—Usted viene repitiendo desde hace tiempo “hacemos nuestra parte”. Sin embargo en Rosario hay muchas cosas que siguen sin solucionarse, como el transporte y la inseguridad. ¿Quién no hace su parte?
—La política no hace su parte en el país. Alguien me decía: la política dejó de ejercer el arte. Y yo creo que estamos en esa situación.
—¿Qué debería hacer y no está haciendo la política?
—Esa idea donde vos defendés teóricamente el Estado pero donde el Estado tiene cada vez menos capacidades en algún momento rompe con la visión que tiene la sociedad. En muchos de los temas estructurales nos quedamos sin capacidad estatal. Desde la democracia para acá no pudimos resolver la ley de inteligencia ni los servicios de inteligencia. En 40 años de democracia no pudimos consolidar una moneda. Yo no me considero casta, no vivo como casta, pero alguno va a aprovechar el enojo de la gente, los fracasos de la política. Primero porque está sucediendo en todo el mundo; segundo porque es un tema emocional de la pospandemia y tercero porque hay muchas cosas que son reales. Ves la agenda de la política y no tiene nada que ver con la vida cotidiana de la gente.
—¿Cómo se enfrenta el discurso de la antipolítica?
—Todos los discursos son políticos, aún el de la antipolítica. Me parece que hay que animarse a enfrentarlo actuando diferente, no sólo diciendo diferente. Vos defendés al Estado, entonces hacé que el Estado tenga más capacidades. Y ahí habrá menos campo para la antipolítica. En ese sentido Rosario es una ciudad más razonable porque es más plural. El Concejo Municipal es mucho más plural y genera acuerdos; yo tenía dos concejales directos y ocho en el bloque como Frente, y gobernamos la pandemia con un consenso absoluto en los temas estructurales que necesitó la ciudad. En general, es una ciudad que premia la razonabilidad. No te podés enojar con los enojados. Los enojados son culpa tuya. Que venga algún pícaro y lo aproveche es un fenómeno planetario. Veremos, falta un año, también esos fenómenos son muy rápidos y a veces así de rápido pasan; otras veces llegan. Hay que ser claros: los genera un discurso que no tiene anclaje en la realidad.
—¿Cuáles son esos discursos?
—Para defender las cosas hay que hacer que funcionen. Mis hijos van a la escuela pública, es una decisión de vida. Pero veo que cada vez más los sectores sociales medios dejan de confiar en la escuela pública y eso corta la lógica de la movilidad social y de la integración. La educación pública es vital porque permite el ascenso social de los chicos más humildes y además porque integra. Entonces ¿cómo no vas a tener jóvenes que se vuelquen a la antipolítica? ¿Qué recibieron del Estado o de la política? Muy poco, mucho menos de lo que recibimos nosotros.
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