordinarios 43 decorados en los que transcurre Fuego gris—, entre muchos otros testimonios.
El libro incluye, además de numerosas fotos del rodaje, un facsímil de la carta que, junto con el guión del film y un puñado de cassettes con los primeros demos, Spinetta le envió al artista Ciruelo. Es que Spinetta quería que Ciruelo fuera el creador del afiche de la película y de la tapa del disco, cosa que finalmente ocurrió. De regalo, Tu cabeza va a estallar trae un poster con la ilustración original, además de otros bosquejos en los que Ciruelo trabajó hasta llegar al definitivo.
Las entrevistas que Kasparian realizó a los músicos, artistas plásticos, vestuaristas, productores y un largo etcétera de personas que trabajaron en el film y en el álbum ofrecen una visión panorámica y a la vez detallada de lo que significa el trabajo artesanal e independiente. Cada testimonio incluido en Tu cabeza va a estallar destila amor, vocación y compromiso. Considerando que los dos artistas centrales de ese proyecto hermoso, insular y delirante llamado Fuego gris fueron César y Spinetta, no podía ser de otra manera.

