[Suma Urbana] “En el área metropolitana el tema más urgente es el de la injusticia espacial, el reequilibrio de los territorios”


Gastón D. Bozzano
En los próximos días, Ricardo Kingsland será designado oficialmente nuevo director general del Ente de Coordinación Metropolitana (ECOM), una asociación que, como su nombre lo sugiere, está llamada a planificar sobre las diferentes realidades urbanas y articular las relaciones de un conglomerado de once municipios (entre ellos Rosario) y quince localidades vecinas cuyas fronteras, cada día más lábiles, se desdibujan para fundir sus territorios en uno solo ya más vasto, ya más diverso y complejo. También más desigual.
Por su volumen y fuerza productiva, Rosario está en el centro de ese gran conglomerado, la sede del ECOM funciona en su ámbito y será su intendente, Pablo Javkin, el encargado de firmar el decreto que empodere a Kingsland al frente del ente. Sin embargo, Rosario está obligada quizás a cuestionar su misma centralidad, para pensarse cada día más a escala metropolitana, en un contexto donde sus intereses cobren fuerza en tanto contemplen la satisfacción de necesidades de las urbes vecinas. Solidaridad, planificación urbana, distribución del suelo, equipamiento, transporte, el regreso de los trenes, y hasta seguridad pública, están por estos días, entre otros temas, sobre las mesas de trabajo del ECOM, donde Kingsland ya trabaja con su equipo.
Mucho más urbanista que arquitecto, Ricardo Kingsland (Rosario, 1954) no sólo es una voz autorizada en el mundo académico, sino un referente respetado desde casi todos los sectores políticos; un profesional al que pocos discuten y todos escuchan. El peso de su nombre y su recorrido lo instalaron en la dirección general del ECOM. Viene de acompañar a la arquitecta María Eugenia Bielsa en el fugaz paso de la dirigente del peronismo santafesino al frente del Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat de la Nación. Kingsland fue allí titular de la Dirección de Planificación Estratégica Territorial. Fallida la gestión de Bielsa —no por sus objetivos y estatura profesional, sino por el temblor político interno que la derrumbó—, Kingsland regresó al llano. Pero rápidamente su nombre comenzó a fulgurar como posible titular del ECOM y aquí está entonces, de vuelta al ruedo.
“El urbanismo es una militancia”, sentencia en su extenso diálogo con Suma Política, para relativizar así los porrazos a los que planes e ilusiones se ven sometidos, recurrentemente, por la realidad política. Hay que ser incansable y consecuente, parece sugerir con esa aseveración. “El tema más urgente es el de la injusticia espacial”, enfatiza luego, para afirmar que, en esa dirección, urge un reequilibrio del territorio, donde se generen oportunidades no sólo residenciales, sino también de producción y empleo. Y sostiene, además, que “el regreso de los trenes es el gran proyecto que se merece la región”.
A la vez que no olvida las cuentas a saldar en la ciudad, Ricardo Kingsland reivindica todas las políticas desarrolladas para la Costa de Rosario por las gestiones socialistas durante tres décadas. Convencido al respecto, seguramente, de que esa posibilidad de mirar el horizonte es un patrimonio colectivo, un derecho de todos y no de unos pocos.

—¿Qué sería hoy una buena coordinación metropolitana?
—Seguramente hay que tener claro aspectos técnicos, eso es insoslayable, que tendrán que ver con un conjunto de necesidades y problemas del área metropolitana. Y por otro lado hay que tener una idea muy concreta del escenario metropolitano de transformación que propone el ECOM o que puede proponer el ECOM. Con proyectos, por supuesto, y con dos patas que son fundamentales y que hacen al nivel de gobernanza que pueda tener esto en el tiempo: la gestión mancomunada de todos los municipios, por un lado, y la participación, por otro. Sé que es difícil, pero la participación tiene que venir de abajo hacia arriba, no ser digitada o meramente institucional. Hay que pensar en una participación amplia, y colaborativa, en el sentido de que sean actores muy involucrados en los problemas que se presentan; eso es fundamental y, como digo, una de las patas insoslayables de la planificación.
—¿Cuáles son los temas más urgentes en el área metropolitana de Rosario, aquellos que no pueden esperar?
