Tras una derrota electoral inesperada, y en medio de una crisis política de la coalición de gobierno, Julián Domínguez asumió el Ministerio de Agricultura. Había ocupado el mismo cargo entre 2009 y 2011. Con origen en Chacabuco, es portador de mayor peso político y del antecedente componedor tras el conflicto del 2008. Un dirigente que conoce el sector, cuenta con habilidad para acordar y diseñó iniciativas estratégicas para el desarrollo agroindustrial.
Su gestión pasada puede leerse desde ángulos complementarios. Uno es un mérito que no muchos reconocen: su rol como negociador abonó a la performance electoral de 2011 en los distritos donde el poder agrario se concentra. Otra medición es la bronca de la oposición política, expresada en el ex ministro Luis Miguel Etchevehere, quien advirtió que Domínguez “dividió” al sector.
La Mesa de Enlace había mandado su primer mensaje: cambió la asunción del ministro por una reunión con Juan Schiaretti, que se realizó dos días después, y aunó el reclamó por la exportación de carne; la eliminación gradual de las retenciones y ponerlas a cuenta de Ganancias, que es coparticipable; y la ley de biocombustibles que perjudica al maíz y la soja frente a la caña de azúcar, un argumento que se clava en el núcleo del nuevo gabinete.
El campo que encuentra es muy distinto al del 2009. En aquella oportunidad, la crisis internacional frenó un ciclo de crecimiento inédito, pero sus efectos fueron amortiguados. Ahora, al sobreendeudamiento y la pandemia, se agrega la crisis inmobiliaria china y los capitales internacionales buscando refugio e impactando en la cotización de las materias primas. La incertidumbre crece mientras la titular del FMI, Kristalina Georgieva, resiste un empellón que busca destituirla acusándola de haber inflado el desempeño de China durante su paso por el Banco Mundial.
Asumiendo el control de la política de carnes, que estaba en manos de la Secretaría de Comercio Interior, Domínguez dispuso la liberación de la vaca conserva, una problemática circunscrita a 140 mil cabezas de ganado en manos de productores que se vieron afectados por el trazo grueso de la medida. Reconociendo a la carne como un bien público de interés cultural, Domínguez detalló que las exportaciones deben oscilar entre el 22 y el 24 por ciento de la producción total para alinear el stock, el precio de faena, la productividad y el saldo exportable en un marco de alta y potente demanda internacional.
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En la reunión del Consejo Federal Agropecuario estuvo presente el gobernador Omar Perotti. El santafesino indicó que de las 53.500.000 de cabezas que existen en el país, 6.140.000 están en la provincia, con 10 mil puestos de trabajo ligados a exportación y 5 mil a frigoríficos. El 44 por ciento de las exportaciones argentinas se producen en plantas santafesinas. Por esa razón, centró el foco en un criterio: para aumentar las exportaciones, es necesario aumentar el stock.
Con un promedio de faena anual de 13 millones, entre mayo y agosto la caída de la faena se profundizó un 11 por ciento interanual, pasando de 4,80 a 4,27 millones de animales.
Ante esta necesidad, Domínguez trabó un pacto con la Mesa de Enlace. Se liberan cuotas exportadoras de los animales que viajan a China, se le da aire a la producción y se generan las condiciones para un aumento productivo con integración de valor fronteras adentro.
Decisión y valor
La primera acción de Domínguez fue mostrarse decidido. Convocó a gobernadores de provincias ganaderas, pidió información, buscó consensos. Durante el fin de semana, se reunió con el jefe de Gabinete, Juan Manzur, y el presidente, Alberto Fernández. Y tres días después, recibió a la dirigencia de la Mesa de Enlace. Resolver el conflicto con el sector agropecuario supone algo más que evitar que la Resolución 208/21 traiga la remembranza aciaga de la Resolución 125/08.
Lejos de la impresión común, el sector agroexportador atraviesa jornadas turbulentas. La peor bajante de los últimos 77 años generó problemas en todas las cadenas. Según la Bolsa de Comercio de Rosario, las pérdidas superan los 625 millones de dólares. Al mismo tiempo, el aumento en el costo de los fletes marítimos representa un gasto extra de 2.500 millones de dólares para el complejo agroexportador. El polo de molienda del Up River rosarino trabaja con márgenes negativos y sufre la caída de la calidad proteica del poroto de soja.
