En Santa Fe, estamos frente a un debate que debería ser histórico: la reforma de nuestra Constitución, un texto que, durante más de seis décadas, ha sido el marco de nuestra convivencia y que, a pesar de su antigüedad, contiene previsiones de avanzada como la protección de los derechos a la salud, la vivienda, la familia y la educación, entre otros.
Sin embargo, lo que podría ser un proceso transformador se ha convertido en una carrera apresurada y opaca, con acuerdos subterráneos, desconectada de las verdaderas prioridades de nuestra provincia.
Reformar una Constitución no es una tarea menor. Es mucho más que una decisión legislativa; es un acto fundacional. En sus páginas se escriben los derechos, los sueños y las garantías de los ciudadanos. Es el documento que organiza el poder del Estado y orienta el rumbo de nuestras instituciones. Por eso, cualquier intento de modificarla debe nacer de las necesidades de la gente, no convertirse en un artilugio para perpetuar el poder de unos pocos.
Aquí estamos, discutiendo entre gallos y medianoche, mientras las preguntas fundamentales quedan sin respuesta. ¿Qué quiere la sociedad santafesina de esta reforma? ¿Qué problemas estamos resolviendo con este cambio? ¿Qué dirección estamos señalando para las próximas décadas?
Las respuestas, si es que existen, están ausentes. En cambio, lo que observamos es un proceso apresurado y diseñado a espaldas de la ciudadanía. Y eso duele. Porque no se puede jugar con la Constitución como si fuera un trofeo político; es el pacto social que nos representa a todos, no un botín para los que están en el gobierno.
¿Es esto lo que Santa Fe necesita hoy? Resulta incomprensible la premura con la que se intenta avanzar en esta reforma, cuando el debate se ha reducido a cuestiones formales: ¿sesiones ordinarias o extraordinarias? ¿Involucramos o no al gobernador? ¿Es esto todo lo que podemos discutir?
Seamos sinceros: hemos dedicado más tiempo a debatir la ley de la Fiesta Provincial del Queso Azul que a la reforma de nuestra Constitución. Y no podemos evitar pensar, como lo hace la sociedad, que el verdadero objetivo de esta reforma es habilitar la reelección del gobernador, mientras se dejan de lado las verdaderas urgencias de los santafesinos: la situación económica, la crisis en los sistemas de salud y la falta de trabajo
No se trata de estar en contra del progreso, sino de advertir que una Constitución reformada de esta manera no será un avance, sino un retroceso. Reformar no significa simplemente cambiar; significa construir algo mejor. Y eso no puede hacerse sin tiempo, sin consenso y sin escuchar a quienes viven y sufren las realidades que este texto debería transformar.
La historia reciente nos ha dejado lecciones claras. Reformas como la previsional y la judicial avanzaron de forma similar: sin debates profundos, sin escuchar al resto de los actores, sin buscar consensos. Estas prácticas no fortalecen la democracia; la debilitan.
Hoy, la reforma constitucional parece seguir ese mismo camino. La pregunta que muchos nos hacemos es inevitable: ¿es esta reforma realmente para construir un futuro mejor, o es solo una excusa para habilitar la reelección?
No se puede construir legitimidad desde la sospecha, y mucho menos desde la imposición. Cuando una reforma se percibe como un ejercicio de poder, antes que como un proyecto colectivo, pierde su esencia transformadora. Lo que está en juego no es solo un texto legal. Es la confianza en nuestras instituciones, la legitimidad de nuestras decisiones colectivas y la dirección que queremos darle a nuestra sociedad.
Nos preocupa profundamente lo que está ocurriendo en nuestra provincia. Hoy más que nunca, debemos reafirmar que las instituciones son de todos y están para servir al pueblo, no a los intereses de unos pocos. Por eso, no estamos de acuerdo con las formas en la que se quiere encarar esta reforma oportunista.
Hago un llamado a todos los sectores políticos, sin distinción de banderas, a defender la institucionalidad. No permitamos que los intereses particulares sigan deformando nuestras instituciones. Exijamos un debate honesto y abierto, en el que las soluciones reales para quienes hoy enfrentan dificultades sean la prioridad. Defendamos la institucionalidad, no para mantener el statu quo, sino para construir una Santa Fe más justa, participativa y enfocada en el bienestar de su gente. Las instituciones son de todos, y hoy más que nunca debemos protegerlas.
Por Miguel Elías Rabbia. Diputado Provincial