—Para mí el tema más urgente es el de la injusticia espacial. Es fundamental la búsqueda del reequilibrio de los territorios; generar lugares donde pueda haber oportunidades, donde el desarrollo no sólo sea residencial, sino del trabajo, del empleo y demás. También el reequilibrio morfológico, en términos de empezar a rehabilitar o recuperar los llamados barrios populares. Esa es una cuestión insoslayable que tiene que ver con otros aspectos que hacen a la integración metropolitana al nivel de los equipamientos, el transporte, y hasta la cuestión de seguridad, que si bien no es un tema que se pueda encarar directamente desde aquí, indirectamente desde la planificación se puede aportar mucho. Y un tema que hace al reequilibrio territorial es la política de suelo. Hoy lamentablemente se ha naturalizado, no sólo en la región, sino también en otras provincias, una manera de especular con el suelo. No estoy hablando acá de una cosa espúrea, sino de una especulación legítima que puede haber sobre el suelo y la propiedad, en el crecimiento de las localidades. Me ha tocado analizar localidades que tienen una planta urbana con una densidad baja, con una prestación de servicios acotada, pero donde la extensión quintuplica o sextuplica esa planta urbana. Entonces, cuando vos hacés una proyección de población, te da que, para colmatar esa área ya predispuesta para urbanización, porque ha tenido el visto bueno de una administración municipal, necesitás ochenta o noventa años por delante… Lo cual es un despropósito, porque tenemos que entender que la tierra, el territorio, es un recurso estratégico muy importante. No lo podemos dilapidar de esa manera.
—¿Y qué opinás del uso residencial del suelo en la región?
—Que los municipios tienen que ser más conscientes sobre la habilitación de suelo, porque de lo contrario se genera una serie de problemas: urbanizaciones dispersas que no guardan relación con el área urbanizada, dificultades de prestación de servicios no sólo infraestructurales, sino hasta de recolección de basura o para cortar los yuyos. Son cuestiones que superan las posibilidades de resolución de las pequeñas o medianas localidades. Tenés localidades que han crecido, desde el punto de vista del comprometimiento de suelo para urbanización, el doble en los últimos diez o quince años, y sin embargo las administraciones municipales de esos lugares siguen siendo las mismas que antes, con igual cantidad de empleados y organización para la prestación de los servicios. Más los problemas de suministro de agua, entre tantos otros…
—El capitalismo llega siempre antes que la política…
—Y sí, yo creo que sí. Si te remontás al origen de las ciudades, incluso a algunas comunidades nómades, ves que la primera función ahí era la mercantil, que sería el origen del capitalismo, desde el intercambio de semillas para la alimentación. Y los primeros sistemas urbanos se configuran en relación al comercio. Entonces más allá de que el capitalismo moderno pueda llegar con la Revolución Industrial, sin dudas el capitalismo llega antes que la política.
—Y el urbanista va siempre detrás, tratando de hacer un plan regulador que ordene las cosas, ¿te frustrás cuando esto no ocurre?
—El urbanismo es una militancia. Por lo tanto, como en cualquier militancia hay éxitos y fracasos, y generalmente muchos más fracasos que éxitos. Tengo la experiencia de Rosario, que no es una ciudad dual, es una única ciudad, pero tiene una experiencia dual. Desde la planificación alentamos y promovimos durante mucho tiempo algunos proyectos, entre ellos el de la Costa. Hoy la costa de Rosario es un ejemplo a nivel nacional, no tengo la menor duda, por todo lo que se hizo, por lo que se recuperó, por la relación de la ciudad con el río, por el desarrollo de los parques. Más allá de lo que se diga sobre Puerto Norte, porque tengamos en cuenta que ahí había algunas áreas que eran privadas y eso generó otro tipo de desarrollo. Lo que me parece bien de Rosario fue todo esto: espacios que se integraron a la ciudad, desde el punto de vista recreativo en relación al río, con una calidad urbana notable. Pero también, por entonces, promovimos otras operaciones del mismo tenor y magnitud que para la Costa: era el proyecto de la Troncal Ferroviaria, con la rehabilitación de los asentamientos que están en el lugar; un proyecto que podría haber sido la cabecera para guiar todo eso era la construcción del Distrito Oeste. Y lamentablemente desde la política no existió la voluntad de transformar eso, como sí la hubo para la Costa. Quizás porque en la Costa estaba el auxilio y participación del capital privado, evidentemente sí. Entonces hoy tenemos esta ciudad dual: podemos mostrar la Costa, pero también podemos mostrar lo otro. Y lo otro, lamentablemente, es un escándalo. Un escándalo que nos marca como sociedad. Es cierto que es un problema global, pero desde el punto de vista urbano, más allá de todo lo realizado en salud, en algunas intervenciones del Plan Abre, en la construcción del Distrito Oeste y algunos procesos de infraestructura, la ciudad de la Troncal Ferroviaria hacia allá, la de la periferia, está muy dejada de lado. Es una visión dual de la ciudad, pero es una sola ciudad porque en definitiva una parte de la ciudad es subsidiaria de la otra, y territorialmente es una sola.
