Nació en Godoy, a menos de 70 kilómetros de Rosario, pero a los 5 años él y su familia se trasladaron a vivir aquí. Hizo la primaria en la Escuela Juan Arzeno, la secundaria en el Colegio Nacional y Medicina en la por entonces Universidad del Litoral, que luego fue la UNR. No fue el primero en ser médico. Su padre, que había venido cuando era un niño desde Austria en 1907, antes de la Primera Guerra Mundial, fue maestro rural y después estudió medicina.
“El apellido viene de ahí, pero era Chachkes originalmente, cuando emigraban generalmente le cambiaban algo” explica a Suma Política desde París Juan Carlos Chachques, médico de renombre internacional por sus contribuciones a la cardiología, que a sus 79 años sigue activo y vital. Llegó a Francia en 1980 y desde entonces no ha dejado de atender pacientes, de investigar e innovar y de enseñar.
En abril de 2001, Chachques recibió la máxima condecoración que se otorga allí a quienes con sus aportes contribuyen al progreso del país: caballero de la Orden de la Legión de Honor de la República Francesa. Además, es director de Investigaciones Cardiológicas del hospital George Pompidou de París, director de Investigación Quirúrgica y Clínica del Instituto Nacional de Investigación de Salud y Medicina de Francia (Inserm) y director del laboratorio Cardíaco y de Prótesis de la Universidad de París. Su currículum podría llenar páginas.
—¿Qué recuerda de Rosario? ¿Cuánto hace que no viene?
—La última vez que estuve fue hace unos dos años. Regreso con cierta frecuencia. Si hay algún congreso importante en Argentina me invitan y entonces voy a Buenos Aires u otras ciudades del interior y luego paso por Rosario, así que tengo contacto material y también por las vías modernas de comunicación. Tengo amigos, algo de familia. Y como decía el maestro hindú Rabindranath Tagore, me fui pero mi corazón quedó ahí. El culto a la Pachamama, la Madre Tierra, es importante en Argentina y en América Latina.
—¿Usted cree que más acá que en Europa?
—Europa sufrió dos guerras mundiales en el siglo XX así que hubo mucha destrucción, mucha gente que tuvo que emigrar e hizo una vida nueva en otro lugar. Unos emigraron, otros se exiliaron… y entre nosotros pasó un poco lo mismo: muchos nos exiliamos, finalmente la emigración y el exilio es casi lo mismo.

—Durante la última dictadura militar a usted lo secuestraron y después se exilió… ¿militaba en alguna agrupación?
—No. Yo era muy activo porque, ya radicado en Buenos Aires, fui la promoción que inauguró el sistema de residencias del hospital de Clínicas. La gente del interior y los extranjeros teníamos la posibilidad de vivir en el hospital. Aparte era docente de anatomía, siempre me gustó mucho la docencia. Había sido elegido presidente de la Asociación de Médicos Residentes y era, digamos, bastante popular. Me secuestraron y me llevaron a la ESMA, donde me torturaron. Estuve un mes. Yo era un hombre fuerte, en Rosario había jugado al rugby, que fue muy formador para mí. ¿Qué quería? Quería que el hospital funcionara para todos, que fuera gratuito y estuviera disponible las 24 horas, no que trabaje a la mañana y que a la tarde los médicos fueran a hacer cirugías o atender a las clínicas privadas. Sobreviví a la tortura, pero fue algo horrible. Me sentí trasladado a la época de la inquisición. Nos tenían tirados en el piso, desnudos, encadenados.
—¿Y cómo fue que lo liberaron?
—Se movió mucha gente por mí. Yo tenía poco más de 30 años pero era un buen médico, docente universitario, investigador. Mi padre fue a verlo al director del Hospital de Clínicas y le dijo que si algo me pasaba lo haría responsable, que no quería perder a otro hijo: mi hermano mayor, un ingeniero brillante de 23 años, había muerto en un accidente de tránsito.
Francia, su nuevo hogar
—¿Inmediatamente después de su secuestro decidió irse a vivir a Francia?
