Rosario y su región recibieron en los últimos meses una decena de ucranianos que llegaron dejando atrás la guerra, silentes y agradecidos. Pero el reverso también existe. Aumentó en forma exponencial la partida de quienes dejan atrás la ciudad del Monumento, no sólo jóvenes a probar suerte, sino familias completas por la inseguridad. El movimiento migratorio en un mundo globalizado es un flujo continuo o cíclico, que trae y lleva vidas, ilusiones y angustias, pero es tan antiguo como las fronteras, a las que los migrantes deciden atravesar toda vez que la adversidad, las guerras, el amor, el dolor, los cambios climáticos y hasta sus convicciones, los haga sentir que necesitan otro lugar en el mundo.
“En los últimos meses aumentó exponencialmente la consulta de argentinos para emigrar al exterior”, explicó Leandro Zaccari, presidente de la Fundación Migrantes y Refugiados sin Fronteras, en su sede de Zeballos 445. Desde 2014, la institución es organismo consultivo de Naciones Unidas, ante el Consejo Económico y Social de la Organización de las Naciones Unidas (ECOSOC), en el que están representadas organizaciones que abordan situaciones de fragilidad social.
Para Zaccari, una foto instantánea de la actividad que realizan a diario en la Fundación no escapa al ánimo que sobrevuela la ciudad: preocupación y miedo. Las consultas y diligencias, en alto porcentaje, se refieren a emigración por la situación social y la inseguridad, en su mayoría a Europa, que suelen utilizar como puente a otros países, después de validar ciudadanías en Italia y España, ahora facilitada por la Ley de Memoria Democrática que entró en vigencia en octubre el año pasado.
“Si bien el año pasado tuvimos un porcentaje mayor de extranjeros hacia la Argentina, caso puntual venezolanos, esto disminuyó en los últimos meses y hubo una reversión hacia la consulta de argentinos hacia el exterior”, sorprendió Zaccari. Las consultas incluyen destinos como Portugal, con mayor fluidez para lograr residencia, o Estados Unidos, además de Australia y Nueva Zelanda en donde obtienen permisos de residencia por un año y habilitación para trabajar.
“Desde hace unos años hay una situación muy diferenciada de lo que son las consultas de emigración y migración; hacia la década de 1990 tuvimos actuaciones y asesoramiento a migrantes de la región como bolivianos, peruanos y paraguayos, después de otros lugares de Latinoamérica”, detalló. Y agregó que “en los últimos dos años, llegaron mayoritariamente venezolanos, y en el mismo tiempo notamos un crecimiento de salida de argentinos, que incluso supera al que se registró en la crisis del 2001 y 2002”, señaló.
¿Quiénes emigran? En su mayoría son familias, y el movimiento se hizo notorio cuando se flexibilizó la pandemia. “Quienes se van con hijos pequeños no lo hacen tanto por falta de trabajo; si bien también es por la situación económica el factor primario que propicia la decisión es la inseguridad”, explicó. Y dijo que el escritorio desde el que está hablando es donde quienes llegan con la decisión de irse desgranan sus historias, dudas e incertidumbre. Imposible no evocar las primeras oleadas migratorias que llegaron al país, en buques atestados con destinos casi a ciegas, de adolescentes madurados por las necesidades de la vieja Europa, a la que jamás volverían.
“Un migrante es aquella persona que muda su residencia de nacimiento a otro país por cuestiones laborales, para mejorar, por otras necesidades y ahora también por cambios climáticos. El contexto migratorio incluye diferentes situaciones como migrantes (voluntarios), refugiados (forzados), trabajadores circenses, marítimos, estudiantes extranjeros, entre otras categorías”, definió Zaccari. La Fundación que coordina está conformada por un comité heterogéneo de hombres y mujeres vinculados al tema desde diferentes ámbitos: profesionales, colectividades, licenciados en Relaciones Internacionales, operadores sociales y docentes, entre otros.
La Fundación también colabora en el asesoramiento y gestión de ciudadanías y el proceso de homologación de títulos en otros países, para que quienes emigran puedan insertarse en el país de acogida. Según Zaccari, Ucrania está entre los países en que tienen posibilidad de asesorar a sus migrantes que ahora llegan a la Argentina como consecuencia de la guerra; a ellos, y articulando con la comunidad de ucranianos de Rosario, los están asistiendo en gestionar la residencia y otros trámites.
Con respecto a inmigrantes rusas que en los últimos tiempos llegaron al país para tener a sus bebés, como atajo a la residencia/ciudadanía argentina, dijo que “en su mayoría se da en Buenos Aires, no tuvimos consultas al respecto en la Fundación sobre ese tema”. Además reseñó dos procesos migratorios que se dieron en Rosario, el de estudiantes haitianos y dominicanos. Con respecto a esta última nacionalidad, dijo que el ingreso disminuyó desde que Argentina implementó la visa para frenar casos de trata de personas. “La medida fue positiva porque teníamos como víctimas a mujeres que venían con promesas de trabajo y terminaban en explotación sexual, tuvimos casos en Rosario y Gran Rosario, es uno de los temas con los que trabajamos en la Fundación”, comentó.
Con respecto a las nutridas migraciones de los países limítrofes o vecinos, Zaccari detalló las normativas que reglan el ingreso. “Argentina es un país que tiene un proceso de tramitación de residencia bastante flexible, sobre todo para el Mercosur y países asociados, sólo deben fijar una residencia en el país y acreditar su nacionalidad, esta radicación está contemplada en la actual Ley de Migraciones 25.871, pero data de años antes, en el llamado Acuerdo Mercosur”, comentó.
Además agregó que la inmigración, en cualquier parte del mundo, incluye casos de personas que llegan en extrema vulnerabilidad, como el caso de los refugiados. “Es allí donde tenemos que salir a interactuar con otros organismos de asistencia social en el ámbito público o del bien común, y en los 25 años que venimos trabajando siempre tratamos de articular con la provincia, la municipalidad y las organizaciones sociales”, comentó. Y dijo que la ciudad no tiene un centro de refugiados, como antes eran los Hogares del Ejército de Salvación o los Hoprome del Padre Tomás Santidrián y su recordada acción a favor de los eyectados por la sociedad. “Ahora en casos de vulnerabilidad se los aloja en una pensión o un hotel económico, hasta que el migrante vaya mejorando su situación y pueda integrarse a través del trabajo”, enfatizó.
Cruzan siete mares detrás del presentimiento de que otros cielos cumplirán sus anhelos. Sólo piden bienestar a cambio de un trabajo que, ya saben, será duro porque los espacios no se regalan a los nuevos. Así y todo vienen y así y todo se van, buscando a porfía un lugar en el mundo, al que prefieren pensar sin fronteras.