—¿El urbanista piensa, planifica y se desentiende? ¿Hasta dónde puja por la materialización de sus proyectos, para que sus ideas prevalezcan?
—Es lo que te decía al principio. No tenemos que quedarnos solamente en el papel, en la pantalla, el documento o los libros, sino que la gestión y la participación son fundamentales. La gestión, ya sea desde el ECOM o desde Planeamiento municipal, va promoviendo y generando cuestiones. Después, por supuesto, hay situaciones políticas, problemas de recursos, situaciones del país que limitan la perspectiva. Conviene aclarar que el planeamiento ha cambiado mucho, ya no trabaja más con la idea de modelo. La idea del modelo, como si yo te dijese “el norte tiene que ser así y tener este u otro proyecto”, hoy no tiene mucho sentido. En todo caso, el planeamiento hoy sería más como una instalación artística, como un teatro; trabaja con escenarios, con escenarios posibles de transformación que tengan que ver con la realidad. Y por lo tanto a esos escenarios hay que ir mutándolos, sin perder de vista el lineamiento principal.
—Lejos quedaron entonces aquel primero de 1937 o el Plan Regulador de 1967…
—No. A ver, Rosario tiene un gran mérito, algo importantísimo, incluso respecto de CABA y la región metropolitana de Buenos Aires: la continuidad de su planeamiento, y eso es importantísimo. Porque más allá de que el plan de Ángel Guido (de 1937) era más modélico que otra cosa, hay muchas cuestiones que se plantearon ahí que posibilitaron escenarios actuales y poder llegar a algunos proyectos concretos. De ninguna manera uno desecha esa historia. En todo caso, puede poner en crisis algunas cuestiones conceptuales o metodológicas, pero se fue sedimentando un pensamiento sobre la ciudad que es importante.

—Hace unos días hubo críticas de algunas localidades vecinas a Rosario sobre la acción del ECOM para la integración metropolitana, ¿cómo te imaginás la relación con todos esos actores?
—Todavía no tuve contacto con los intendentes de las otras localidades. Vuelvo al principio: una política de descentralización. El área metropolitana se llama “de Rosario” porque Rosario es la ciudad central; es un área con un núcleo central muy fuerte, pero policéntrica, con muchas localidades que se articulan en corredores o como quieras vos describir ese patrón de organización del área metropolitana. La idea del reequilibrio y la descentralización tiene que ver también con que desde el ECOM no se piense “desde Rosario”, sino invertir el pensamiento: desde afuera hacia adentro. Aunque haya cuestiones muy gruesas donde Rosario tenga mucho que plantear, pero hay que escuchar más a las localidades. A veces se le pone un mote a una localidad, se la estigmatiza: “esta es una ciudad dormitorio”, “esta de trabajo”, etcétera. Dentro del rol que tienen algunas localidades, seguro que algo tiene que ver con el paisaje —porque no podemos pensar que Funes o Roldán deban parecerse a la ciudad compacta de Rosario—, pero se debe generar en ellas una sinergia entre vivienda, empleo local, talleres, logística, que es un gran tema del área metropolitana… También servicios, como es el ejemplo de Pilar en Buenos Aires, donde hay desde actividad bancaria hasta universitaria. Para que aun las localidades de servicios rurales puedan tener con el tiempo el desarrollo de una actividad que les genere una mezcla de usos… Eso las haría más vitales. Todo esto tiene que ver con lo que va a venir después de la pandemia.
—¿Qué viene después de la pandemia?
—La pandemia no lo generó, lo aceleró: la cercanía. Que una persona pueda vivir en el mismo lugar donde trabaja, que tenga comercios de proximidad, que pueda desarrollar su vida ahí, aunque eventualmente viaje por algún servicio especializado a otro lugar.
