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Política

Violencia, decepción y el fantasma de la anomia política

Conmoción, tocar fondo, y el desafío de barajar y dar de nuevo. Las denuncias gravísimas de Fabiola Yáñez contra Alberto Fernández suman otro capítulo a la violencia creciente de este tiempo político, ahora en la intimad de la vida del último presidente. La reputación devaluada del último gobierno acaba de terminar de hundirse a los infiernos. El peronismo queda tocado por el escándalo, a la vez que dependerá de quienes fueron destratados por Alberto en su momento (Cristina Kirchner, primera en la lista) si consiguen orientar este nuevo golpe a su movimiento político como una oportunidad de depuración profunda, refundación, que enfoque sobre la post experiencia de ultra derecha de Javier Milei.

La violencia que viene provocando la caída económica en la mayoría de la población se encuentra ahora con una historia reciente, retro, superior en impacto, cargada de un morbo y una utilización política mediática que tenderá temporariamente a desplazar las angustias cotidianas de millones.

Es aún prematuro establecer qué consecuencias traerá la conducta de Alberto Fernández a la crisis de representación política que se profundiza en este año 2024 de creciente decepciones. Pero todo es para peor: en especial para la oposición peronista, aunque resulta una incógnita cuánto podría facilitarle el caso a un gobierno que se encamina al agotamiento de todas las variables de la vida económica, sueña con un nuevo e hipotético endeudamiento externo, a la vez que continúa, por caso, sacando lingotes de oro del Banco Central para colocarlos en el exterior (ya se habrían producido al menos cuatro envíos, por unos 1000 millones de dólares)

Las expresiones de los referentes del peronismo respecto de los hechos, ha sido, hasta acá, austera y firme. Tanto en la Cámara de Diputados –de parte del bloque UxP– como la propia CFK y el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, se expresaron sin titubear y sabiendo que se les viene un tiempo político adverso.

“Es un momento para fijar la posición correcta y aguantar con más convicciones que nunca todo nuestro sistema de creencias políticas. Cuando toca perder, se asume y se sigue una conducta. Alberto ya nos hundió durante su mandato, esto es la hecatombe final, paciencia”, resumió un dirigente peronista con muchas batallas y lucidez conservada.

El gobierno de Milei especula en estas horas dar un golpe definitivo a su oponente principal, a partir de las revelaciones de Alberto. La violencia estética y discursiva del actual gobierno, al cabo, serían un juego menor en comparación con el infierno que habría vivido la ex primera dama, increíblemente, en la casa familiar de la quinta de Olivos.

Con todo, las líneas cruzadas para la interpretación política de un tiempo aciago, se superponen sin racionalidad, y agitan un clima social que sólo puede esperarse abreve una creciente ruptura de representación política, tanto de un lado como del otro de la grieta ideológica.

El gobierno que más impulsó (con leyes) y con financiación políticas de género (el de Alberto Fernández), favorables a las mujeres víctimas de violencia, resulta que habría tenido en su cúpula a un golpeador, que además usó de manera escalofriante las instalaciones de Presidencia para seducir invitadas mujeres del mundo mediático y grabarlas con un video en su propio teléfono.

Todo un espanto, que deja sin palabras y que suma violencia social y desconcierto. Que se suma a la violencia política que antecedió a la llegada de Milei al poder en la Argentina, justamente desatada durante el gobierno de Alberto. Los grupos de acción directa callejera como “Revolución Federal”, con vínculos nunca investigados con la actual ministra de Seguridad Patricia Bullrich, que se desplegaron en tiempos de pandemia y desembocaron en el atentado de muerte fallido a Cristina Kirchner el 1º de septiembre de 2022.

Con asombrosa doble vara, la Justicia federal, en buena hora, aceleró la investigación sobre Alberto Fernández, secuestró su teléfono y allanó su casa en Puerto Madero, al tiempo que la misma Justicia federal nunca requirió los teléfonos de funcionarios del macrismo presuntamente involucrados en el financiamiento del grupo agresor (ahora condenados) que gatilló en la cabeza de CFK.

Aunque Alberto F. renunció a la presidencia del PJ (en realidad estaba desplazado, de licencia, desde hace un semestre) el peronismo deberá hacerse cargo de lo que le toca, e inventar un plan de futuro, barajando y dando de nuevo.



La propensión de Alberto Fernández a establecer relaciones por lo menos confusas con algunos representantes del mundo mediático y periodístico ya había sido revelada por varios protagonistas, en general mujeres. Era cuestión de organizar y clasificar la información para establecer un perfil: Alberto patinaba con frecuencia al momento de mantener dentro de las formas lógicas el vínculo con las fuentes, por más “privilegiadas” que sean (caso Tamara Petinatto). Los códigos del periodismo están escritos desde hace mucho tiempo, y también depende, desde ya, de la conducta del comunicador que se involucre. La diferencia de responsabilidades entre un presidente de la Nación y una cronista del espectáculo es abismal.

En ese devenir del ex presidente, que le costó el principal conflicto, durante su gobierno, irremontable, con la ex presidenta Cristina Kirchner, cuando su vocero de entonces operó por los medios contra Cristina, y la ex vicepresidencia y exigió (y obtuvo) la renuncia del colaborador.

De la foto del cumpleaños de Fabiola en Olivos, en plena pandemia, a la foto de Fabiola golpeada, se escribe la línea de tiempo de un fracaso político sin atenuantes. Al tiempo que el gobierno ultra liberal fracasa persistentemente en sus políticas, crece la violencia, se rompe el sistema de representación política (para todos) y asoma el fantasma de la anomia.

Los líderes políticos, de signos variados, que los hay y muchos en la Argentina, deberían ponerse el país al hombro y encaminarlo. Es urgente.


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