—No, un tiempo después. Me dijeron que no volviera más al hospital ni a la universidad. En ese momento me propusieron ser médico de la Asociación de Periodistas de Buenos Aires y como estaba de novio y me parecía que podía reconstruir mi vida en Buenos Aires, decidí quedarme. Y también abrió en ese momento un curso de una residencia nueva de cirugía cardíaca René Favaloro, que recién empezaba con la Fundación, y me sumé. Pero en el 79 también me echaron de la Asociación de Periodistas. Alguien aludió a lo que había pasado antes en el Hospital de Clínicas y cuando vi que la cuestión empezaba otra vez entendí que no podía quedarme más acá. Tenía unos documentos para presentarme a una beca, me presenté y gané la beca de la Universidad de París para hacer microcirugía. No perdí la oportunidad. Me fui becado, no me fui exiliado, con mi compañera, que luego sería mi esposa, que es profesora de Educación Física y psicomotricista, con quien tuvimos dos hijos en Francia, una hija y un hijo, que también son argentinos por opción.
—¿Hablaba francés cuando se fue?
—Había aprendido algo en la escuela primaria y en la secundaria y mi madre hablaba francés. Me interesaba mucho la cultura francesa. En ese momento Francia era muy floreciente. Además, me unía un hecho trágico: la muerte de mi hermano, que había sido en territorio francés. Yo tuve que aprender francés para aclarar muchos aspectos del accidente. Y todo eso hizo que Francia fuera parte de mi vida. Para mí Estados Unidos no era ningún ejemplo, no quería ir a ganar dólares y hacerme rico. No. Yo necesitaba algo más en mi vida que el éxito económico. Yo necesitaba la cultura, que eso lo aprendí en mi casa, la educación, la investigación y todo eso se daba bien en Francia. Puedo decir que fue un renacimiento. Yo nací en Argentina y renací en Francia.

Una técnica revolucionaria
—¿Y cómo fue que llegó a su primera gran invención, el Echarpe Cardíaco?
—Mi beca era para microcirugía y eso me permitió dominar la técnica para hacer implantes de mano, por ejemplo en amputaciones, pero también para traer tejido de una parte del cuerpo a otra, con sus arterias, venas y colgajos musculares. Ya en ese momento se utilizaba el músculo dorsal de la espalda, rotándolo hacia adelante, en casos de cáncer de mama, cuando se hacía una mastectomía radical, o para tratar secuelas de un accidente o de una quemadura.
Mi idea, en cambio, fue usar ese músculo en ciertos casos de insuficiencia cardíaca, cuando el corazón se dilata y le falta “músculo” para poder contraerse y bombear la sangre que el organismo necesita.
—¿Cómo es la técnica?
—El mismo músculo dorsal, incluidas sus arterias, venas y terminaciones nerviosas, podíamos “meterlo” en el interior de la caja torácica a través de una ventana que lográbamos crear quitando la segunda costilla. Entonces el músculo envolvía al corazón enfermo en una vuelta completa y por eso se lo llamó echarpe cardíaco. No hacía falta bomba extracorpórea durante la cirugía, es decir, no era necesario detenerlo. Eso daba ventajas a los pacientes con insuficiencia cardíaca porque disminuía mucho el riesgo. Era una cirugía que llevaba entre cuatro y seis horas: primero sacar el dorsal, luego cambiar de posición al paciente y trabajar sobre su tórax. La cirugía se llama miocardioplastía y empezamos a hacerla en distintos países, viajé mucho enseñando la técnica. Además de ubicar el músculo alrededor del corazón, también teníamos que colocar un marcapasos que yo mismo había diseñado, con dos electroctodos muy delicados para sincronizar el sistema porque teníamos que hacer mover un músculo que no era músculo cardíaco, entonces era necesario crear electricidad con esta estimulación eléctrica por biomimetismo. Después, la técnica fue reemplazada por otro recurso, el cardiopatch.
—¿De qué se trata?
—Es un tejido creado con nanobiotecnología, un parche de cuatro o cinco milímetros de espesor autónomo que reemplaza al músculo dorsal, sin necesidad de ir a buscarlo a la espalda ni abrir la zona del tórax. Con una pequeña incisión es posible hacer una especie de echarpe con estos mismos materiales alrededor del corazón enfermo o dilatado. A ese “neocardio” le agregamos células madre también y un gel de nutrientes que facilita la superviviencia de esas células y se “pega” a esa nueva pared. En este momento usamos un elastómero llamado policaprolactona, son polímeros artificiales pero elásticos parcialmente degradables, que con el tiempo pueden crear un nuevo tejido, una nueva pared cardíaca, que se suma a la original.