—¿Es posible que podamos volver a contar con trenes en Rosario, trenes de cercanía?
—Creo que es posible, es alinear los actores que involucra el tema. Nosotros no tenemos que construir infraestructura, porque la infraestructura existe.
—Pero no existe una industria ferroviaria…
—Bueno, existen las estaciones, los ramales y habría que revitalizar la industria ferroviaria. A ver, yo soy un enamorado de los trenes desde chico, pero más allá de eso, en el área metropolitana de Rosario ese sería un proyecto verdaderamente transformador de ciudad contemporánea: poder revitalizar los trenes de cercanía, los trenes regionales. Y tenemos toda la infraestructura para hacerlo. Falta la decisión política y los recursos. Me parece que hoy se necesitan entre sesenta y setenta millones de dólares para reactivar todos los ramales de Rosario: Rosario-Cañada de Gómez, Rosario-Casilda, tal vez Rosario hacia el sur, y eventualmente después estudiar y articular con los ómnibus rápidos. Ese es el gran proyecto que, desde la movilidad, se merece la región.
—Hay una discusión recurrente en la ciudad, que pone en duda acuerdos anteriores: dónde debe construirse, dónde no, cuántos pisos más o menos debe tener un edificio, ¿qué pensás del tema?
—Rosario tiene una normativa urbanística, dentro de todo, bastante reciente. Se ha debatido mucho, ha habido asambleas al respecto. Hay que aumentar algunas densidades, pero siempre preservando la condición de algunos barrios. Se puede elevar la densidad en relación a algunos corredores, algo que de hecho existe; y más que de algunos corredores, de algunos enclaves particulares, para que le empiecen a dar fuerza. Rosario tiene una particularidad, es una ciudad que en su génesis tiene una estructura metropolitana. Es decir, tiene los centros, los subcentros comerciales. A diferencia de Córdoba, que era en sus orígenes más aldeana, con un perímetro más claro. Esa particularidad que tiene Rosario desde sus orígenes hace que la podamos reforzar, mucho tiempo después, pensando la ciudad contemporánea. Por ejemplo, en Parque Irigoyen se podrían reforzar algunos ángulos, dándoles mayor densidad, y eso fortalecería no sólo el mejor aprovechamiento del parque, sino el transporte, la actividad comercial de calle San Martín y otras cosas. Y a lo mejor podés mantener una altura más baja en el corredor y otra diferente, si querés, en los barrios.
—Venís de una experiencia en el Gobierno nacional que resultó frustrante, fuiste parte del equipo de María Eugenia Bielsa en el Ministerio del Hábitat de la Nación, donde sólo pudo trabajar un año y fue desplazada, ¿cómo viviste ese proceso?
—Fue breve pero muy intensa. Voy a empezar por lo peor: me quedé muy mal por el final porque si bien yo participo del ideario del gobierno nacional en muchas cosas, fue muy injusto lo que pasó y se cortó por otras cuestiones, que no eran estrictamente las que se pretendía manejar desde el Ministerio. Me quedé bastante triste, con un sinsabor. Lo que sí me gustó fue que tuvimos una actividad muy intensa. Tuvimos que crear un ministerio, que lleva un año mínimamente. Desde mi Dirección Nacional de Planificación Estratégica Territorial desarrollamos una tarea enorme, logramos acomodar muchas cosas antes de la pandemia y luego nos dimos un trabajo intensísimo, mayormente virtual; estábamos trabajando ya con posibilidades de licitación, convenios con facultades, con las provincias para colaborar… Renunció María Eugenia, yo después, y te quiero decir algo: al poco tiempo desarmaron la Dirección y todo el equipo, un equipo valiosísimo con gente muy formada. Muy raro: la Dirección Nacional de Planificación terminó no teniendo nada… Fue muy triste. Una cosa importante que hicimos: más allá de que tomáramos al desarrollo territorial de una manera más abierta y estratégica, todo tenía mucha relación con la vivienda, con la posibilidad de disponer de suelo y demás; teníamos metas muy altas para esta época.
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Músico, periodista y gestor cultural. Licenciado en Comunicación Social por la UNR. Fue editor de las revistas de periodismo cultural Lucera y Vasto Mundo.
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