Lejos de la impresión común, el sector agroexportador atraviesa jornadas turbulentas. La peor bajante de los últimos 77 años generó problemas en todas las cadenas. Según la Bolsa de Comercio de Rosario, las pérdidas superan los 625 millones de dólares
El nivel del río Paraguay se encuentra en mínimos históricos. Argentina acordó un contrato de 90 días con la firma belga Jan de Nul para dragar el Paraná. La ineficiencia del transporte fluvial aumenta los costos de las importaciones y de las exportaciones. Y la situación no sería tan dramática si el escenario preelectoral no reforzara la brecha cambiaria. Entre lo declarado en Aduana y las divisas ingresadas en agosto hubo una diferencia de 1.731 millones de dólares. El déficit de cuenta corriente fue de 301 millones de dólares, una señal de restricción externa. Es el primer resultado negativo desde noviembre del 2020.
Para la nueva campaña se proyecta una superficie de soja de 16.500.000 hectáreas, una contracción interanual del 2,4 por ciento y del 4,5 por ciento respecto al promedio de los últimos 5 años. El aumento de costos de los principales insumos provocó una disminución en el poder de compra y complicó la ecuación productiva. El deterioro de la relación insumo-producto comienza a tener repercusiones en las decisiones de cosecha. Desde la Guía Estratégica para el Agro resaltan el abandono de la siembra directa por el aumento de costos y la proliferación de malezas resistentes.
En su presentación en el seminario de Acsoja 2021, Domínguez puso el objetivo de 70 millones de toneladas de soja. La meta se encuentra bastante lejos. Si se cumplen los pronósticos de la Bolsa de Comercio de Rosario, las exportaciones de los principales granos y derivados alcanzarían el récord histórico de 36.733 millones de dólares durante la campaña 2021/22. Esto implica un salto en valor de 1.606 millones de dólares, un 4,6 por ciento, respecto al ciclo anterior. En cantidades el incremento será del 8,6 por ciento al pasar de 90,6 millones de toneladas en el ciclo anterior a 99,2 millones.
Pero no es la soja, que viene perdiendo terreno durante los últimos 7 años, la protagonista del nuevo escenario agrario. Es el maíz el que ocupa el centro de la escena. La comercialización del 2020/21 llegó a 39,7 millones de toneladas, un récord para el momento del año. Del 15/16 a la actualidad, la relación de hectáreas entre soja y maíz pasó de 6 hectáreas de soja por 1 hectárea de maíz, a proyectarse una siembra de 2 hectáreas de soja por 1 de maíz.
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El camino del cereal
La nueva realidad del agro en la que asume Domínguez pinta desafíos que giran en torno al cereal americano. Esto supone beneficios de conservación de suelos, rotación de cultivos y aporte de rastrojos. Al mismo tiempo, el maíz moviliza más capital al requerir mayores manejos e insumos. Por otro lado, el porcentaje de exportación ronda el 70 por ciento, contra el 90 por ciento de la soja, y cuenta con un gran margen de ampliación hacia la industria y la producción cárnica.
El consumo industrial no supera 6 millones de toneladas, salvo excepciones en que alcanzó 11 millones de toneladas. La producción de carnes bovina, porcina y aviar, está estancada en torno a los 6 millones de toneladas. A nivel global, solo Argentina y Ucrania exportan lo grande de su producción. El resto del mundo genera valor dentro de sus mismos países. Por esa razón, ampliar la producción de maíz sin fortalecer las cadenas productivas locales que absorban la mayor oferta implicaría profundizar la exposición a la volatilidad externa.
Este tema es la médula de las “guerras del bife”. Según el Consorcio ABC, en agosto se exportaron 65.000 toneladas por 240 millones de dólares. El ingreso de las cuotas Kosher para Israel y la 481 con destino a Europa es el principal factor de la suba. El volumen es un 17 por ciento inferior al mismo mes de 2020. Entre enero y agosto de 2021, los despachos acumularon 536.000 toneladas y generaron 1.695 millones de dólares, una baja interanual de 5 y 4 por ciento.
La euforia de las consignas se diluye ante una realidad que agrava sus consecuencias más angustiosas. En ese marco, la variación política tiene aún más relevancia que la sustancia de las medidas desmontadas. Como si Domínguez intentara poner al cereal y la carne como ejes de un horizonte posible y, sobre todo, necesario, más allá de noviembre.
Autor
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Hace periodismo desde los 16 años. Fue redactor del periódico agrario SURsuelo y trabajó en diversos medios regionales y nacionales. En Instagram: @lpaulinovich.
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