—¿Se utiliza hoy en día el echarpe para la insuficiencia cardíaca?
—Actualmente existen medicamentos para tratarla, así que nuestra técnica se usa especialmente en aquellos países que no tienen acceso a los fármacos, o también en pacientes muy graves a quienes no se puede derivar a trasplante. Hoy la técnica elegida es la del parche que antes describí, también llamado Cardio Wrap, que permite tratar tanto la insuficiencia cardíaca como usarse como un complemento a un by pass, porque puede ayudar a tratar la cicatriz que deja un infarto.
—Usted está al frente de las investigaciones sobre el biocorazón artificial, una contribución que podría ser muy importante dada la carencia de donantes. ¿Hubo avances?
—El corazón artificial es una auténtica joya de la ingeniería que se tardó veinticinco años en crear. Hemos trabajado en conjunto con el grupo Europeo de Defensa Aeronáutica y el Espacio (EADS). El corazón está formado por dos ventrículos diseñados con membranas de material biológico de pericardio bovino forrado al interior con un material resistente a las presiones y hay un gel que “empuja” esa pared e imita la contracción del corazón. Necesita una batería, que por ahora es externa, aunque se avanza en el diseño de baterías implantables. Se ha probado en unos cincuenta pacientes de distintos países, en Francia, y en los Estados Unidos la autoridad sanitaria también ha dado autorización. Ya está bien estudiado, pero se avanza con cierta lentitud porque debe funcionar perfecto: el corazón es una máquina que no se puede parar.
—En enero próximo cumplirá 80 años, y sigue trabajando…
—Así es. Soy médico de la Embajada Argentina en París. Brindo un servicio voluntario y no soy el único, hay un grupo de profesionales que estamos en una lista de recomendación para los argentinos que están de paso. Sobre todo resuelvo temas cardiovasculares, pero si hay alguna cosa grave también de otra índole de traslado a un paciente que está grave y que no lo aceptan en la aerolínea tratamos de estabilizarlo para poder embarcarlo y que vuelva, por ejemplo. Y también dirijo el grupo de Bioasistencia Cardíaca del Hospital Pompidou. Tratamos de reparar al máximo el corazón, regenerarlo en lugar de cambiarlo o ponerle piezas de recambio. Son métodos biomiméticos. Puede ser un tejido creado en laboratorio para reemplazar al que no funciona, puede venir del mismo organismo. Se hace in vitro primero y luego en vivo. En vivo lo probamos en animales, primero en la mesa de trabajo de los laboratorios, y cuando funciona, recién lo hacemos en el ser humano.
—¿Es optimista respecto del futuro del mundo, especialmente después de la pandemia?
—Nosotros estamos de paso. No somos propietarios, somos inquilinos del mundo. También están el reino animal, el vegetal, la atmósfera, el agua. Nuestro planeta es uno más en el universo. Es un sueño creer que los seres humanos podremos prever todo, mejorarlo, solucionarlo. En los últimos años estamos mostrando que somos más dañinos para el mundo que las otras especies. Los seres humanos son los únicos animales que matan por placer o por egoísmo. Los otros animales en general matan para sobrevivir, para comer, para alimentarse, o matan porque tienen un problema de espacio, pero no por placer creando bombas atómicas que matan. El ser humano no logró aprender que esas cosas no sirven para nada y que la mejor manera de convivir es la negociación y no la guerra.
Rosarinos por el Mundo
Juan Carlos Chachques integra una amplia red diseñada y sostenida desde la Municipalidad de Rosario llamada “Rosarinos por el Mundo”, que busca establecer lazos entre aquellos que se fueron pero que mantienen su sentido de pertenencia local. La red está abierta a toda clase de oficios y profesiones (científicos, artistas, deportistas, idóneos, etcétera) y quienes vivan fuera del país y estén interesados en contactarla pueden hacerlo a través de de este link o escribiendo al mail rosarinosporelmundo@rosario.gob.ar.
Redes sociales
Instagram: @rosxelmundo
Facebook: @rosxelmundo
Twitter: @rosxelmundo
Autor
-
Periodista especializada en temas de ciencia y salud. En Twitter: @gabinavarra.
Ver todas las entradas
